Los adolescentes que inventaron una mascarilla en pleno confinamiento
Un grupo de alumnos de bachillerato de un colegio de Sevilla son premiados por un prototipo reciclable y que con luz ultravioleta esteriliza el aire respirado
En pleno confinamiento, cuando las mascarillas eran un bien escaso, las acciones de empresas o emprendedores alterando sus mecanismos de producción para fabricar equipos de protección, o de los Ayuntamientos, poniendo a funcionar a sus vecinos en la confección casera de este tipo de productos, dejó de ser noticia para convertirse en un bonito gesto solidario. En ese tiempo, ocho alumnos del ...
En pleno confinamiento, cuando las mascarillas eran un bien escaso, las acciones de empresas o emprendedores alterando sus mecanismos de producción para fabricar equipos de protección, o de los Ayuntamientos, poniendo a funcionar a sus vecinos en la confección casera de este tipo de productos, dejó de ser noticia para convertirse en un bonito gesto solidario. En ese tiempo, ocho alumnos del Colegio Escolapios Sevilla, de la barriada de Montequinto, en Dos Hermanas (Sevilla), también se afanaban por diseñar su propio prototipo de mascarillas. Pero con algunos alicientes tecnológicos: eliminar los agentes biológicos del aire respirado para garantizar la imposibilidad del contagio de la covid, mediante radiación ultravioleta, manteniendo, a la vez, el respeto al medioambiente. Su iniciativa, UV-Air, ha sido premiada por el #DesafíoSTEAM, un certamen organizado por la Fundación Telefónica y que este año buscaba reconocer iniciativas tecnológicas para dar una salida a la crisis del coronavirus.
“A muchos nos sorprendía andar por la calle y ver mascarillas no reutilizables tiradas en el suelo, así que pensamos en hacer un modelo para no contagiar y para que no te contagiaran y que fuera respetuoso con el medio ambiente”. Así describe María Álvarez, una de las integrantes del grupo ganador del segundo premio en la modalidad júnior, el origen del proyecto. En el equipo había compañeros que estaban cursando primero de Bachillerato Tecnológico, que se pusieron a investigar la parte técnica, y Biológico, que indagaron en la Sanitaria. Todo se gestó en los dos meses y medio entre la vuelta de Semana Santa y el 5 de junio —fecha límite para presentar el prototipo— en la asignatura de libre configuración Tecnologías Interactivas Integradas, que imparte Segundo Álvarez.
“Para los chavales, presentar uno de sus proyectos finales a un premio es un estímulo tremendo”, explica el profesor. “El prototipo está terminado, pero aún quedarían muchas fases hasta que se pudiera utilizar: probarlo en humanos y pasar las pruebas de certificación y homologación…”, advierte. María, que además de su alumna es su hija, tiene la esperanza de poder desarrollar su modelo hasta el final. “Sería bonito que se pudiera utilizar”, cuenta.
La mascarilla está fabricada con impresora 3D y su modularidad permite que se le acople cualquier filtro específico para la aplicación que se desee, sanitaria, industrial o personal. Ese filtro utiliza luz ultravioleta para que la corriente de aire que se dirige a las vías respiratorias se esterilice antes de ser respirada, reduciendo al mínimo el riesgo temporal de contagio. Su diseño es reutilizable, adaptable, reparable y personalizable, pero, sobre todo, es fruto de un compromiso y un afán de superación, que es lo que realmente destaca el profesor de todo el proyecto.
En pleno confinamiento, los alumnos trabajaron exclusivamente online. “Cada uno tenía su software, sus equipos, uno tenía la impresora 3D. Hemos funcionado muy bien”, apunta Álvarez, para quien el teletrabajo ha sido una ventaja. “Muchas veces, en las reuniones presenciales se pierde tiempo porque alguien llega tarde, se ponen a hablar de otras cosas y cuesta arrancar; en este caso las vídeoconferencias han ayudado a la eficacia”, señala el profesor.
María también coincide en que la distancia les ha permitido “ganar efectividad”, pero reconoce que “no terminan de acostumbrarse a la lejanía que les ha impuesto la nueva normalidad”. Un obstáculo que han suplido con su pasión y compañerismo. “Todos nos hemos implicado muchísimo y nos lo hemos tomado muy en serio”, señala la alumna. “Unos ingredientes que van más allá de una clase ordinaria”, puntualiza Álvarez.
Siga EL PAÍS EDUCACIÓN en Twitter o Facebook
Apúntese a la Newsletter de Educación de EL PAÍS