Cartas al director

Los puntos sobre las íes

Hace un par de días, en una conversación familiar, mi abuela dijo que sentía vergüenza al hablar de la miseria que yo, su nieta, cobraba por mi trabajo. Confesó evitar el tema en público, no dar cifra alguna cuando le preguntaban acerca de mi sueldo. Sentía pudor al reconocer que una persona joven con estudios había tenido que aceptar un trabajo de salario mínimo y responsabilidades máximas.

Yo, en cambio, creo que es necesario evidenciarlo. Porque quienes tienen que sentirse avergonzados de los salarios mínimos e insuficientes que cobramos son los que viven asentados en las esferas pol...

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Hace un par de días, en una conversación familiar, mi abuela dijo que sentía vergüenza al hablar de la miseria que yo, su nieta, cobraba por mi trabajo. Confesó evitar el tema en público, no dar cifra alguna cuando le preguntaban acerca de mi sueldo. Sentía pudor al reconocer que una persona joven con estudios había tenido que aceptar un trabajo de salario mínimo y responsabilidades máximas.

Yo, en cambio, creo que es necesario evidenciarlo. Porque quienes tienen que sentirse avergonzados de los salarios mínimos e insuficientes que cobramos son los que viven asentados en las esferas políticas y empresariales, no nosotras. Decirlo en nuestros círculos, en lo cotidiano, por tanto, no es vergonzoso, es poner los puntos sobre las íes a los titulares de ficticia esperanza que alaban la disminución del paro. Digamos que cobramos poco y mal. Hagamos explícitas las pésimas condiciones de los empleos a los que optamos. Reconozcamos públicamente que la situación no mejora, por mucho que se nos intente decir que sí.— Rocío Saavedra Fernández. 

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