Cartas al director

Federalismo

La Constitución de 1978 fue aprobada por un notable consenso cuyo objetivo principal era borrar el estigma del franquismo de nuestras vidas colectivas. Se consiguió, claro está. Pero que nadie se llame a engaño: era un texto provisional que debía perfeccionarse con el paso del tiempo y la progresiva solución de los problemas planteados por la herencia de 40 años de dictadura. Ahora los comprendemos mucho mejor y sabemos qué cosas deben resolverse y cómo; no existe ya la angustia de las consecuencias de sacudir el barco político español.

Uno de los problemas que quedaron resueltos solo p...

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La Constitución de 1978 fue aprobada por un notable consenso cuyo objetivo principal era borrar el estigma del franquismo de nuestras vidas colectivas. Se consiguió, claro está. Pero que nadie se llame a engaño: era un texto provisional que debía perfeccionarse con el paso del tiempo y la progresiva solución de los problemas planteados por la herencia de 40 años de dictadura. Ahora los comprendemos mucho mejor y sabemos qué cosas deben resolverse y cómo; no existe ya la angustia de las consecuencias de sacudir el barco político español.

Uno de los problemas que quedaron resueltos solo provisionalmente fue el de la organización del Estado. Se acudió a la solución de emergencia de las autonomías, un remedo incompleto y poco satisfactorio que apuntaba al federalismo sin atreverse a consagrarlo como remedio definitivo a la cuestión regional y de nacionalidades. Por esta razón, el manifiesto de Una España federal en una Europa federal apunta más que razonablemente a la solución lógica de todo ello, no como el otro manifiesto, Libres e iguales, que solo busca enrocarse en la intransigencia. Romper España en algunos pedazos es malo, pero puede que la intransigencia no sea la mejor fórmula de evitarlo.— Fernando Schwartz.

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