Los ‘tuppers’ como arma ideológica

"Uno de mis vicios más inconfesables es el de no perderme ni una sola portada del diario 'La Razón'. Ya, ya sé que no está bien, pero es superior a mí"

MATT MATERA

“Estética es ideología”, decía un amigo mío diseñador gráfico cuando juzgaba a alguien o algo por su apariencia. Con los años, no sólo me he dado cuenta de que tenía toda la razón, sino que también son ideología muchas otras cosas que no lo parecen. La comida, por ejemplo.

Los asesores de imagen del Gobierno han comprendido el peso político de la alimentación. Lo descubrí practicando uno de mis vicios más inconfesables, que es el de no perderme ni una sola portada del diario La Razón. Ya, ya sé que no está bien, pero es superior a mí. Me pueden sus titulares abriendo a todo tra...

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“Estética es ideología”, decía un amigo mío diseñador gráfico cuando juzgaba a alguien o algo por su apariencia. Con los años, no sólo me he dado cuenta de que tenía toda la razón, sino que también son ideología muchas otras cosas que no lo parecen. La comida, por ejemplo.

Los asesores de imagen del Gobierno han comprendido el peso político de la alimentación. Lo descubrí practicando uno de mis vicios más inconfesables, que es el de no perderme ni una sola portada del diario La Razón. Ya, ya sé que no está bien, pero es superior a mí. Me pueden sus titulares abriendo a todo trapo, como el “Soy del Madrid” con el que informaron de la victoria merengue en la Liga. Y más aún los subtítulos con datos contrastados: “Hoy, muchos aficionados, aunque no sean madridistas, tienen el corazón blanco”. Fue en la primera página del sábado pasado donde me enteré de que Mariano Rajoy, “el presidente más familiar” según el titular, había ido a pasar el puente de mayo a una finca de Los Quintos de Mora (Toledo). “Austeridad y sencillez: viajó en coche y no en helicóptero, e incluso se llevó tuppers de La Moncloa”, decía el maravilloso sumario.

Lo pillan, ¿verdad? En vez de montarse cuchipandas, como diría Berasategui, nuestro querido líder da ejemplo de humildad anticrisis trajinando con unas fiambreras por las carreteras de España. Sufridos oficinistas a los que no os llega ni para el menú del día, no estáis solos. Domingueros de los años setenta, sois otra vez tendencia.

Al otro lado del Atlántico, lo gastronómico también se usa como arma política. Ante los ataques a Mitt Romney por haber maltratado a su perro –lo llevó encima del techo de su coche durante todo un viaje a Canadá–, los republicanos esgrimen que Obama consumió carne de chucho en su infancia en Indonesia. Para los integristas estadounidenses es otra prueba más de que su presidente es el demonio, pero yo no lo veo tan grave. Dudo que ningún carnívoro esté en posición de condenar moralmente a otro por comer animales diferentes a los suyos, y menos en el país que más carne produce del mundo. Siendo sincero, lo que me fastidia es que las Dog Wars no hayan tenido la suficiente relevancia informativa en España como para que La Razón les dedicara una portada. Imagino un titular tipo “El devoraperros” sobre un fotomontaje de Obama zampándose a Lassie: eso sí que habría sido arte en estado puro.

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