Las vacaciones se cuelan en los viajes de negocios
La inflación no hace mella en las ganas de viajar de los consumidores españoles
Decía el escritor de viajes Javier Reverte que el mejor de los viajes siempre es el próximo. A tenor de la resistencia de los consumidores a abandonar al turismo, algo de razón debe de llevar.
Lo cierto es que, tras un 2020 donde los confinamientos hicieron desaparecer el turismo, con hoteles vacíos y el consumo de servicios en mínimos, en los años 2021 y 2022 el sector protagonizó una de las recuperaciones más extraordinarias del consumo. Daba la impresión de que los consumidores se tomaban la revancha de las act...
Decía el escritor de viajes Javier Reverte que el mejor de los viajes siempre es el próximo. A tenor de la resistencia de los consumidores a abandonar al turismo, algo de razón debe de llevar.
Lo cierto es que, tras un 2020 donde los confinamientos hicieron desaparecer el turismo, con hoteles vacíos y el consumo de servicios en mínimos, en los años 2021 y 2022 el sector protagonizó una de las recuperaciones más extraordinarias del consumo. Daba la impresión de que los consumidores se tomaban la revancha de las actividades relacionadas con el ocio, las vacaciones y los viajes para resarcirse de todo el turismo que no pudieron hacer durante la pandemia.
Tampoco en 2023 los usuarios parecen dispuestos a renunciar a los viajes, ni siquiera ante unos precios de vuelos y hoteles en máximos históricos debido a la inflación y la subida del coste de los carburantes. Aunque más de la mitad de los consumidores españoles están recortando su porcentaje de gasto en casi todas las categorías ante el aumento desbocado de los precios, un análisis pormenorizado revela que la partida dedicada a viajes y hoteles sigue creciendo. Lo muestra un estudio que he realizado dentro de la Cátedra IESE Intent HQ a partir de la base de datos de Fintonic, que contiene 199.833.170 actos de compra realizados por 253.470 españoles entre el 1 de enero de 2022 y 31 de marzo de 2023, y que he incluido en mi último libro, Todo es terrible, pero yo estoy bien, editado por Aecoc.
Según este informe, los consumidores españoles han dedicado un 4,1% más de su presupuesto a viajes y hoteles en el primer trimestre de 2023 comparado con el mismo periodo en 2022. En números absolutos, hablamos de una media de 123 euros por usuario en el primer trimestre de este año versus 113 euros en el mismo periodo del año anterior una vez eliminado el efecto de la inflación, es decir, en precios de 2022.
Los usuarios de Reino Unido no van a la zaga, como corroboró el Sunshine Saturday. Ese es el nombre que recibe en Reino Unido el primer sábado después de Año Nuevo. Se trata de una especie de “día de la marmota” que, en vez de prever si el invierno va a continuar seis semanas más, vaticina cómo se va a comportar ese año el sector del turismo, al ser la jornada en la que más británicos reservan sus vacaciones. Sorprendentemente, los datos del Sunshine Saturday de 2023 fueron bastante positivos: se realizaron un 11% más de consultas online y en apps que en 2020, cuando la covid-19 apenas había entrado en nuestras vidas. Además, 1,9 millones de personas (más del doble que en 2019 y 2020) utilizaron una de las cuatro apps de viajes más populares en Reino Unido.
A la entereza del sector podrían estar contribuyendo dos tendencias al alza: el bleisure y las flex-cations, que podríamos traducir como “ng-ocio” (es decir, una mezcla de negocio y ocio) y “flex-caciones” (unas vacaciones flexibles). El primer término se refiere al hecho de aprovechar una parte de un viaje de negocios para tomarse un par de días de vacaciones; las “flex-caciones”, por su parte, serían la tendencia emergente de extender los viajes de placer, aprovechando la posibilidad de trabajar en remoto desde el destino del viaje.
Ambas tendencias vienen impulsadas por el trabajo a distancia. Y es que, aunque parece que todos los días desayunamos con la noticia de que otra empresa ha decidido poner fin al teletrabajo de sus empleados, cada vez más personas trabajan en remoto al menos un día a la semana y afirman que esa modalidad de trabajo los ha llevado a viajar más. Además, casi un 30% suman el viernes o el lunes a sus estancias de fin de semana y teletrabajan desde su destino de ocio.
Esos dos fenómenos plantean tres preguntas. En primer lugar, ¿realmente se están produciendo estos cambios o solo es una percepción alejada de la realidad? En caso de que la respuesta sea afirmativa, ¿cómo puede afectar al negocio de hoteles, líneas aéreas y agencias de viaje que el consumidor pase a hacer fines de semana extendidos y vacaciones locales breves en lugar de viajes internacionales largos de entre 10 días y 2 semanas? Finalmente, ¿se trata de un fenómeno coyuntural o estamos ante un cambio cultural profundo que sobrevivirá cuando la situación se normalice?
En realidad, este tipo de escapadas son más comunes en Estados Unidos, donde el teletrabajo está más consolidado que en la Unión Europea. En la UE, en cambio, todavía tenemos pocos datos por parte de líneas aéreas y agencias de viaje.
Por otra parte, resulta difícil que la estructura de las vacaciones sufra cambios drásticos. Sí podremos ver cómo el consumidor esquiva las tarifas más altas en sus desplazamientos al no verse obligado a viajar en los días de más demanda. También podrá alargar su estancia, teletrabajando hasta su vuelta.
Por último, es difícil saber si el “ng-ocio” y las “flex-caciones” han venido para quedarse. Esa misma frase la repetimos hasta la saciedad aplicada al teletrabajo y al comercio electrónico, pero el tiempo ha matizado la intensidad de ambos fenómenos. Además, la respuesta variará en función del consumidor sobre el que estemos hablando. Para el español, por ejemplo, prolongar los “puentes”, esos días festivos adyacentes al fin de semana, es una costumbre tan nacional como disponer de ellos, pero es pronto para decir que el trabajo en remoto suponga un cambio fundamental que afecte a los gastos vacacionales y a su estructura a la baja durante mucho tiempo.
Tal vez tengamos que entender los fenómenos del “ng-ocio” y las “flex-caciones” como unos recursos del consumidor para seguir tomando vacaciones y evitar la decisión que, económicamente, sería más racional: recortar un gasto en apariencia tan discrecional en un contexto de inflación disparada, sin visos de reducirse en un futuro inmediato.
Ya hemos visto el aprecio que el consumidor muestra al ocio y el turismo, que solo había interrumpido por causa de fuerza mayor, por obligación y prohibición gubernativa. Ahora que estas circunstancias ya no se producen ¿va a abandonarlas simplemente por tensiones en su cash flow disponible? De momento, parece poco probable.
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