Opinión

Intentar lo imposible

Las conversaciones de paz sobre Siria son la única salida para un desastre en punto muerto

Es inevitable que el escepticismo y los recelos presidan la conferencia sobre Siria, cuyo arranque está previsto hoy en Montreux (Suiza). Pero este esfuerzo diplomático es la única alternativa posible para detener una guerra de tres años que ya ha causado más de 100.000 muertos, y que sigue sometiendo a la población a un sufrimiento inimaginable.

En principio, todas las condiciones están dadas para el fracaso. No hay fechas ni plazos. El documento de partida, acordado en junio de 2012, plantea unos objetivos —un Gobierno de transición y un proceso de diálogo nacional que conduzca a una ...

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Es inevitable que el escepticismo y los recelos presidan la conferencia sobre Siria, cuyo arranque está previsto hoy en Montreux (Suiza). Pero este esfuerzo diplomático es la única alternativa posible para detener una guerra de tres años que ya ha causado más de 100.000 muertos, y que sigue sometiendo a la población a un sufrimiento inimaginable.

En principio, todas las condiciones están dadas para el fracaso. No hay fechas ni plazos. El documento de partida, acordado en junio de 2012, plantea unos objetivos —un Gobierno de transición y un proceso de diálogo nacional que conduzca a una revisión del sistema legal y a unas elecciones libres— que, a tenor de la situación sobre el terreno, parecen diseñados para otro país.

Los protagonistas llegan, además, con objetivos antagónicos. El régimen de Bachar el Asad quiere que las conversaciones se centren en el combate contra el terrorismo (en el que incluye a toda la oposición). Y, por supuesto, ni hablar de dejar el poder, tal y como exigen unas fuerzas opositoras atomizadas y peleadas entre sí dentro y fuera de Siria, y cada vez más neutralizadas por yihadistas de diverso pelaje, incluidas las filiales de Al Qaeda

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Dicho esto, no puede desdeñarse que, después de casi un año de intentos fallidos, los bandos rivales acepten verse las caras junto a sus máximos valedores —como Rusia, Arabia Saudí, Catar o Turquía—. El inexplicable patinazo diplomático con Irán, invitado y rechazado por el secretario general de la ONU en menos de 24 horas, no parece haber tenido, por fortuna, mayores consecuencias. Esté o no en la mesa, Irán es parte esencial del problema y de la solución. En este sentido, el acercamiento entre Washington y Teherán, y los esfuerzos conjuntos de la Casa Blanca y el Kremlin, abren unas perspectivas esperanzadoras.

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Aunque el régimen ha reforzado sus posiciones, está claro que ninguno de los bandos puede obtener una victoria militar. Todos están perdiendo. Y lo prioritario es lograr un alto el fuego (ya se están dando treguas a nivel local) o al menos establecer pautas para socorrer a una población al límite.

La cita prevista en Montreux —y que debería continuar en Ginebra— es apenas el arranque de un proceso que se vislumbra, en el mejor de los casos, largo y frustrante. Pero a estas alturas del desastre, ya solo cabe intentar lo imposible.

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