‘Snow’ y ‘Excalibur’, mártires animalistas

La defensa del buen trato a los animales aliñada con un chorrazo de sentimentalismo, pueden degenerar en ideologías locas que califican de “asesinato” el consumo de carne

MATT

España es un país de contrastes, y este topicazo nunca fue tan verdadero como en nuestra relación con los animales. En un extremo tenemos a los homínidos que montan aberraciones como el Toro de la Vega y que tiran cabras desde los campanarios porque sus antepasados homínidos también lo hicieron, acompañados muy de cerca por esa gente tan culta y tan fina capaz de disfrutar con la agonía de un toro en la peo...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

España es un país de contrastes, y este topicazo nunca fue tan verdadero como en nuestra relación con los animales. En un extremo tenemos a los homínidos que montan aberraciones como el Toro de la Vega y que tiran cabras desde los campanarios porque sus antepasados homínidos también lo hicieron, acompañados muy de cerca por esa gente tan culta y tan fina capaz de disfrutar con la agonía de un toro en la peor fortuna agonizante fiesta nacional. En el otro, los defensores radicales de los animales, esos que tiran pintura sobre los abrigos de pieles o la toman contra restaurantes por servir foie.

Éstos últimos nos ofrecieron la semana pasada un gran espectáculo en la manifestación para salvar al perro de la enfermera contagiada de ébola. Me impresionaron los llantos y la ira en las imágenes, tanto como el entusiasta apoyo en las redes sociales a la causa, y pensé que menos mal que el bicho era adulto: aquí no ha habido revueltas por el paro, los desahucios o los recortes, pero si el pobre Excalibur hubiera sido un cachorrito, habría estallado la revolución.

La fiebre animalista no solo se extiende por nuestra piel de toro sintética; es en su lugar de origen, el mundo anglosajón, donde muestra su cara más pintoresca. El vídeo del momento -más de medio millón de visionados-, titulado Disrupt Speciesism (algo así como “Desbarata el especismo”), nos descubre a una mujer llamada Kelly Atlas entrando en un restaurante y preguntando a gritos por “su pequeña Snow”. La activista proclama entre lágrimas que Snow ha sufrido todo tipo de abusos, y que la culpa es de establecimientos como ése. Porque resulta que Snow es una gallina, de la que los clientes deberán acordarse cada vez que coman pollo o vean a alguien comiéndolo. La performance termina con ella y otros gallinistas que la acompañan gritando: “¡Esto no es comida, es violencia!”.

Como las personas más exaltadas de la mani de Excalibur, Atlas es el ejemplo viviente de cómo una causa noble -la defensa del buen trato a los animales- o una opción alimentaria legítima -la vegetariana-, aliñadas con un chorrazo de sentimentalismo, pueden degenerar en ideologías locas que califican de “asesinato” el consumo de carne y que sitúan a nuestra propia especie al mismo nivel que los perros, las ovejas, las vacas o los gatitos de YouTube. Esta gente da un poco de yuyu por su fanatismo, pero veamos el lado bueno: como entretenimiento para un día tonto en internet, sus cómicas acciones no tienen precio.

Sobre la firma

Archivado En