Economía familiar y macroeconomía
Los datos confirman lo que se percibe en el ámbito de las familias: el crecimiento se está produciendo de manera desigual
En los últimos meses hemos presenciado una supuesta desconexión entre la evolución macroeconómica de España y lo que algunos denominan la “experiencia” microeconómica, es decir, la percepción sobre cómo evoluciona la economía doméstica, la economía de las familias. Cuando atendemos a los datos macro y afirmamos que la economía española está yendo bien, rápidamente surgen objeciones ante tales afirmaciones desde quienes consideran que las cosas no son tan positivas como sugieren los grandes indicadores.
Sin embargo, es importante...
En los últimos meses hemos presenciado una supuesta desconexión entre la evolución macroeconómica de España y lo que algunos denominan la “experiencia” microeconómica, es decir, la percepción sobre cómo evoluciona la economía doméstica, la economía de las familias. Cuando atendemos a los datos macro y afirmamos que la economía española está yendo bien, rápidamente surgen objeciones ante tales afirmaciones desde quienes consideran que las cosas no son tan positivas como sugieren los grandes indicadores.
Sin embargo, es importante destacar que la distancia entre ambas visiones no implica necesariamente posiciones contradictorias. De hecho, la información macro no muestra ninguna realidad que necesariamente colisione con los datos micro “percibidos” por parte de la sociedad. Para empezar, debemos matizar esta supuesta desconexión. Así, las encuestas de opinión revelan que mientras muchos encuestados consideran que su situación es positiva, responden negativamente sobre la situación general. Esta diferencia se debe a varios factores, tanto psicológicos como de exposición a información económica, que a menudo tiende a ser más pesimista y se centra en los aspectos negativos. Por lo tanto, para una parte de la población puede que se esté mirando de forma sesgada a la realidad.
No obstante, más de un año de fuerte inflación y disminución de los ingresos en términos reales ha afectado considerablemente a muchas familias. El aumento de los tipos de interés ni ha ayudado ni va a ayudar a la situación. Además, las familias más vulnerables han sufrido más intensamente el aumento de los precios de los alimentos. En estas circunstancias, es comprensible que la visión de muchas familias pueda llegar a ser positiva ante la situación actual.
Sin embargo, los datos macroeconómicos no ocultan esta situación. Cuando afirmamos que la economía va bien, nos referimos a un solo indicador: el crecimiento del PIB, cuya evolución en estos últimos trimestres es realmente sólida. Pero, dicho esto, si observamos la composición de este crecimiento, se vislumbra una importante asimetría en dicha evolución que justifica el malestar entre aquellos que se sienten agraviados ante tanta celebración.
Así, el consumo ha sido el componente del cuadro macroeconómico con peor comportamiento en los últimos dos trimestres, y dentro de este, el consumo de alimentos. Y es que no cabe duda de que la inflación ha obligado a las familias a ajustar esta partida de gasto, generando malestar y, por ello, una percepción negativa de la realidad económica.
Sin embargo, no parece que esta situación se haya traducido en ajustes generalizados. Por ejemplo, el gasto en bienes de consumo duradero no ha empeorado. Dado que la composición de ambos tipos de gasto difiere según el nivel de ingresos de las familias, es evidente que la inflación y sus consecuencias no ha afectado por igual a todos.
¿Y por qué, a pesar de que el consumo no está en su mejor momento, el resto de la economía está prosperando? La respuesta radica en la inversión y el sector exterior, que han impulsado el crecimiento más reciente. En primer lugar, la inversión se ha recuperado rápidamente en el ámbito de la construcción residencial, pero especialmente en maquinaria y equipos. ¿Podrían estos ser los primeros efectos visibles de los fondos Next Generation? En segundo lugar, el sector exterior se ha beneficiado de una mejora en nuestro saldo comercial y, sobre todo, debido a que la caída del consumo afecta a todos los bienes, incluidos los importados, lo cual es un componente que resta crecimiento. Así que, a menor importación, mayor crecimiento. Además, nuestra ganancia en competitividad y posiblemente la debilidad del consumo interno esté impulsando las exportaciones de nuestras empresas como sucedió entre 2010 y 2013.
En resumen, nos encontramos ante una situación que definiría como asimétrica. España está experimentando un crecimiento bastante sólido en comparación con otros países europeos, lo cual es innegable. Sin embargo, este crecimiento no es uniforme ni simétrico en todos los aspectos macroeconómicos. Mientras que el consumo tiene un impacto negativo, otros sectores están contribuyendo a compensar esta situación. Por lo tanto, los datos macroeconómicos confirman lo que se percibe en el ámbito microeconómico: el crecimiento se está produciendo de manera desigual. La cuestión que surge entonces no es tanto acerca de esta aparente contradicción, sino más bien si este crecimiento puede mantenerse a medio plazo con las dificultades económicas que enfrentan buena parte de las familias.
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