Bancos centrales en pérdidas
Las compras de bonos por los bancos centrales obedecían exclusivamente a objetivos de política monetaria, sin ninguna intención de generar plusvalías o minusvalías
El abrupto cambio de signo en la política monetaria, pasando en poco más de un año de tipos negativos a niveles más elevados que los vistos en década y media, así como de comprar masivamente bonos soberanos a eliminar dichas compras y con ello reducir balance de los bancos centrales, va a tener importantes implicaciones sobre sus cuentas (tanto del BCE como de los bancos centrales nacionales), que, en definitiva, son propiedad d...
El abrupto cambio de signo en la política monetaria, pasando en poco más de un año de tipos negativos a niveles más elevados que los vistos en década y media, así como de comprar masivamente bonos soberanos a eliminar dichas compras y con ello reducir balance de los bancos centrales, va a tener importantes implicaciones sobre sus cuentas (tanto del BCE como de los bancos centrales nacionales), que, en definitiva, son propiedad de los Estados.
El principal impacto adverso proviene de los ajustes de valoración a realizar sobre las enormes carteras de bonos soberanos adquiridos en el marco de los programas de quantitatve easing (QE). Casi cinco billones de euros de dichos bonos fueron comprados en ese periodo por el Sistema Europeo de Bancos Centrales, de los que aproximadamente 400.000 millones por el propio BCE y 4,5 billones por parte de los bancos centrales nacionales. En este sentido, el propio BCE, en su memoria anual de 2022, ha reconocido la necesidad de ajustes de valoración de 2.000 millones en su cartera de bonos, ajustes que son cargados contra provisiones previamente contabilizadas, llevando a cero el resultado final.
Mucho más importante será el impacto en las cuentas de resultados de los diferentes bancos centrales nacionales, en cuyos balances se sitúa el grueso de esas compras de bonos realizadas. En todo caso, y como señala el propio BCE en una sección explicativa de dichos ajustes de valoración, así como de su contabilización en la cuenta de resultados, y de la política de traspaso de dichas cuentas hacia los entes propietarios de los bancos centrales (los Estados miembros), los menores resultados (o pérdidas, en su caso) que puedan aflorar los bancos centrales como consecuencia de esos ajustes son absolutamente irrelevantes y en absoluto asimilables a las cuentas de resultados en entidades privadas, entre ellas los propios bancos comerciales, que también registran ajustes de valoración en sus carteras de deuda soberana. Además, el Banco de España, al igual que el BCE, también ha contabilizado en años previos provisiones significativas que podrían ayudar a evitar las pérdidas en 2022.
Esa irrelevancia surge del hecho de que las compras de bonos por los bancos centrales obedecían exclusivamente a objetivos de política monetaria, sin ninguna intención de generar plusvalías o minusvalías, como sí es el caso de compras de bonos por entidades privadas, sean bancos, compañías de seguros o fondos de inversión. Pero es que la menor aportación de esas cuentas de resultados de los bancos centrales a los Estados propietarios se verá compensada por la menor sensibilidad de la carga financiera de los países a elevaciones de los tipos largos, gracias a ese importante colchón de bonos emitidos a tipos muy reducidos durante los años de QE.
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