De paneles y turbinas al coche eléctrico: el mundo de productos renovables que controla China
El gigante asiático controla la cadena de producción global de las tecnologías verdes
La economía verde lleva la marca made in China. El gigante ha dejado de lado la producción de bienes de consumo como ropa, juguetes, muebles y electrodomésticos para centrarse en la madre del cordero: los paneles fotovoltaicos, las turbinas eólicas, los vehículos eléctricos y las baterías de iones de litio. No hay país en el planeta que pueda superar las cifras de la industria sostenible china, surgida a mediados de los noventa para satisfacer las necesidades internas, pero que rápidamente se volvió global, impulsada por inversiones masivas del Gobierno, mano de obra barata y energía a bajo coste. Hoy está presente y, en muchos casos, ejerce un control dominante en cada uno de los eslabones que componen la cadena de las renovables: desde la extracción de minerales, su procesamiento y refinado, hasta la manufactura de los productos finales que despacha por todo el mundo.
En los últimos cuatro años, las baterías de iones de litio han superado a los módulos solares, convirtiéndose en el principal artículo de venta al extranjero de la economía verde. Contemporary Amperex Technology (CATL) —una firma nacida en 2011 y que saltó a Bolsa seis años después— copa el 36,8% del mercado mundial de baterías para vehículos eléctricos. Tiene contratos de suministro con fabricantes como BMW, Volkswagen, Daimler y Honda. También ha empezado a extender sus tentáculos en Europa: en Alemania tiene una planta y construye otra en Hungría. “China, reconocida como el centro mundial de fabricación, ha emergido rápidamente como un jugador significativo en la industria automotriz”, advierten en un informe Le Xia, economista jefe para Asia de BBVA Research, y Betty Huang, economista de la misma entidad. El salto en este sector ha sido de gigante.
El año pasado, China puso en el mercado más de cuatro millones de unidades eléctricas (más de un 60% que en el ejercicio previo), superando a Japón (que exportó unos tres millones) como el mayor exportador de automóviles del mundo, tras haber alcanzado previamente el segundo lugar en 2022 al superar a Alemania, según la asociación de fabricantes de automóviles del país asiático. “Los fabricantes chinos de vehículos eléctricos nuevos disfrutan de una ventaja de costes de alrededor del 40% en comparación con sus competidores occidentales”, afirma Barclays. El éxito de la industria china se debe, en parte, a marcas como Tesla, que han aprovechado los menores costes laborales y energéticos del territorio. La firma de Elon Musk ocupa el primer lugar en las exportaciones chinas con un 30% de cuota, según datos de la Asociación China de Fabricantes de Automóviles (CAAM). Y, de hecho, las marcas extranjeras como BMW y Renault representan alrededor del 20% de las exportaciones del gigante asiático.
BYD ocupa el segundo sitio en la tabla de exportaciones de vehículos eléctricos. Además, cuenta con una fuerte presencia global y ha firmado contratos con distribuidores locales e ingresado en mercados como Australia, Colombia, Suecia, la India, Japón, Brasil, Tailandia, Malasia, Países Bajos, el Reino Unido, Francia, Alemania, Irlanda y España.
La vorágine china preocupa a los gobiernos occidentales, que han respondido con mayores tarifas. Estados Unidos ha elevado los aranceles de importación sobre los vehículos fabricados en China del 27,5% al 100%, y para los paneles solares, del 25% al 50%, así como otros productos.
Europa también ha mostrado su indignación por las ayudas que el Gobierno de Pekín da a sus empresas, pero sin dejar de subvencionar la compra de todo tipo de renovables en el territorio. La Comisión Europea ha impuesto aranceles antidumping provisionales retroactivos que van del 17,4% hasta el 37,6% (que se suman al que ya existe de un 10%) y que están vigentes desde el 5 de julio. Europa se queja de que la diferencia de precios ha llevado a un rápido aumento en las importaciones de vehículos eléctricos fabricados en China, pasando de una cuota de mercado del 4% en 2020 al 25% a finales de 2023.
Este no es el único ámbito en el que China ha dejado su marca. “La revolución solar europea es, y seguirá siendo, predominantemente made in China”, afirma Ben McWilliams, experto del think tank Bruegel. “En 2022, más del 95% de los paneles solares de Europa procedían del gigante asiático, que se ha consolidado como el centro mundial de fabricación de energía solar”. En el futuro lo continuará siendo. Tras invertir más de 130.000 millones de dólares (unos 120.000 millones de euros) en la industria solar en 2023, Pekín controlará más del 80% de la capacidad mundial de fabricación de polisilicio (un material crucial para la producción de componentes de paneles solares), obleas (delgadas capas de polisilicio cortadas para formar las células solares), células (dispositivos que convierten la luz solar en electricidad) y módulos (paneles que agrupan estas células para capturar y convertir la energía solar) entre 2023 y 2026, según Wood Mackenzie. “El país seguirá dominando la cadena de suministro solar global y ampliando la brecha tecnológica y de costes con sus competidores”, advierte Huaiyan Sun, experto de la consultora.
Un 50% más barato
Aunque las políticas gubernamentales en algunos mercados, como en Europa, han aumentado la producción local de tecnologías fotovoltaicas, su posición aún no es competitiva. Por ejemplo, un módulo solar fabricado en China es un 50% más barato que uno hecho en el Viejo Continente, y es un 65% más barato que uno estadounidense. Lo mismo sucede con las turbinas eléctricas. WindEurope, la patronal sectorial, afirma que las turbinas eólicas chinas se están ofreciendo en Europa a precios hasta un 50% más bajos que las producidas en el territorio. Bloomberg New Energy Finance (BNEF) asegura que la diferencia es tan solo del 20%. En cualquier caso, el gigante asiático domina la producción mundial con el 60% de los 163 gigavatios (GW) en 2023, según el Global Wind Energy Council. En comparación, Europa y EE UU tienen el 19% y el 9%, respectivamente. La nación oriental exportó alrededor de 1.420 millones de dólares (unos 1.300 millones de euros) en turbinas y componentes a la UE en 2023. Los tres principales fabricantes chinos, Goldwind, Envision y Mingyang, tuvieron pedidos combinados de 55,3 GW en 2022, superando a los 26,7 GW de Vestas, GE y Siemens Energy.
No solo dominan la producción, sino también la innovación. En cuatro años lanzaron 426 nuevos modelos de turbinas chinas, frente a solo 29 fuera de ese país. “El año 2023 fue decepcionante para los fabricantes de equipos originales occidentales”, dice Wood Mackenzie. Las empresas de Europa y América sufrieron pérdidas financieras en un mercado eólico estancado, con una capacidad instalada de 40 GW, una caída del 3% interanual, siendo el peor año desde la pandemia. Paradójicamente, China, el mayor emisor de gases de efecto invernadero, tiene el mando de la nueva economía renovable.
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