EL ACENTO

Egipcias a la defensiva

El brutal acoso sexual que sufren las mujeres del país árabe provoca el surgimiento de patrullas cívicas para defenderlas

MARCOS BALFAGÓN

Salir a la calle es una actividad de alto riesgo para las egipcias. La misma plaza Tahrir, en El Cairo, escenario de una ola cívica que terminó con la dictadura de Hosni Mubarak el año pasado, ofrece en demasiadas ocasiones un feo reverso de la medalla: es escenario de graves acosos sexuales a las mujeres. Al principio, derrocado el tirano, se acusó a la Junta Militar. Ahora, con el Gobierno democrático del islamista Mohamed Morsi, las cosas no han cambiado demasiado a este respecto para la población femenina. Algunas estadísticas hablan de un 83% de egipcias que sufren a diario algún tipo de ...

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Salir a la calle es una actividad de alto riesgo para las egipcias. La misma plaza Tahrir, en El Cairo, escenario de una ola cívica que terminó con la dictadura de Hosni Mubarak el año pasado, ofrece en demasiadas ocasiones un feo reverso de la medalla: es escenario de graves acosos sexuales a las mujeres. Al principio, derrocado el tirano, se acusó a la Junta Militar. Ahora, con el Gobierno democrático del islamista Mohamed Morsi, las cosas no han cambiado demasiado a este respecto para la población femenina. Algunas estadísticas hablan de un 83% de egipcias que sufren a diario algún tipo de acoso sexual. La proporción se eleva al 98% en el caso de las extranjeras.

Dada la pasividad de las autoridades, hombres y mujeres escandalizados con la situación decidieron no hace mucho formar patrullas cívicas para defender a las mujeres de esta auténtica plaga. Lo que se protege es el derecho a circular libremente sin verse sometidas a vejaciones diversas.

Al menos tres grupos cívicos patrullan el centro de El Cairo, según contó el Herald Tribune; grupos que se arriesgan, pues sus acciones han costado a más de uno una paliza. Las patrullas utilizan, por contra, métodos distintos. Atrapan al acosador y le rocían la cara con pintura en espray o le marcan la espalda con una elocuente leyenda: “Soy un acosador”. El objetivo de su guerra no es solo avergonzar al verdugo, sino llamar la atención del Gobierno, que reaccionó asegurando que iniciará una investigación, lo que a los miembros de las patrullas y a muchos ciudadanos les ha parecido una respuesta insuficiente.

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Hay quien dice que en Egipto, tras la primavera árabe, lo único que ha cambiado es que Mubarak ya no está. Lo asegura, por ejemplo, Bothaina Kamel, periodista que quiso ser candidata en las elecciones y ahora está en paro. Para las mujeres las cosas no son ahora muy distintas. No participan en los comités políticos surgidos tras la caída de Mubarak y los islamistas solo se han preocupado, de momento, de restablecer el velo en la televisión pública. Las patrullas cívicas son un paso, pero a corto plazo el resultado es el de siempre: salir a la calle acompañada (de un hombre) o quedarse en casa.

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