3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Río+20, a ritmo de marcha fúnebre

Gráfico del informe Cultivar un futuro mejor, de Oxfam, en el que se ilustra el reto del sistema alimentario global.

Queda menos de un mes para la celebración de Río+20 (la gran Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible) y a más de uno le están entrando ganas de cancelar los billetes. El mismísimo Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, declaró la semana pasada que el proceso preparatorio está siendo "dolorosamente lento", que en el lenguaje vaticano de esta institución es algo así como mentar la madre de los negociadores. Ban sabe que el éxito de esta conferencia depende de la negociación previa de sus conclusiones, así que este mes decidió tirar por la calle de en medio y encerró a los representantes de los países una semana más en Nueva York para tratar de forzar acuerdos tangibles. Ni con esas.

Más allá de la fanfarria de cartón piedra que acompaña estas grandes conferencias de la ONU, Río+20 constituye una ocasión única para debatir qué oportunidades le quedan al planeta de no acabar en el sumidero del calentamiento global, el agotamiento de los recursos naturales y las obscenas desigualdades que caracterizan este comienzo de siglo.La segunda Conferencia Mundial sobre Desarrollo Sostenible (tercera, si consideramos la de Estocolmo en 1972) hablará del modelo que a partir de este momento nos debe permitir crecer y garantizar las necesidades básicas de nuestras sociedades... dentro de los límites que impone el planeta. En concreto, siete áreas prioritariasa debate: empleo, energía, ciudades, alimentación, agua, océanos y desastres naturales.

Hace 20 años, durante la primera Conferencia de Río, el mundo entendió que no hay modo de concebir el desarrollo social y económico (es decir, el fin de la pobreza) sin garantizar la sostenibilidad del entorno y los recursos de los que dependemos. Aquella ocasión dio lugar a algunos de los marcos legales más importantes en este campo, como las convenciones sobreBiodiversidad, DesertificaciónyCambio Climático (precedente del Protocolo de Kioto). En esta ocasión se trata de ir un paso más allá, definiendo las normas, las instituciones y los objetivos de una verdadera estrategia de crecimiento verde e inclusivo. Las conclusiones de esta conferencia deberían ser determinantes, por ejemplo, en el debate sobre la reforma de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que caducan en 2015. Estas metas internacionales sobre pobreza han ofrecido una insustituible hoja de ruta desde que fuera aprobadas en 2000, pero sus limitaciones crecían a medida que el cambio climático y el agotamiento de los recursos naturales se han hecho más evidentes. Expertos como Alex Evans y países como Colombia ya han hecho un llamamiento formal por unos Objetivos de Desarrollo Sostenible que sustituyan a los actuales.

Lamentablemente, las perspectivas no pueden ser más fúnebres. La crisis somete a Europa a una tiranía miope que le impide ver los riesgos y las oportunidades que están a la vuelta de la esquina. Algunas economías emergentes (como China y Brasil) están logrando imponer una visión parcial que prima el crecimiento ortodoxo por encima de cualquier otra consideración. Estados Unidos y su Presidente se encuentran en el territorio radioactivo de los meses preelectorales, lo que ha disminuido notablemente su compromiso, y Japón ni está ni se le espera. Como señalaron varias ONG internacionales en un irritado comunicado, a este paso la contribución de la conferencia al progreso del planeta se parecerá bastante a cero.

El Gobierno español -ya se lo imaginan- ha abordado esta conferencia con el mismo celo que otros asuntos medioambientales, y el ministro García-Margallo ha dejado bien claro que "España da la misma importancia a objetivos económicos y ambientales en Río+20". No ha dicho nada más, suponemos que por discreción. La misma discreción que ha llevado al Ministerio de Agricultura a abrir una web sobre Río+20 en la que aparecen detalladas las propuestas y posiciones de más de un docena de ONG e instituciones... pero no la del propio Gobierno. Al menos sabemos que la necesidad de que Brasil no retire el último tabique de las Cumbres Iberoamericanas va a hacer que el propio Presidente Rajoy lidere la delegación española en Río. Que no le dejen ver noticias de la Bolsa, por Dios.

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