La larga sombra asiática
Las políticas comerciales estadounidenses pueden generar daños colaterales y ralentizar el crecimiento del PIB
En los primeros compases de Blade Runner, Rick Deckard está sentado en un rincón sombrío de Los Ángeles rodeado de anuncios en japonés y una atmósfera dominada por neones asiáticos. Parece habitar en una ciudad colonizada por el país del sol naciente, donde las megacorporaciones orientales dictan las reglas del juego. Esta visión, en gran parte inspirada por los temores económicos de la era Reagan hacia Japón, cobra un nuevo sentido en el siglo XXI con la rivalidad entre Estados Unidos y China.
Reagan nunca dudó en imponer límites a las exportaciones japonesas. En los años 80, el objetivo era defenderse del “milagro japonés” que amenazaba a las industrias claves americanas. No obstante, siempre trató de preservar las alianzas estratégicas. Décadas después, Donald Trump se enfrenta a China, un rival más complejo.
En su primer mandato, mostró su cariz unilateralmente proteccionista, diferente a Reagan, e impulsó una histórica subida en los aranceles a productos chinos. El 85% de la recaudación por tasas comerciales, 135.000 millones de dólares, vinieron derivadas de productos del gigante asiático. En la reciente campaña electoral, el presidente electo prometió elevar la presión sobre los productos chinos hasta tres veces el nivel actual del 20%. Además, las acciones comerciales se podrían desplegar de manera rápida, usando la vía de la sección 301 y aludiendo a las investigaciones realizadas en 2017 para incrementar inmediatamente las cargas. De hecho, recientemente anunció que los primeros 10 puntos porcentuales se harán inmediatamente después de su nombramiento. Por otro lado, Trump es consciente de las dos ventajas estratégicas estadounidenses. La primera, el menor peso del sector exterior, siendo un 27% del PIB, frente al 37% en China y al 100% en la Unión Europea. La segunda ventaja es el dólar, que continúa dominando el comercio global, con una participación que alcanza el 80% de las transacciones internacionales.
No obstante, el incremento en las medidas proteccionistas puede traer consecuencias poco reconfortantes, como un repunte en la inflación que, de implementarse las promesas electorales, superaría el 3% al final de su mandato. Asimismo, la respuesta a los aranceles podría traer nuevas tensiones a las cadenas de suministro. Por ejemplo, China, que controla el 85% de la capacidad de procesamiento de las tierras raras, podría limitar el acceso a estas materias primas, declaradas esenciales para la seguridad nacional china. El temor estratégico al gigante asiático pervive en el imaginario estadounidense y ha sido un tema clave en la exitosa campaña republicana. En este contexto, Trump se posiciona como un defensor, encargado de “retirar” a los enemigos de América. Sin embargo, sus políticas comerciales, aunque orientadas a proteger los intereses nacionales, podrían generar daños colaterales, como el aumento de la inflación, una disminución en la productividad y, en última instancia, un menor crecimiento económico.