Elvira Nabiúllina, la economista que mantiene a flote el putinismo
La gobernadora del Banco Central de Rusia ha salvado al Kremlin del colapso desde la anexión de Crimea en 2014 a la invasión total de Ucrania actual
Ninguna guerra se sostiene si los funcionarios dejan de fichar en la oficina. Elvira Nabiúllina (Ufá, 61 años), alabada por políticos y medios occidentales bajo la inocente etiqueta de “tecnócrata”, ha sido la tabla de salvación del putinismo en un buen puñado de ocasiones desde que asumió la dirección del Banco Central de Rusia en 2013. “Disruptora”, “salvadora” y “profesional” son algunos adjetivos empleados hacia ella. Sin su firmeza frente a las presiones de oligarcas y militares próximos a Putin, Rusia ya habría gripado su maquinaria bélica por sobrecalentamiento.
Hija de una familia tártara de la República Rusa de Baskortostán, a más de mil kilómetros de Moscú, Nabiúllina se graduó en Economía en la Universidad Estatal de Moscú en 1986, en plena Perestroika en los estertores de la Unión Soviética. Hasta su nombramiento como gobernadora del organismo monetario desarrollaría toda su carrera en el Ministerio de Finanzas, salvo por un pequeño paréntesis en el think tank del mayor banco de Rusia, Sberbank.
Al año de aterrizar en el banco central, Nabiúllina apagó el primer incendio del putinismo: salvó el rublo de su hundimiento tras las tímidas sanciones impuestas a Moscú por anexionarse ilegalmente Crimea y desatar la guerra en el este de Ucrania en 2014.
Una legislatura de Putin más tarde, Nabiúllina volvió a rescatar la economía rusa de la covid. Un logro menor ante la ‘hazaña’ que fraguó dos años más tarde: salvar al putinismo de las sanciones [aplicadas a medias y progresivamente a lo largo de varios años] por su invasión de Ucrania en 2022.
La gobernadora no se ha pronunciado nunca en público sobre la guerra, aunque siempre le ha gustado enviar mensajes a los mercados con su vestimenta. Cuando Putin lanzó su invasión sobre Ucrania, su “tecnócrata” apareció vestida de luto.
El pragmatismo de Nabiúllina evitó el colapso. Convenció a Putin de que aplicar contrasanciones a Occidente sería peor para las arcas rusas y mantuvo una estricta política monetaria para contener la inflación. Aunque no logró evitar que el Kremlin convirtiera la economía rusa en una economía mixta de guerra -un 40% del presupuesto va a defensa-, sí ha conseguido dar aire a Putin para prolongar el conflicto hasta ahora.
El colosal gasto militar sobrecalentó la economía estos años y la industria civil se vio arrastrada en su espiral. En una medida totalmente impopular, Nabiúllina subió los tipos hasta el 21% durante meses y evitó que el boom armamentístico provocase una crisis sistémica a cambio de sumir al país en una recesión técnica.
Sin embargo, empresarios y banqueros han criticado ferozmente la labor del banco central y han presionado al Kremlin para que Nabiúllina ceda o sea sustituida.
German Gref, presidente de la mayor entidad financiera del país con más de 100 millones de clientes, Sberbank, expuso a Putin sus dos grandes quejas durante un encuentro personal en julio: la estricta regulación y las altas tasas de interés impuestas por Nabiúllina.
“A los bancos no les resulta rentable o les da una rentabilidad negativa [pérdidas] conceder hipotecas, incluso con los programas preferenciales [...] Las entidades están dispuestas a dar hipotecas a rentabilidad cero con tal de mantener la construcción de viviendas”, afirmó Gref.
Además de los elevados tipos de interés, el Banco Central ha restringido la concesión de hipotecas a clientes con una solvencia muy clara. Como resultado, a principios de año había unos 77,7 millones de metros cuadrados de nueva construcción sin vender, un 68% del total, según las estimaciones del medio Kommersant. Y esté parqué solo ha crecido desde entonces.
Un mes antes de la reunión de Putin y Gref, a principios de junio, tres fuentes de la administración rusa contaron a la agencia Bloomberg que el entorno del mandatario lanzó una enorme campaña de presiones contra la gobernadora del banco central para que bajase los tipos de interés.
Aunque Nabiúllina finalmente cedió, hoy afirma estar contenta con el compromiso que supuestamente ha arrancado al Kremlin. Hace unas semanas, en un foro financiero en Moscú, la economista pronosticó unos tipos de interés medios del 12% o 13% en 2026 si el Gobierno mantenía el equilibrio presupuestario y no disparaba el déficit.
“El Banco Central de Rusia considera desinflacionario el proyecto de presupuesto federal del país para el periodo 2026 a 2028”, senteció Nabiúllina hace una semana.
Nabiúllina ha bajado los tipos, pero el Gobierno ruso ha apretado el cinturón aún más a los rusos. Moscú ha anunciado una importante subida de impuestos, incluido el IVA, con la bendición de la gobernadora del organismo monetario.
Según Nabiúllina, su efecto en la inflación será menos prolongado que el impacto de un gasto público sin control.
La “tecnócrata” ha contado con el respaldo crucial del ministro de Finanzas, Antón Siluánov, al defender sus tesis para justificar el incremento del IVA del 20% al 22%. “El aumento del IVA elimina las consecuencias negativas de una financiación inflacionaria del déficit presupuestario”, argumentó Siluánov, quien aseguró que su impuesto está en línea con el de los países europeos sin mencionar que, a diferencia de ellos, en Rusia solamente tienen IVA reducido los alimentos y medicamentos. Un parche más en un barco al que Nabiúllina ha sacado hasta ahora del naufragio.