Columna

Demagogia

Ya va siendo hora de exigir que alguien se ocupe de los estafados con las Participaciones preferentes

Me perdonarán ustedes la demagogia, pero el jueves por la tarde volví a verlos. Mi hija pequeña examinaba por enésima vez los percheros de una tienda de ropa de la Gran Vía, cuando las luces azules llamaron mi atención. La manifestación que requería escolta policial no era lo suficientemente numerosa como para cortar el tráfico. Avanzaban por la acera, a ritmo lento, armados con gritos y pancartas. Una decía: “Somos ahorradores, no inversores”. Otra: “Bankia roba a sus clientes”. “Queremos nuestro dinero”, era la más repetida. No vi a la madre de un amigo mío, a la que le vendieron preferentes...

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Me perdonarán ustedes la demagogia, pero el jueves por la tarde volví a verlos. Mi hija pequeña examinaba por enésima vez los percheros de una tienda de ropa de la Gran Vía, cuando las luces azules llamaron mi atención. La manifestación que requería escolta policial no era lo suficientemente numerosa como para cortar el tráfico. Avanzaban por la acera, a ritmo lento, armados con gritos y pancartas. Una decía: “Somos ahorradores, no inversores”. Otra: “Bankia roba a sus clientes”. “Queremos nuestro dinero”, era la más repetida. No vi a la madre de un amigo mío, a la que le vendieron preferentes alegando que el propio nombre de las acciones indicaba la importancia que ella, como clienta de toda la vida, tenía para la caja, pero supongo que entre los manifestantes habría otras víctimas del mismo argumento. Clientes con preferencia para ser engañados, estafados, robados. Eso vi el jueves. Y el viernes desayuné con la madre de todas las estafas, la manipulación de las cuentas que permitió la brillante salida a Bolsa de Bankia, para convertir a todos los contribuyentes españoles, los que acabamos pagando su rescate, en víctimas preferentes de un desfalco monumental. Yo no sé a qué temperatura hierve la sangre, pero les aseguro que la mía echaba humo cuando comparé la tristeza de los abuelos del jueves con la enésima repetición de la triunfal imagen de Rato tocando la campanita. Así que me van a perdonar ustedes la demagogia, el populismo y el extremismo radical, pero creo que ya va siendo hora de exigir que alguien se ocupe de esta gente. De que no tengan que ir al juzgado uno por uno. De que el Estado los ampare y asuma su causa. Porque cualquier condena a los culpables será inútil mientras no se repare el daño de las víctimas.

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