Cartas al director

La RAE y el lenguaje sexista

Después de leer con interés el amplio artículo del señor Ignacio Bosque en el suplemento Domingo, me encuentro con más criterios para defender el lenguaje no sexista, con guías o sin guías, para que a la mujer se nos reconozca dentro de todos los campos profesionales y de la vida. Por supuesto, siempre que exista la posibilidad gramatical de hacerlo. De manera habitual, tengo que firmar documentos como “profesor”, cuando es obvio que yo soy profesora, y durante años tuve que firmar actas y escritos como “secretario del departamento”. El señor Bosque se refugia en unos cuantos ejemplos...

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Después de leer con interés el amplio artículo del señor Ignacio Bosque en el suplemento Domingo, me encuentro con más criterios para defender el lenguaje no sexista, con guías o sin guías, para que a la mujer se nos reconozca dentro de todos los campos profesionales y de la vida. Por supuesto, siempre que exista la posibilidad gramatical de hacerlo. De manera habitual, tengo que firmar documentos como “profesor”, cuando es obvio que yo soy profesora, y durante años tuve que firmar actas y escritos como “secretario del departamento”. El señor Bosque se refugia en unos cuantos ejemplos con los que imagino que la mayoría de las personas estamos de acuerdo. No suena bien gerenta, como no suena bien conserja. Pero tiempo al tiempo. En esta institución, la Real Academia Española, existió un largo período en que la médica era “la mujer del médico”. Hoy día esa acepción provocaría la risa hasta de las personas más conservadoras (espero).

Pregunta el señor académico que qué autoridad poseemos las personas que tan escrupulosamente dictaminamos la presencia de sexismo en determinadas expresiones. Yo no poseo autoridad alguna, pero sí quiero sentirme incluida en los campos de trabajo en los que me muevo. Por eso no me gusta que se me convoque a reuniones con un genérico “Estimados compañeros”, aunque la persona que lo haga, siendo mujer, se denomine a sí misma “director”. Me parece un desatino lingüístico y espero que el tiempo vaya retirando las sombras en las que la Lengua se empeña en mantenernos a las mujeres. Sería deseable que esto sucediera mediante las aportaciones positivas de los 23 académicos y tres académicas que firman el escrito en su periódico. Para que la jueza no tenga que ser “la mujer del juez”.— Lola Pereira. Profesora Titular en el Departamento de Geología de la Universidad de Salamanca.

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Escribo con motivo de la disputa por el género del idioma español porque ya me tienen harta; sí, en femenino, pero porque lo exige las reglas gramaticales, no para sentirme incluida.

Me entristecería profundamente pensar que tantas mujeres creen que el idioma las discrimina. En mi opinión nada más lejos de la realidad. El sexismo está en las personas y no en el idioma. El sexismo está en cómo se emplee el idioma. Yo soy mujer y aún me sorprendo cada vez que un profesor de la universidad nos dicen alumnos y alumnas, ciudadanos y ciudadanas. Y creo que pierden su tiempo porque yo con un simple “alumnos” me habría sentido incluida. El problema viene de la mujer que pueda ofenderse porque es ella misma la que se está excluyendo.

Y eso no quiere decir que no apoye la igualdad de la mujer, por supuesto, como mujer siento en mi propia carne la discriminación que aún hoy existe en el mundo. Pero si los hombres y las mujeres (no se me enfade nadie) creen que la mujer va a prosperar y deshacer las injusticias porque nos digan “nosotras”, en lugar de nosotros, es que estamos mucho más atrasadas de lo que creía.— Beatriz Fernández Rebolledo. Madrid

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