Columna

Los sentimientos

La carta en la que cuatro eurodiputados catalanes han denunciado la amenaza de una invasión militar de Cataluña representa un ejemplo notable, y muy torpe por cierto, de manipulación sentimental de las bajas pasiones

Son muy complejos. Todos los seres humanos tenemos, pero al enarbolar los propios, a menudo olvidamos que los demás también sienten. Aún así, hasta cuando invaden territorios ajenos, incluso si sostienen posiciones que no comparto, los sentimientos me parecen respetables, porque forman parte de la naturaleza humana. Pero eso es una cosa y otra, muy distinta, la manipulación sentimental de las bajas pasiones —también humanas, pero nada respetables— con el fin de obtener ventajas espurias.

La carta en la que cuatro eurodiputados catalanes han denunciado la amenaza de una invasión militar ...

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Son muy complejos. Todos los seres humanos tenemos, pero al enarbolar los propios, a menudo olvidamos que los demás también sienten. Aún así, hasta cuando invaden territorios ajenos, incluso si sostienen posiciones que no comparto, los sentimientos me parecen respetables, porque forman parte de la naturaleza humana. Pero eso es una cosa y otra, muy distinta, la manipulación sentimental de las bajas pasiones —también humanas, pero nada respetables— con el fin de obtener ventajas espurias.

La carta en la que cuatro eurodiputados catalanes han denunciado la amenaza de una invasión militar de Cataluña, representa un ejemplo notable, y muy torpe por cierto, de esa clase de estrategias. En nombre de los sentimientos, esa vuelta de tuerca excesiva, superflua y, sobre todo, ficticia, ha puesto de manifiesto la calaña de unos propósitos que no tienen nada que ver con los latidos del corazón. Oportunismo, electoralismo, victimismo, histrionismo, cálculo, propaganda. El líder del PSC ha descalificado la iniciativa alegando que arroja más tensión sobre una sociedad demasiado tensionada, pero en mi opinión ha sucedido todo lo contrario. Quien es capaz de malbaratar sus propios sentimientos, de manipularlos a favor de su ambición política, solo destensa, desinfla, pincha un burbuja. Y se arriesga a que los demás sospechen que dentro no hay nada más que aire, aunque no sea verdad.

En este escenario, los estudiantes de la Pompeu Fabra que han abucheado al conseller de Economía de la Generalitat ofrecen un contrapunto interesante. Porque también tienen sentimientos, un futuro amenazado por la subida de las tasas, del transporte, del IVA, por los recortes en profesorado, en instalaciones, en programas académicos, y la amargura de que nadie mueva un dedo a su favor. Si llega el momento de elegir, yo preferiría federarme con ellos.

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