Columna

Esperpento

Nos ha tocado vivir en la era del disparate

Ya no se puede escribir sin controlar cada media hora las noticias que saltan a los digitales. La realidad cambia en menos de lo que se escriben 300 palabras. En un tiempo más sosegado te hubieras entregado, por ejemplo, a la lectura de las teorías sobre las razones últimas de la dimisión del Papa. Pero, al margen de que su retiro parece confirmar que nos ha tocado vivir en la era del disparate, hay realidades domésticas más acuciantes que nos hacen archivar esa noticia sin entrar a comprender qué es eso de que el Pontífice ha sido jubilado por un sector más ultra: ¿más?

No hay tiempo. ...

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Ya no se puede escribir sin controlar cada media hora las noticias que saltan a los digitales. La realidad cambia en menos de lo que se escriben 300 palabras. En un tiempo más sosegado te hubieras entregado, por ejemplo, a la lectura de las teorías sobre las razones últimas de la dimisión del Papa. Pero, al margen de que su retiro parece confirmar que nos ha tocado vivir en la era del disparate, hay realidades domésticas más acuciantes que nos hacen archivar esa noticia sin entrar a comprender qué es eso de que el Pontífice ha sido jubilado por un sector más ultra: ¿más?

No hay tiempo. Tampoco para atender a los requerimientos de la inefable Cospedal cuando sugiere que habría que sancionar la conducta de los que pitan al Rey en un estadio. ¿De verdad se pueden contener los silbidos en un espectáculo de masas? Alguien debería explicar a los representantes públicos que hay furia, que hay un respeto perdido y que sus apariciones públicas van a ser sistemáticamente abucheadas. No hay otra.

Pero las peregrinas ideas de control de la presidenta de Castilla-La Mancha se diluyen en otro absurdo: las explicaciones de la alcaldesa de Madrid sobre el dinero que el Ayuntamiento acoquinó al yerno-bomba en concepto de “hacer lobby por el Madrid 16”. ¿Quién puede cuantificar lo que cuesta esa ardua tarea?, se pregunta Botella. El juez: 120.000 euros. Pero dejémosla vivir con su ilusión: “Quiero hacer de España uno de los países más importantes del mundo”. Este ha sido su sincero homenaje al esperpento.

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Y en medio de tanta gilipollez y tanto agravio, un matrimonio de jubilados se suicida en Mallorca antes de ser desahuciado. No me gustó la palabra “criminal” contaminando el buen discurso de Colau. Pero puedo equivocarme. Así se lo dije a Rosa Montero, que ayer coronó su columna con ese título. Y es que mis opiniones bailan al ritmo de los acontecimientos.

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