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Ciudadanos de 2012

Lucha en las calles, solidaridad, cooperación, justicia y salud. Desde el drama de los desahucios hasta el caso de los bebés robados o la defensa de la sanidad pública. Hombres y mujeres que batallan para cambiar el presente y dibujar un futuro mejor.

La portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca representa la lucha colectiva y solidaria contra el drama de los desalojos en España.

Por Rosa Montero

Este perfil no será de los más extensos entre los dedicados a los cien protagonistas del año, pero para mí es sin duda uno de los más importantes. Y no ya por la interesante personalidad de la retratada, Ada Colau, sino porque ella representa algo mucho más grande. Por un lado, ese inmenso agujero negro de dolor que son los desahucios en este país, un símbolo perfecto de la desigualdad y del abuso, el cráter hirviente de la crisis, y por otro, ese movimiento ciudadano de base, esa pelea tenaz y generosa de tantas personas para evitar los desalojos, para cambiar unas leyes infames, para exigir justicia. “Yo sola no soy nada”, decía Ada hace poco: “Para que haya una política realmente transformadora necesitamos procesos colectivos en los que el máximo de gente participe”. Y participan muchos, desde luego; hombres y mujeres que, con riesgo de su integridad física y arrostrando multas, han impedido que se llevaran a cabo 480 desahucios. Y además buscan soluciones legales, negocian con bancos, exigen con lucidez cambios políticos. Colau (Barcelona, 1974) tiene un hijo de año y medio, trabaja en el Observatorio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y vive de alquiler: nada de hipotecas, por favor. Cursó algunos estudios de filosofía y se le notan: su lógica es impecable y demoledora. En el año 2006 se integró en el movimiento V de Vivienda y comenzaron a denunciar la burbuja inmobiliaria en tiempos en los que el Estado negaba alegremente que existiera. Previendo lo que se venía encima, montaron en 2009 la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), en muchos sentidos precursora del 15-M. Colau, portavoz de la PAH, es un hierro envuelto en seda, una voz serena que corta como un hacha las hipocresías del sistema. Sus razones resultan tan evidentes que es imposible escucharla y no quedar convencido. De hecho, parece saber bastante más que los ministros y los banqueros. ¿Quién clamaba pidiendo la aparición de una nueva clase política? ¡Pero si estos ya son los nuevos políticos! Mensajeros “pacíficos, pero contundentes” que anuncian la llegada de otros tiempos.


Rosa Montero es escritora y columnista de EL PAÍS.

Caterina Barjau
Julia, Matilde y Milagros. Estas tres voluntarias han dado un vuelco a sus vidas ayudando a los más necesitados.

Por Patricia Ortega Dolz

Las conocen como “Las chicas de oro”. Son Julia Docasal (77 años), Matilde Guillot (77) y Milagros Sánchez (72), tres señoras viudas que han salvado sus vidas colaborando en las campañas de la Cruz Roja de Tres Cantos (Madrid). La viudez hizo que recalaran en la organización humanitaria. Transformaron la búsqueda de las ganas de vivir en solidaridad. Hoy reparten alimentos una vez por semana, kilo a kilo, entre todos aquellos (“cada vez más, y cada vez más gente de clase media”) que lo necesitan según los dictámenes que emite la asistente social. Milagros lleva las cuentas de las cartillas de reparto porque, dice, fue contable en Renault durante años. Matilde, la elegante mujer de un marino mercante (“¡Ay, qué guapo era, con su uniforme!”), que funciona como un reloj tras haber trabajado durante años en la mítica joyería Grassy, “en el 1 de la avenida de José Antonio [Primo de Rivera]” (hoy la Gran Vía de Madrid), pone el sentido del humor necesario para hacer llevaderas las situaciones más trágicas y, si es necesario, se viste de lagarterana. Y Julia, curtida en la hostelería y que perdió de golpe y porrazo a su marido y a su hijo con seis meses de diferencia entre ambas muertes, despliega toda la psicología que entrena semanalmente con su psiquiatra. Las amarguras canalizadas por estas tres señoras, que un día creyeron perderlo todo y ahora dan todo lo que tienen, son menos amargas. Las tres juntas y en acción evocan, efectivamente, a aquella sitcom americana en la que cuatro señoras no podían vivir sin sus compañeras, pero tampoco sin tirarse los trastos a la cabeza en una competencia doméstica feroz. Con chaleco rojo o sin él, estas chicas de la Cruz Roja valen su peso en oro.


Patricia Ortega Dolz es periodista de El País.

Claudio Álvarez
Pertenece al colectivo portugués Que se Lixe a Troika, que lideró una histórica manifestación contra los recortes en Portugal.

Por Antonio Jiménez Barca

El pasado 15 de septiembre, en una tarde soleada, una impresionante e inesperada manifestación de protesta abarrotó de golpe las calles de Lisboa y logró, por primera vez en sus 15 meses de mandato, que el Gobierno conservador de Pedro Passos Coelho diera un paso atrás (solo un paso atrás) en sus draconianas políticas de austeridad. Fue una marcha emocionante, la más numerosa en Portugal desde la histórica revolución de los claveles, y su monumental éxito sorprendió, antes que a nadie, a sus organizadores: 29 personas anónimas, desconocidas, la mayoría sin conexiones políticas, un grupo inexperto (carecían hasta de megáfono), compuesto, entre otros, por un par de profesores de universidad, un parado, una telefonista, un autónomo, una actriz, varios funcionarios y una profesora precaria de instituto. “No podíamos creer lo que estábamos viendo”, dice Belandina Vaz, de 38 años, la profesora. Acababa de nacer Que se Lixe a Troika (que se joda la troika), un movimiento ciudadano que se ha convertido en un catalizador del portugués ahogado por la crisis. “El nombre salió en una asamblea. Uno dijo: ‘que se joda…’. Y otro añadió: … ‘la troika’. Y así se quedó”. Ahora participan en nuevas manifestaciones, en protestas, se alían con marchas organizadas con otros, sobre todo sindicatos, y fueron a recibir a Angela Merkel a Lisboa con su pancarta (Que se lixe a troika: queremos as nossas vidas). Vaz asegura que lo que está en juego es grave: la escuela pública, la enseñanza pública, las pagas extras, el dejar de ser algún día de su vida una treintañera precaria y de dar vueltas por Portugal a la búsqueda de una plaza fija. ¿Y qué puede una pancarta contra un nuevo orden financiero internacional? “Quedarse parado sí que no cambiará nada”, responde.


Antonio Jiménez Barca es corresponsal de EL PAÍS en Lisboa.

Francisco Seco
Los dos cooperantes españoles secuestrados el año pasado en Tinduf (Argelia) fueron liberados y lograron volver a España a salvo después de nueve meses de calvario.

Por José Manuel García-Margallo

Supe de la noticia cuando estaba en un viaje en Rusia con el Rey. Fue una buena sorpresa, ya que habíamos estado muchos meses trabajando para que se produjera la liberación, concretamente desde octubre de 2011. Saber que en breve Ainhoa Fernández y Enric Gonyalons regresarían a España, a su casa, fue una satisfacción enorme. Pensamos sobre todo en las familias, con las que habíamos estado en permanente contacto. La angustia que los familiares estaban viviendo parecía que al fin iba a acabar. En los últimos momentos se produjeron algunos contratiempos. Recuerdo que una tormenta de arena amenazó la operación, pero finalmente pudieron regresar sanos y salvos, que es lo importante. La imagen de ellos dos, Ainhoa y Enric, descendiendo la escalerilla del avión ponía punto final a este calvario.


José Manuel García-Margallo es ministro de Asuntos Exteriores de España.

Gustavo Cuevas
La ‘madre coraje’ argentina ha sentado en el banquillo a los responsables de una red de tráfico de mujeres para ejercer la prostitución.

Por Alejandro Rebossio

A Susana Trimarco le ilusiona que los abogados de su país, Argentina, la hayan postulado para el Nobel de la Paz. Esta madre coraje, que nació en Tucumán hace 58 años, cree que el premio podría haberle ayudado a encontrar a su hija, Marita, y a otras mujeres secuestradas por las redes de trata con fines de explotación sexual. Trimarco debió buscar a su hija por sus propios medios ante la inoperancia policial. Organizó manifestaciones para exigir su reaparición. El asunto cobró alcance nacional y se sancionó una ley contra la trata. Ella creó una fundación para rescatar a mujeres de este flagelo y recuperó a casi 200. Aún no a su hija. Pero su investigación ha llevado este año al banquillo a 13 acusados de raptarla, que fueron puestos en libertad, provocando la indignación en Argentina.


Alejandro Rebossio escribe para EL PAÍS en Buenos Aires.

Cristóbal Manuel
Junto a su hija, que una religiosa le arrebató al nacer, ha llevado a los tribunales la prueba de ADN que prueba la atrocidad de los bebés robados en España.

Por Natalia Junquera

María Luisa Torres conoció a su hija Pilar Alcalde 29 años después de dar a luz y de que una monja se la quitara. Aquella religiosa, a la que acusa de robarle a su bebé, sor María Gómez Valbuena, que hoy tiene 87 años, fue llamada a declarar como imputada por detención ilegal el pasado 12 de abril. No respondió a las preguntas del juez, pero este es el caso de bebés robados que más ha avanzado en la justicia y en el que tienen depositadas todas sus esperanzas otras madres que, como María Luisa, denunciaron el robo de sus hijos, pero que, al contrario que ella, no han podido llevar a un tribunal una prueba tan contundente como la hija recuperada y el análisis de ADN que lo demuestra. “Lo mío ha servido para que la gente viera que no estábamos locas, que en España de verdad se robaban niños. A mí nadie me va a devolver el tiempo perdido. Todavía hoy sigo conociendo a mi hija”, dice María Luisa.


Natalia Junquera es periodista de EL PAÍS.

Gorka Lejarcegi
El decano de los jueces de Valencia se ha visto convertido en punta de lanza de la causa contra los desahucios en España.

Por Joseba Elola

Pedro Luis Viguer no obedece al prototipo de juez al que estábamos acostumbrados. No es ese juez gris y callado, sordo y ciego ante la realidad social, incapaz de emitir un pensamiento crítico. “Yo soy juez y soy ciudadano”. Este año, Viguer, de 47 años, decano de los jueces de Valencia, se ha visto convertido en punta de lanza de la causa de los desahucios. El informe que redactó sobre los abusos del sistema y que el Consejo General del Poder Judicial rechazó ha sido uno de los motores de la revisión de una legislación desfasada e injusta. Viguer, casado y con dos hijos, de 15 y 10 años, se confiesa melómano empedernido y fan irredento de The Beatles. De jovencito tuvo un grupo. Pero la judicatura le llamó. Tras pasar por juzgados de Sagunto, Ibiza, Castellón y Valencia, se convirtió en 2007 en decano de los juzgados de Valencia. Y desde este año, en exponente del juez con sensibilidad social.


Joseba Elola es periodista de EL PAÍS.

Jordi Vicent
La jefa de servicio de medicina interna del hospital de la Princesa ha luchado contra el cierre de este centro sanitario madrileño de titularidad pública.

Por José Manuel Ribera Casado

Cuando un residente de cualquier especialidad busque un modelo a quien parecerse, puede fijarse en Carmen Suárez. En la plenitud de su vida profesional cumple su carrera asistencial como jefa de servicio de medicina interna. Su compromiso docente la ha llevado a profesora titular y vicedecana de la Universidad Autónoma de Madrid y goza del reconocimiento en el campo de la investigación clínica. Bastaría como referencia, pero además, luchadora por aquello en lo que cree, ha coliderado la batalla por salvar su hospital ante la agresión de los responsables sanitarios de la Comunidad madrileña. Terminada –o amortiguada– la guerra por la supervivencia, ahora sabrá gestionar la paz. Dialogante y emprendedora, el reto de hacer caminar de la mano medicina interna y geriatría es un proyecto más en la trayectoria impecable de esta profesional.


José Manuel Ribera Casado es catedrático emérito de Geriatría (UCM) y académico de número de la Real Academia Nacional de Medicina.

Uly Martín
La líder indígena ha logrado el reconocimiento de la violencia contra su pueblo y la amenaza de desplazamiento actual por la construcción de grandes hidroeléctricas en Perú.

Por Jacqueline Fowks

La dirigente preside la Central Asháninka del Río Ene (CARE), la principal organización que agrupa a indígenas de esa etnia de la selva central de Perú, una de las más diezmadas por el grupo terrorista Sendero Luminoso entre 1980 y 2000. Ruth Buendía logró que la capital de Perú conozca, por primera vez de forma masiva, la violencia y desplazamiento que sufrieron entonces –abandonados por el Estado–, y la amenaza actual de desplazamiento por la construcción de grandes hidroeléctricas y proyectos extractivos. Para ello promovió desde 2011 una serie de debates y actividades culturales llamadas Octubre asháninka. A diferencia de los peruanos que enfrentan problemas similares con empresas mediante bloqueos de carreteras y paros, Buendía encaró la amenaza a los territorios ancestrales mediante acciones legales formales y difusión de la cultura de su pueblo. Durante el Octubre asháninka de 2012, la muestra fotográfica Pasado que no pasa, documentando la violencia de Sendero Luminoso que los afectó y la alerta en que viven hoy, atrajo más de 26.000 visitantes en Lima, que se conmovieron por sus padecimientos. El año pasado, la constructora brasileña Odebrecht desistió de construir una hidroeléctrica luego de que se generó en Lima una corriente de opinión que veía injusto violentar a los asháninka por segunda vez y cuando la CARE demostró irregularidades en el trámite de la concesión para el proyecto. Buendía vive con sus cinco hijos y su esposo en Satipo, pequeña ciudad del departamento de Junín, donde también estudia Derecho. En Lima, durante las actividades públicas, viste la cushma –túnica asháninka– y maquilla su rostro con achiote: sus palabras en su segunda lengua tienen fuerza y conocimiento de las leyes que defienden sus derechos. No se opone a los proyectos de desarrollo, solo exige que les informen previamente. Nacida en Cutivireni, perdió a su padre cuando tenía 12 años, asesinado por una comunidad vecina que lo confundió con un miembro de Sendero Luminoso. Tras la muerte, un líder terrorista le dijo a su madre que se fueran con ellos, permanecieron un año cuidando un fundo, luego se apartaron. Entonces Ruth partió a Satipo, aprendió castellano en la escuela, trabajó. Luego volvió a las comunidades para aportar a los suyos. Esa experiencia, dicen sus colaboradores, explica su prudencia, valentía y respeto a los otros. La tragedia que vivió de niña la ha conducido hacia la búsqueda de lo justo.


Jacqueline Fowks escribe en EL PAÍS desde Perú.

Flickr
El presidente del Foro Español de Pacientes desarrolla una valiosísima labor en defensa de los enfermos y la investigación.

Por Manel Esteller

Cuando a uno le afecta una enfermedad, tiene dos opciones: o enquistarse en sí mismo y menguar, o levantarse, aprender y luchar contra la aflicción. Ambas conductas son legítimas y a veces no podemos elegir cuál seguiremos. Pero está claro que Albert Jovell eligió la segunda. Además no adoptó este comportamiento solo para su cáncer, sino que lo extendió al resto de pacientes y enfermedades. Quizá su formación como médico y, por tanto, el poseer un conocimiento de las bases biológicas de las patologías humanas le ayudó. Su defensa de los derechos de los pacientes ha sentado precedente en nuestro entorno. Además lo ha hecho de forma clara, ordenada, rigurosa y sistemática. Siguiendo el método científico. Es un interlocutor de garantía entre los profesionales del mundo biosanitario y el resto de la sociedad preocupada por su salud. Ha ayudado a que el paciente, ante el acto médico y la investigación, no se sienta huérfano.


Manel Esteller es director de investigación del cáncer en el Instituto Bellvitge.

Xavier Torres-Bachetta
Integrante de la Asociación Nuestra Memoria, fue testigo en el juicio contra el exmagistrado Baltasar Garzón por investigar los crímenes del franquismo.

Por Francisco Etxeberría

Hay quienes aseguran que las exhumaciones de fosas de la Guerra Civil y del franquismo se hacen por política. No les falta razón. Lo sabemos. Como por política fue no haberlas realizado en otro tiempo anterior. Sencillamente, por lo mismo. Lo cierto es que la política posibilita (o no) la investigación de aquellos crímenes. Son 75 años de política. Los mismos que se alarman y descalifican las exhumaciones son las que se quitan de encima el asunto diciendo “esto divide a los ciudadanos”. Así de fácil, no conviene. La presencia de los familiares en primera línea provoca desconcierto y hasta conmoción al ver casos como la declaración de María Martín López en el juicio contra Baltasar Garzón. Que no se nos olvide, fue por política por lo que asesinaron a la madre de María en Pedro Bernardo (Ávila). ¿Quién se lo va a decir oficialmente?


Francisco Etxeberría Gabilondo es forense y profesor de Medicina Legal de la Universidad del País Vasco.

Efe
Soñaba con ser psicóloga. La periodista mexicana representa hoy el compromiso con su oficio para dar esperanza a las víctimas de la violencia.

Por Salvador Camarena

De pequeña, Marcela Turati (México, DF, 1974) soñaba con ser psicóloga y tener un programa de radio para suicidas. Quería poner al aire a los que habían perdido la esperanza. Pero descubrió el periodismo y trabajó en el diario Reforma. Con los ahorros de seis años, en 2004 se pagó otra escuela: un viaje de dos años por Centroamérica y Sudamérica con una pregunta: “¿Hay forma de que el periodismo cambie cosas?”. En Brasil descubrió su camino. “No nomás hay que dar la noticia. Hay que abrir ventanas de esperanza. Si no, las noticias solo aportan horror y provocan inmovilidad”. Al regresar a México, Marcela logró que colegas de diversos medios, sobre todo mujeres, olvidaran el recelo que lleva a los periodistas a no compartir información y juntas reportean desde entonces las condiciones de desigualdad y violencia que azotan a México. De ello surgió Entre cenizas. Historias de vida en tiempos de muerte. “Esta pelea es para que lo que está pasando no nos robe la alegría de vivir. A los reporteros, y a los ciudadanos”.


Salvador Camarena escribe para EL PAÍS en México.

Daniela Pastrana ((IPS))
Desde la presidencia española de Médicos del Mundo lideró una de las campañas de sensibilización contra el ‘apartheid’ sanitario.

Por Tomás Gómez

U na ONG que sitúa el cambio social entre sus fines en ningún momento se plantea la neutralidad o la no intervención política”. Palabras de Álvaro González que despertaron mi admiración. Médicos del Mundo siempre se ha caracterizado por atender, sensibilizar y denunciar, y, con sus palabras, Álvaro ponía en valor la más incómoda, la denuncia. Álvaro se puso al frente de Médicos del Mundo en plena crisis y ha conseguido que hoy sea una de las ONG que huyen del paternalismo para centrarse en la defensa del derecho a la salud. Recuerdo un lema y una denuncia de Médicos del Mundo: “Combatimos todas las enfermedades, incluso la injusticia. 100 millones de personas al año caen en la pobreza por no poder pagar la atención sanitaria que necesitan”. Hoy en España, donde se está intentando desmantelar la sanidad pública, esa denuncia está más viva que nunca.


Tomás Gómez es secretario general del Partido Socialista Madrileño (PSM).

Paco Paredes