África No es un paísÁfrica No es un país
Coordinado por Lola Huete Machado

Vivir y soñar en Ghana

Autor invitado: Ángel Gonzalo, desde Ada Foah, Ghana (*)

Hace nueve meses mi compañera y yo decidimos venir a vivir un año a Ghana, un hermoso país de África Subsahariana que, según todos los indicadores internacionales, y tal como contó El País Semanal (**) hace unos días, liderará la región en los próximos tiempos. Cogimos una excedencia en nuestros trabajos y nos presentamos aquí para colaborar como voluntarios sociales.
Ghana está cerca de alcanzar varios Objetivos de Desarrollo del Milenio en materia de educación y sanidad. Los beneficios del petróleo y la confianza despertada en los mercados han situado a la antigua Costa del Oro -nombre que recibía este país durante la colonización- en uno de los mejores lugares de África para invertir. De hecho, el año pasado fue la segunda economía que más creció del mundo, sólo por debajo de Catar. Además, celebra 20 años de democracia real. Un éxito en estas latitudes. Hasta ahí, si sólo nos quedamos en las cifras, parece un un lugar ideal para disfrutar de una experiencia de voluntariado tranquila y sin sobresaltos.
Otra realidad, otras cifras
Sin embargo, bajar a la arena y acercarse a una de sus zonas rurales, muestra otra realidad. En nuestro pueblo, Ada Foah, junto a la desembocadura del Río Volta, hay un hospital con tres médicos -uno de ellos dentista- para 150.000 personas. Los niveles de educación son bajísimos, con un 65% de la población local analfabeta. El paro es alarmante y afecta a más del 40% de la población joven. El resto dice que trabaja, pero en realidad se busca la vida como puede. Un día venden tomates, otro cebollas. Otros las cultivan. El que tiene una moto la convierte en taxi. Viven para sobrevivir, con lo puesto; y comen con lo recaudado durante cada jornada. Duermen en infraviviendas, sin servicios, con lo puesto. En eso coinciden con muchos de los habitantes de las ciudades, que se hacinan en los slums o barrios marginales. En estos lugares la pobreza y la falta de recursos es más que evidente. Es sangrante.

Los depósitos de petróleo, tan cotizados por la comunidad internacional y las grandes multinacionales, se ven desde la carretera que une este pueblo con la capital, Accra, pero sus beneficios no se asoman a las carteras de nuestros vecinos.

El mar arroja con frecuencia tortugas gigantes muertas -especies en peligro de extinción- o peces de varios tamaños a la playa. No mueren de forma natural, sino a causa de la contaminación. Son conocidos los vertidos de petróleo en el Delta del Níger, a unos 300 kilómetros de distancia hacia el sureste, y también lo son la falta de saneamiento e higiene en Ghana. Los plásticos, basuras y excrementos humanos -muy pocos cuentan con un servicio en casa- y animales van a parar, con frecuencia, a las aguas del Océano Atlántico. Algunos residuos se quedan en la orilla, donde conviven con miles de personas.
Voluntarios sociales
Ya están ustedes situados. Ahí es donde vivimos Elena y yo. Ella trabaja como fisioterapeuta en el hospital del distrito. Abrieron el departamento en octubre pasado. Y junto a un enfermero sin especialización atiende todos los días a una media de 15 pacientes. Puntualmente, han acudido otras voluntarias españolas para echar una mano. Están desbordados.
Este hospital, Dangme East District, está situado a mitad de camino entre la carretera que une Accra y Lomé (Togo), una especie de Panamericana en África que en realidad va de Lagos (Nigeria) a Abidjan (Costa de Marfil). Huelga decir que es una de las carreteras más transitadas y peligrosas de la región: camiones, coches, tro-tros -minibuses que funcionan como medios de transporte colectivos-, bicicletas, tractores y motos compiten por un lugar en cada carril de uno de los dos sentidos.
Los accidentes de tráfico son frecuentes. En el último año se registraron cuatro muertos cada día y 15.000 heridos en todo el país. La segunda causa de hospitalización es la malaria. En Ghana, el año pasado murieron 4.000 personas por esta enfermedad, 1.500 menores de 5 años. En estos días, durante la estación de lluvias, la tercera amenaza se llama cólera. Ya van 64 muertos y 4.000 casos detectados a lo largo y ancho de sus fronteras. No hay medicamentos ni tratamientos adecuados para todos.
Por mi parte, coordino los Informativos de Radio Ada, la primera emisora comunitaria de Ghana y pionera en África Subsahariana. La radio ha cumplido 14 años al servicio de la comunidad Dangme. Ha recuperado esta lengua local para sus habitantes y actúa como mediadora en los conflictos sociales que aquí suceden. La emisora se financia fundamentalmente con los anuncios de funerales y es la única ventana abierta a lo que ocurre en el mundo para las personas de este distrito. La mayoría no cuentan con luz ni con agua potable ni con servicios básicos, pero sí tienen un lugar de encuentro, un punto de información y un baluarte para la defensa de sus derechos.
La escuela de Anyakpor
A pesar de estar involucrados en estos proyectos, venir a África Subsahariana y no volcarse un poco más es imposible. Las necesidades son acuciantes. En nuestro caso lo hemos hecho con una escuela para menores de la calle, o de la playa, para ser más exactos. Se llama Anyakpor y está situada en una comunidad del mismo nombre a escasos cinco kilómetros al oeste de Ada Foah.
Empezamos en noviembre de 2011 construyendo bancos y mesas para 97 niños y niñas sin recursos -algunos huérfanos-. Entonces se sentaban en la arena de playa para dar clase, cobijados en una iglesia en desuso. Seguimos más adelante, en marzo de 2012, adquiriendo material escolar: cuadernos, lápices y libros de texto. Ahora aprenden a leer y escribir en condiciones dignas. Cambiaron, otra vez la arena, por el papel; los palos de hoja de palma por los bolígrafos de tinta azul.
Y poco después, en mayo, nos liamos la manta a la cabeza y decidimos construir la escuela desde cero. La iglesia en desuso donde daban clase volvió a retomar sus actividades y los chavales se quedaron sin un lugar para continuar sus estudios.
Las paredes de Anyakpor tienen hoy 1.580 ladrillos, en el momento de escribir estas líneas, y los hemos fabricado y colocado uno a uno gracias a los fondos obtenidos de familiares, amigos, visitantes y personas anónimas que tenían ganas de colaborar con un proyecto de ayuda directa. La escuela está abierta en estos momentos, aunque seguimos trabajando para mejorarla. Aún nos quedan unos meses de estancia aquí. Para burlar las comisiones bancarias internacionales, alcanzan el 10% por transferencia, según los casos, desde España a Ghana, las personas que nos han venido a visitar han traído el dinero en efectivo.
En total, habremos invertido unos 7.000 euros y estamos satisfechos del resultado. No ha sido una imposición a la comunidad. Desde el principio hemos trabajado codo con codo con los servicios sociales, los líderes comunitarios y personas influyentes en el entorno. Ellos identificaron la necesidad, nosotros aportamos los fondos. Hemos trabajado en equipo.
La escuela está funcionando como centro de acogida desde 2008 para aquellos menores cuyos padres ni siquiera pueden hacer frente a las tasas mínimas para acceder a la educación pública. En aquel momento, un religioso -es imposible hacer nada en este país sin contar con la religión, sea cual sea-, Pastor James, decidió hacerse cargo de la situación e intentar dotar de una educación mínima a estos menores.
Él se encarga de los sueldos de los profesores y la gestión del centro gracias al cepillo de sus misas y colectas entre sus feligreses -también ha adquirido la tierra donde se ubica la actual escuela y ha conseguido una rebaja tras arduas negociaciones con las autoridades locales-.
Nosotros hemos mejorado las infraestructuras y hemos logrado que la escuela de Anyakpor esté dentro del circuito de escuelas del país para poder optar a subvenciones y mejoras en el futuro. La continuidad del proyecto está garantizada. Estamos tremendamente orgullosos de lo conseguido. Para nosotros es un sueño hecho realidad. Les animamos a sumarse y hacer algo parecido. El mundo necesita de iniciativas individuales.
(*) Ángel Gonzalo es periodista y lleva 15 años dedicado al mundo de la comunicación social en todos los formatos. Durante los últimos ocho ha sido responsable de prensa de Amnistía Internacional en España. Desde hace uno disfruta de una excedencia en Ghana donde colabora con Radio Ada y diferentes medios españoles. En su blog Ghaneantes, aviso para escribe sobre su experiencia junto a su compañera en este país de África subsahariana.

Comentarios

Es mejor tratar de construir la salida del infierno que rezar por llegar al cielo. Maravillosa iniciativa de bellas personas; ojalá fuesen mayoría en el mundo (y no al revés).
GRACIAS Ángel y Elena!!! poneis una vez más de manifiesto que la realidad es transformable, aunque sea a pequeña escala!!! En épocas de apatía como ésta, pequeñas iniciativas individuales dan esperanzas a mucha gente cuyas vidas son un martirio, un tormento que, sin embargo, soportan con una tenacidad y un ánimo asombrosos... África no deja indiferente a nadie!
Es mejor tratar de construir la salida del infierno que rezar por llegar al cielo. Maravillosa iniciativa de bellas personas; ojalá fuesen mayoría en el mundo (y no al revés).
GRACIAS Ángel y Elena!!! poneis una vez más de manifiesto que la realidad es transformable, aunque sea a pequeña escala!!! En épocas de apatía como ésta, pequeñas iniciativas individuales dan esperanzas a mucha gente cuyas vidas son un martirio, un tormento que, sin embargo, soportan con una tenacidad y un ánimo asombrosos... África no deja indiferente a nadie!

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