Cartas al director

Nos ahogan, y no en broma

La imagen ha dado la vuelta al mundo: la sonrisa diplomática del ministro de Economía se va convirtiendo en un rictus de indignación cuando el responsable (¡!) del Eurogrupo, Juncker, le echa, en la reunión en que pide a España aún más austeridad, las manos al cuello, y eso, ante las cámaras.

En efecto, en España tenemos ya más de cinco millones de parados, y en aumento; más de 12 millones de pobres, cuando ayer eran “sólo” ocho; sufrimos ya unos recortes que angustian a la gran mayoría de las familias; aumentan las tragedias de los ya centenares de miles de desahuciados; y, para no seg...

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La imagen ha dado la vuelta al mundo: la sonrisa diplomática del ministro de Economía se va convirtiendo en un rictus de indignación cuando el responsable (¡!) del Eurogrupo, Juncker, le echa, en la reunión en que pide a España aún más austeridad, las manos al cuello, y eso, ante las cámaras.

En efecto, en España tenemos ya más de cinco millones de parados, y en aumento; más de 12 millones de pobres, cuando ayer eran “sólo” ocho; sufrimos ya unos recortes que angustian a la gran mayoría de las familias; aumentan las tragedias de los ya centenares de miles de desahuciados; y, para no seguir, por no seguir, debido a los recortes en Sanidad, hay personas que están más muertas que la ya durísima cifra de 5,8% de déficit que propone nuestro Gobierno y pretender dar por “muerta”, por parecerle aún poco, Bruselas.

Sin embargo, esos sátrapas del Eurogrupo, que están al servicio descarado de las multinacionales, que engordan exprimiéndonos con lo que osan llamar “la crisis global”, nos exigen aún más sacrificios, hasta ahogarnos del todo de verdad. Porque no hace falta ser psicólogo para saber que las bromas revelan, en forma indirecta, la realidad.

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¿Se habría atrevido Juncker a hacer esa “bromita” al ministro de Francia, a la que respeta, o al de Grecia, cuyos ciudadanos han demostrado ya en la calle que se les debe respetar?

Cada uno en su lugar, —en posiciones que pueden parecer incluso superficialmente contradictorias—, a nosotros toca, pues, el ser realmente “valientes” y “estar unidos”, y no como nos espolean desde Bruselas para inclinar la cabeza y ofrecer el cuello, sino para dar la cara y obligar a esos indignos dirigentes a que dejen de jugar despreciativamente con nuestros más elementales derechos y necesidades, y a que nos respeten.— Martín Sagrera Capdevila.

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