Hacer las paces con el río

FOTOS: Pedro Pegenaute

Iñaki Alday y Margarita Jover conocen el río Ebro y sus meandros como quien, finalmente, logra conocerse a sí mismo. La curiosidad que les llevó a conocerlo y estudiarlo les ha conducido también a cuidarlo (si no sonara grandilocuente diríamos a rescatarlo). Del Parque del Agua de la Expo de Zaragoza 2008, la mejor herencia de la Expo a la Recuperación de la Ribera del Gállego, son muchos lo...

FOTOS: Pedro Pegenaute

Iñaki Alday y Margarita Jover conocen el río Ebro y sus meandros como quien, finalmente, logra conocerse a sí mismo. La curiosidad que les llevó a conocerlo y estudiarlo les ha conducido también a cuidarlo (si no sonara grandilocuente diríamos a rescatarlo). Del Parque del Agua de la Expo de Zaragoza 2008, la mejor herencia de la Expo a la Recuperación de la Ribera del Gállego, son muchos los proyectos que este estudio de arquitectura ha realizado en torno al Ebro y sus afluentes. En esa línea, también este es un proyecto de rescate. Buscaba recuperar el meandro y también el campo, sanear el río Agra (en el curso alto de la cuenca del Ebro) y, así, rescatar el paisaje. Y también su memoria.

A su paso por Pamplona, las márgenes del Agra fueron durante décadas invadidas por viviendas, equipamientos deportivos, religiosos y sociales. Hoy, expropiadas por el Ayuntamiento y con la voluntad de devolver al río lo que éste necesita y a los ciudadanos la escuela que es una huerta ecológica, el Parque de Aranzadi está haciendo revivir el meandro.

Al norte del casco antiguo de Pamplona y al pie del conjunto amurallado, el meandro había quedado rodeado por el ensanche de la ciudad y había perdido su carácter agrícola. Hoy, recuperados los campos y saneada su función hidráulica, un solo edificio, el de la Fundación Agrícola Fundagró, que vela por el fomento del cultivo ecológico y la recuperación de la biodiversidad de las semillas locales de vegetales de huerta, ocupa el paisaje. Se trata de tres naves elevadas sobre un zócalo de hormigón –que las resguarda de las inundaciones- que, cómo los invernaderos, están construidas con una estructura ligera, policarbonato, y malla de sombra en espera de que las plantas trepadoras las cubran. Las naves encierran aulas para aprender a cultivar, oficinas para gestionar las huertas del meandro y un restaurante asociado a lo que crece en la huerta.

Las cubiertas de las naves captan el sol en invierno o se levantan dejando la cámara de la cubierta abierta para ventilar en verano. Una instalación propia de geotermia permite intercambiar calor y frío con el agua del río. Así, los invernaderos no solo resuelven formalmente las naves, también marcan el modelo para obtener la máxima autosuficiencia energética.

“Aranzadi va a cambiar manteniendo lo esencial de su carácter. Mantendrá la huerta que le ha dado forma a la vez que hace espacio para su río hasta ahora encajonado. También cabrán los ciudadanos”, explican los arquitectos. Este Centro de Interpretación de la Agricultura tiende así un puente entre el mundo agrícola, el fluvial y el urbano. Y busca gestionar la huerta, educar a los ciudadanos, conservar las especies autóctonas y velar por el mantenimiento y el desarrollo de las técnicas de cultivo orgánico de las que Aranzadi fue pionera en España hace varias décadas.