El acento

Hollande alborota a los ricos

Cuando el impuesto lo pagan las empresas, a medio plazo bajan los salarios más altos

MARCOS BALFAGÓN

François Hollande ha comprobado en su propia casa que ni es fácil cumplir las promesas electorales ni subir los impuestos a las rentas más altas. En cuanto anunció que iba a subir los tributos algunos franceses se le escaparon por la frontera, con Gerard Depardieu al frente, que ahora pasea su vasta humanidad por el Moscú de Putin. Hollande propuso un impuesto a los millonarios, pero le ha costado algún disgusto con el Consejo Constitucional francés, que rechazó el tributo hace un año.

Ahora lo ha conseguido, pero le ha quedado distinto. Gravará, eso sí, con el 75% los salarios superior...

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François Hollande ha comprobado en su propia casa que ni es fácil cumplir las promesas electorales ni subir los impuestos a las rentas más altas. En cuanto anunció que iba a subir los tributos algunos franceses se le escaparon por la frontera, con Gerard Depardieu al frente, que ahora pasea su vasta humanidad por el Moscú de Putin. Hollande propuso un impuesto a los millonarios, pero le ha costado algún disgusto con el Consejo Constitucional francés, que rechazó el tributo hace un año.

Ahora lo ha conseguido, pero le ha quedado distinto. Gravará, eso sí, con el 75% los salarios superiores al millón de euros, pero, claro, el impuesto en realidad lo pagarán las empresas. Igual que los futbolistas no pagan apenas impuestos, porque los pagan los clubes. La carga tributaria, después de las modificaciones exigidas por el Consejo Constitucional, se traslada desde el perceptor o renta personal a las empresas que abonan su retribución. Parecerá igual, pero no es lo mismo.

Porque el tributo sobre una persona física traslada rentas desde el contribuyente al Estado; sobre la empresa, lo que se consigue a medio plazo es que bajen los salarios más altos y, quizá, para mantener la apertura del abanico salarial, reducir los salarios medios. Esperemos que esto no suceda. El presidente francés ha conseguido poner un impuesto a los ricos, aunque no el que quería, y pagando el peaje de un nombre cursi cual ataúd con pegatinas (contribución excepcional de solidaridad). Ahora hay que preguntarse si la recaudación esperada (unos 420 millones al año) compensa el revuelo político desatado entre compañías y clubes de fútbol.

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Hollande tiene mérito, porque es difícil imponer tasas a los ricos (y cobrarlas, mucho más). Siempre surgen pegas ideológicas o técnicas. En España, por ejemplo, no se ha conseguido desde don Pelayo. Unas veces porque las rentas que grava el IRPF no son las de los ricos (lo que, por otra parte, es cierto); otras, porque poner impuestos al capital es atacar el ahorro (¡tan necesario!); y, en fin, porque es más fácil subir el IVA. Además, si se actúa con las grandes fortunas habrá fuga de capitales. Lo dicho, enhorabuena monsieur Hollande.

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