Cartas al director

La oportunidad... de unos pocos

En este último año se ha acelerado el desmantelamiento del Estado de bienestar. Pero no el de todos. Nunca faltan profesionales, los más avispados, que consiguen hacer carrera en la dificultad, como otros se hacen millonarios en la guerra a cuenta de negocios emergentes repartidos en pocas manos. Ya se sabe, lo que es poco para muchos puede ser muchísimo para unos pocos.

Algo así está ocurriendo con algunas de las competencias que este Gobierno piensa transferir a los registradores de la Propiedad y Mercantiles, unos 600 en todo el territorio, incluido nuestro presidente, Mariano Rajoy....

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En este último año se ha acelerado el desmantelamiento del Estado de bienestar. Pero no el de todos. Nunca faltan profesionales, los más avispados, que consiguen hacer carrera en la dificultad, como otros se hacen millonarios en la guerra a cuenta de negocios emergentes repartidos en pocas manos. Ya se sabe, lo que es poco para muchos puede ser muchísimo para unos pocos.

Algo así está ocurriendo con algunas de las competencias que este Gobierno piensa transferir a los registradores de la Propiedad y Mercantiles, unos 600 en todo el territorio, incluido nuestro presidente, Mariano Rajoy.

Viene denunciando el caso, una y otra vez, el gran periodista Miguel Ángel Aguilar. En su última entrega (Hallazgo de Gallardón, EL PAÍS, 10-12-2012), que espero, por nuestro bien, no sea la última sobre el particular, volvía a denunciar algunas de las falacias que rodean al anteproyecto de reforma integral de los Registros, en el que se planea conceder el premio del Registro Civil al selecto gremio de registradores, muy castigado por la crisis económica, como todos conocemos sobradamente.

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De un plumazo, un servicio público pasará a convertirse en negocio privado, obligando, incluso, al ciudadano a pagar diezmos a título póstumo. El insulto final.

Bien dice Aguilar cuando apunta que “la muerte de los demás se convierte para los registradores en un negocio propio, seguro, con certeza estadística, sin oscilaciones de coyuntura”. Se conoce que la vivienda ya no es un valor tan seguro como lo es la vida / muerte de sus rentables moradores. Por no hablar de la ampliación de las inscripciones por las que nos veremos obligados a cotizar, tales como la fijación del domicilio, un negociete anexo de unos 800 millones de euros. Vamos, que si esto sigue así, acabaremos pagando hasta por votar, por no decir algo peor.

Ahora entiendo esa cantinela de que la crisis es una oportunidad para salir reforzado. Seguro que los registradores no emularán al convulso mundo del derecho, que hoy clama contra unas reformas judiciales con un sabor claro a inconstitucionalidad intencionada que no benefician a nadie, salvo a unos cuantos. Léase, registradores.— Gonzalo de Miguel Renedo

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