Wall Street declara el estado de felicidad permanente: sube un 150% desde la pandemia (y nadie ve aún su techo)

La Bolsa de EE UU está en máximos históricos impulsada por los valores tecnológicos. Los analistas siguen considerando la renta variable como la mejor opción de inversión para el segundo semestre

Un operador de la Bolsa de Nueva York, el pasado 14 de junio.Brendan McDermid (Reuters/Contacto Photo)

El mundo financiero inicia un segundo semestre del año cargado de incertidumbres, pero con las Bolsas, sobre todo las estadounidenses, en máximos históricos. Ni las tensiones geopolíticas, ni las abruptas subidas en los tipos de interés, ni la presión inflacionista ni el moderado crecimiento económico mundial han hecho mella en la renta variable. Las cotizaciones tienen en el sector tecnológico su particular surtidor de gasol...

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El mundo financiero inicia un segundo semestre del año cargado de incertidumbres, pero con las Bolsas, sobre todo las estadounidenses, en máximos históricos. Ni las tensiones geopolíticas, ni las abruptas subidas en los tipos de interés, ni la presión inflacionista ni el moderado crecimiento económico mundial han hecho mella en la renta variable. Las cotizaciones tienen en el sector tecnológico su particular surtidor de gasolina que las lleva a conquistar cotas hasta ahora vírgenes. ¿Veremos en la segunda mitad de 2024 el techo para las acciones? Pocos de los expertos consultados se atreven a hacer una afirmación tan categórica mientras los beneficios empresariales sigan aguantando el tipo.

En el plano puramente económico, las claves para las estrategias de inversión semestrales volverán a ser las sospechosas habituales de los últimos tiempos, es decir, la evolución de la inflación en las grandes economías y su lógica derivada en las decisiones que tomen los bancos centrales sobre el precio del dinero. Los mercados volvieron a equivocarse esperando una rápida bajada de tipos tanto en EE UU como en Europa, que finalmente se ha resuelto con una rebaja de un cuarto de punto en la eurozona, hasta el 4,25% el pasado 6 de junio, mientras que el banco central estadounidense (Reserva Federal) sigue anclado en el 5,5%, pendiente de la evolución de los precios y de la fortaleza de su economía.

Realismo ante expectativas en el mundo de los tipos de interés que volvió a impedir durante el primer semestre del año la revalorización en el precio de los bonos a largo plazo tan anunciada por los analistas a comienzos de 2024. Todos los bonos de los países desarrollados tienen ahora tipos más altos —recordemos que el precio del bono se mueve de forma inversa a su rentabilidad— que a inicios del año. Destaca el caso de Francia, que, tras las elecciones europeas y su inesperada convocatoria electoral legislativa ante el auge de la extrema derecha, ofrece rentabilidades en sus bonos a 10 años del 3,25% frente al 2,68% con las que comenzaba 2024. Un vuelco electoral que se ha convertido en una de las grandes incógnitas en Europa para la segunda parte del ejercicio. El euro, por su parte, pierde desde enero el 3% de su valor frente al dólar al moverse en los 1,08 dólares.

La fortaleza de las Bolsas ha sido la otra gran sorpresa de la primera mitad del año, al adaptarse a la nueva situación resumida por la Reserva Federal en “tipos más altos durante más tiempo”. En Europa, el semestre se ha saldado con subidas en torno al 10% —que tiene aún más mérito después del fantástico 2023— mientras que en Estados Unidos el empuje tecnológico, impulsado ahora por la inteligencia artificial (IA), ha elevado el índice Nasdaq otro 18%, con subida del 15% para S&P 500.

Pero los retos o amenazas del semestre que acabamos de estrenar no se limitan a precios y tipos. Las recientes elecciones al Parlamento Europeo han abierto la puerta de la política a los mercados, y ocurrirá también en noviembre con las elecciones presidenciales en Estados Unidos, que serán fuente de volatilidad e incertidumbre para el dinero. Los inversores estarán pendientes de una geopolítica cada vez más compleja y alarmante con la guerra entre Israel y Hamás, y la invasión rusa de Ucrania. Como resume Raphaël Gallardo, economista jefe de la gestora Carmignac, “hemos entrado en una segunda guerra fría, que comenzó con la invasión rusa de Ucrania. Es una guerra comercial, una guerra financiera, una carrera armamentística convencional y una carrera tecnológica. Esperamos una escalada de las tensiones en la segunda mitad del año”.

A continuación se recogen las previsiones de los expertos para las principales clases de activos con vistas a la segunda mitad del curso.

Renta variable

Los mercados de acciones han sido las estrellas en el comienzo del año con subidas de más de dos dígitos. Los gestores, en general, siguen apostando por la renta variable para lo que resta de año. Eso sí, plantean la apuesta de una forma maniquea: Estados Unidos frente a Europa, grandes valores contra pequeñas y medianas compañías, y tecnológicas en oposición a energéticas y compañías de servicios públicos. Las Bolsas han convivido con éxito con la subida de tipos a largo plazo y habrá que ver cómo se desenvuelven en una fase de abaratamiento en el precio del dinero.

La clave del optimismo sobre las acciones es que las empresas seguirán, según el consenso del mercado, aumentando sus beneficios en lo que resta de año, con una economía estadounidense en suave proceso de desaceleración, y una Europa que ya empieza a crecer. Luca Bindelli, jefe de estrategia de inversión en Lombard Odier, explica que su previsión es que los beneficios crezcan un 11% en EE UU, el 3% en Europa y el 6% en el Reino Unido, mientras el consenso de analistas maneja expectativas del 11%, 5% y 2%, respectivamente. En esta misma línea, Rafael Alonso, analista del sector bancario en Bankinter, considera que la Bolsa es cada vez más atractiva por el crecimiento económico, la moderación de la inflación y unos tipos a la baja que permitirán que los beneficios empresariales aumenten.

Las previsiones hablan de más ganancias empresariales en Wall Street frente a Europa, pero muchos analistas prefieren la eurozona para invertir. La explicación se encuentra en que la Bolsa estado­unidense está más cara que la europea, una premisa que se aplicó también a comienzos de este 2024 y que, sin embargo, no ha impedido a este mercado liderar las subidas del semestre anterior. Luca Paolini, estratega jefe de Pictet AM, ve mayor potencial en “acciones de la eurozona, Suiza y Japón, con valoraciones mucho más atractivas que en EE UU, con diferencia, la región más cara”. Aun así, no aprecia señales de burbuja en Wall Street ya que cuenta con sólidos beneficios. “Además, esperamos que continúe el buen comportamiento del sector de tecnologías de la información y de los servicios de comunicación”.

Luis Artero, director de JPMorgan banca privada en España, también se muestra optimista sobre la Bolsa europea, apoyándose en su valoración baja al cotizar a 13 veces los beneficios previstos, en las recompras de acciones que están realizando las empresas, y en que el 70% de las ventas de las multinacionales europeas se hacen en el exterior. “Prevemos un crecimiento del beneficio del 6% y una valoración de 14,5 veces que llevaría al mercado europeo a subir el 13% en los próximos 12 meses, mientras que el mercado estadounidense de acciones apenas se revalorizaría en ese periodo”, explica.

También Claudio Wewel, estratega de divisas para JSS Sustainable, opta por la renta variable europea, “dado que el repunte del sector manufacturero debería ayudar especialmente a la economía de la zona del euro, impulsada por las exportaciones”. Y añade: “Europa también ha creado su propio grupo de líderes de gran capitalización en sectores como la sanidad, los semiconductores y el comercio minorista. Un aumento del 62% en el gasto militar desde hace una década está hinchando las carteras de pedidos de los contratistas de defensa europeos”.

Sin embargo, las elecciones europeas han virado el sentimiento de algunos analistas. El banco estadounidense Citi cambiaba de opinión tras la convocatoria electoral en Francia, prefiriendo la inversión en Wall Street frente al Viejo Continente por el riesgo político en la eurozona. La gestora Natixis avisa, en un reciente estudio, de que los problemas para Francia, principalmente en el control de las finanzas públicas, pueden extenderse al conjunto de países.

El equipo de estrategia de Wellington Management también prefiere a EE UU y Japón frente a Europa y los mercados emergentes. “Consideramos al primero como nuestro principal mercado desarrollado debido al contexto macroeconómico y a nuestra confianza en el potencial de la IA para seguir apuntalando el crecimiento de los beneficios”, explica. “Seguimos siendo escépticos respecto a una mejora material en China, teniendo en cuenta los problemas inmobiliarios y de confianza de los consumidores”, añade.

Por su parte, Gregory Steiner, jefe global de multiactivos en Goldman Sachs, mantiene su apuesta por “los grandes valores estado­unidenses y la renta variable emergente”. Respecto a Europa, cree que la actual inflexión de la dinámica de los beneficios, unida a la mejora del clima macroeconómico y los primeros recortes de los tipos de interés oficiales, “podría beneficiar al segmento de la pequeña y mediana capitalización”.

Esta previsión de los analistas y gestores, a la que se suman desde Deutsche Bank, por las cotizadas de menor tamaño fue también un mantra repetido para invertir a principios de año, apoyado en rápidas bajadas de tipos que aliviaran la carga financiera de las empresas más modestas por tamaño. Pero no acaba de materializarse del todo. Claudio Wewel indica que los valores pequeños de la zona del euro se beneficiarán de los recortes del precio del dinero debido a su mayor apalancamiento. Y Michel Saugné, codirector de inversiones de La Financière de l’Echiquier, estima que pronto aparecerán “puntos de entrada muy atractivos en la renta variable europea, sobre todo en los valores de pequeña capitalización”. En general, el experto francés muestra su optimismo sobre las acciones al indicar que a los activos de riesgo “aún les quedan días de vino y rosas”.

Bonos

Apostar por los bonos a largo plazo esperando una caída de las rentabilidades y, por tanto, una subida de los precios, volvió a ser un fiasco en el semestre pasado. La deuda pública a 10 años ofrece rentabilidades superiores a las del comienzo de 2024 que se traducen en pérdidas en sus precios, aunque los cupones que ofrecen mantienen un gran atractivo respecto a los tiempos no tan lejanos de los tipos cero en Europa y Estados Unidos. A inicios del ejercicio, volvieron las presiones inflacionistas y la esperada rebaja de tipos se ha hecho esperar y solo se ha materializado en el BCE con un recorte de 0,25 puntos para situar el precio del dinero en el 4,25%.

En Estados Unidos, la elevada inflación y la fortaleza económica han aplazado las bajadas de tipos de la Fed y en Europa las elecciones al Parlamento Europeo y la convocatoria electoral en Francia han llenado de inseguridades a la cotización de la deuda soberana que puede contagiar al resto de los países del euro. Este escenario de volatilidad que afecta a las emisiones estatales también se traslada al escenario de los bonos empresariales, donde, además, se suma la mayor o menor solvencia de las compañías que los emiten.

Jim Cielinski, director global de renta fija de Janus Henderson, sitúa el momento en el que se encuentran los inversores conservadores: “Salvo que se produzca una sorpresa importante en materia de crecimiento o un shock inflacionista, nos cuesta ver que los principales bancos centrales suban el precio del dinero. Por tanto, el riesgo para los inversores es que los recortes sean menores y más lentos de lo esperado”. Y añade: “Preferimos los mercados europeos a los estadounidenses, ya que la economía europea, relativamente más débil, ofrece más visibilidad de una trayectoria de tipos más bajos”. Además, Ciellinski apuesta claramente por la renta fija: “El elevado riesgo político en la segunda mitad de 2024 debería atraer a los inversores hacia los bonos, que ofrecen cierta protección frente a una desaceleración más pronunciada o una escalada de los riesgos geopolíticos”, concluye.

Pero Thomas Maxwell, director de inversiones de la gestora abrdn, ofrece como solución intermedia para este momento volátil en los mercados de bonos la utilización de los plazos más cortos. “Los bonos corporativos y la deuda pública con grado de inversión a corto plazo nos parecen especialmente atractivos. Gracias a sus elevados rendimientos iniciales, estas inversiones pueden ofrecer una rentabilidad en la mayoría de los escenarios”. Y añade: “Nuestro segmento preferido son los bonos corporativos a corto plazo con vencimientos de uno a cinco años. Si la rentabilidad de la deuda pública se mantiene relativamente estable, los inversores pueden beneficiarse de 90 puntos básicos adicionales de rendimiento. Mientras tanto, la deuda de alto rendimiento [high yield o bonos basura] muestra poca prima por el riesgo asumido, lo que nos hace ser cautos”.

En el caso de Goldman Sachs, sus expertos comparten esta visión apostando por los bonos europeos, “donde la visibilidad de la trayectoria de desinflación y del ciclo de bajada de los tipos es mejor y mantenemos la preferencia por las partes más cortas de la curva de rendimientos, que ofrecen mayores retornos y nos parecen mejor valoradas”. También prefieren mantenerse al margen del segmento de mayor riesgo, el high yield.

Divisas, oro, petróleo

Dicen los expertos que, de todos los mercados financieros, el de divisas es siempre el más difícil de predecir por las numerosas variables que lo afectan. Sin embargo, las recientes elecciones europeas están dejando el panorama más despejado, con la caída del euro respecto al dólar y la posibilidad de una vuelta a la paridad entre ambas monedas. Un reciente informe de Barclays indica que por cada 15 puntos básicos que sube la prima de riesgo francesa en sus bonos a 10 años, el euro cae un 0,7%. Los analistas de Citi apuntan a una hipótesis: si el presidente francés Emmanuel Macron dimitiese, la prima de riesgo se elevaría hasta 135 puntos básicos, con el euro en los 1,02 dólares.

En Goldman Sachs creen que, con una economía estadounidense más proteccionista, resultado de las elecciones presidenciales del próximo noviembre, el billete verde podría fortalecerse frente al resto de divisas. Por último, Pedro del Pozo, director de inversiones financieras de Mutualidad, considera que el euro-dólar debería moverse en la banda ancha entre 1,05 y 1,11 dólares, con cierta tendencia a la zona baja a corto plazo, “derivado del mayor dinamismo de la economía estadounidense”.

Las tensiones geopolíticas condicionan el precio del petróleo. En la imagen, pozos en Basra (Iraq).  Mohammed Aty (Reuters/ContactoPh

Muy vinculado a la cotización de las divisas está el oro, un activo al que los analistas ven potencial. Desde Bank of America apuntan a una posible revalorización hasta los 3.000 dólares la onza (ahora cotiza en 2.325 dólares). Una previsión que se basa en el interés financiero por el metal amarillo cuando EE UU empiece a bajar tipos. “Las compras en curso de los bancos centrales también son importantes, y un impulso para reducir la participación del dólar en las carteras de divisas probablemente provocará más compras de oro por parte de estos organismos”, explica James Luke, gestor de Schroders. Este experto ve más variables para confiar en el potencial del metal precioso: “La fragilidad geopolítica y fiscal se combinan hoy para forjar un camino hacia un impulso mundial sostenido y múltiple de los suministros de oro. Esto podría desencadenar uno de los mercados alcistas más fuertes desde que el presidente Nixon cerró la puerta al oro en noviembre de 1971, poniendo fin a la convertibilidad del dólar”.

En el caso de otro de los activos clave, el barril de petróleo, el brent, crudo de referencia en Europa, cotiza en torno a los 87 dólares, un 10% por encima del arranque del año. La importancia de su evolución se acrecienta ahora por sus efectos en la inflación y, derivado de ello, en los tipos de interés. En el petróleo luchan fuerzas contrarias en su expectativa de precios: al alza, los recortes del cartel de la OPEP, un mayor dinamismo económico global y el riesgo geopolítico; a la baja, una menor demanda por menor actividad económica y la sustitución paulatina de los combustibles fósiles.

Pedro del Pozo espera un barril brent en torno a 85 dólares, con un soporte “muy fuerte” en la zona de 80 dólares. “Obviamente, una imprevista y significativa distensión en Oriente Próximo y Ucrania, o bien una fuerte desaceleración económica no prevista, pueden modificar este escenario claramente a la baja”, explica. Francisco Blanch, responsable global de materias primas y derivados de Bank of America, destaca que los inventarios de petróleo han aumentado 1,7 millones de barriles diarios desde mediados de febrero, impulsados en parte por el debilitamiento del crecimiento de la demanda que se desaceleró en 890.000 barriles diarios en el primer trimestre del año. “El petróleo cederá si persisten las rápidas acumulaciones de inventario”. La evolución de China, como principal consumidor, será clave en los próximos meses.

La inteligencia artificial sostiene la fiebre sobre los valores tecnológicos

Los agoreros siguen esperando un pinchazo de las grandes tecnológicas al considerar que se encuentran en claros niveles de burbuja. Sin embargo, las acciones siguen fuertes con el paradigma de Nvidia, cuyo valor ha subido el 162% en el primer semestre del año después de una revalorización histórica del 2.975% en el último lustro. La inteligencia artificial (IA) se encuentra detrás del interés de los inversores y los datos de esta compañía sostienen el impulso: en el primer trimestre del año, su beneficio creció el 628% hasta los 14.881 millones de dólares y su facturación, un 262%. El efecto de su evolución en el mercado es brutal. “Desde comienzos de año, la empresa de Jensen Huang ha aportado nada menos que el 35% de las ganancias del S&P 500”, puntualiza Michel Saugné, codirector de inversiones de La Financière de l’Echiquier. La firma de semiconductores para la IA vale en Bolsa 3,10 billones de dólares.
La fiebre de la IA, que ha dado un nuevo e inesperado impulso a las tecnológicas, continuará, según los analistas de la gestora BlackRock. “Siempre que el gasto corporativo en esta IA siga dando sus frutos, favoreciendo las ganancias y los márgenes”. Y añaden: “Si miramos hacia 2023, el dominio de la tecnología es aún más claro: el sector se ha disparado un 100% desde entonces, mientras que el resto del índice subió un 24%. La IA ha ayudado a impulsar ese desempeño superior, al mejorar las ganancias corporativas de las empresas de tecnología”. Se estima que la ganancia de productividad de las empresas que ya se apoyan en esta tecnología es del 18%, según explica Luis Artero, director de JPMorgan banca privada en España.
Frente a los inversores más temerosos, el fenómeno de la IA no ha hecho más que comenzar. “Creemos que empezará a aumentar el valor de los actores de IA de segunda derivada. Esto incluye todo el ecosistema de semiconductores (desde fabricantes de chips avanzados hasta fabricantes de equipos de semiconductores), empresas que ofrecen sistemas de gestión sostenible del agua para centros de datos, proveedores de energía y componentes eléctricos… y la lista continúa. Aunque puede que estas empresas no acaparen los mismos titulares que las tecnológicas de gran capitalización, el impacto de la IA en sus flujos de beneficios podría no ser menos significativo”, concluye Marc Pinto, jefe de acciones estadounidenses de Janus Henderson.

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