El valor del acceso abierto

Compartir el conocimiento es uno de los derechos humanos. Por lo tanto, hagámoslo realidad

Maravillas Delgado

Ahora más que nunca necesitamos que la ciencia y la investigación avancen de manera sustancial para afrontar las crisis encadenadas que amenazan nuestro modo de vida. Desde principios del siglo XXI hemos experimentado múltiples crisis: climática, económica, migratoria, de salud y hasta de la democracia. Todas ellas son interdependientes y, por tanto, la salida de ellas requiere una respuesta coordinada. La comunidad científica debería jugar un papel crucial para afrontar los retos globales que emergen de las citadas crisis con nuevas ideas e innovaciones. Sin embargo, los avances en la ciencia...

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Ahora más que nunca necesitamos que la ciencia y la investigación avancen de manera sustancial para afrontar las crisis encadenadas que amenazan nuestro modo de vida. Desde principios del siglo XXI hemos experimentado múltiples crisis: climática, económica, migratoria, de salud y hasta de la democracia. Todas ellas son interdependientes y, por tanto, la salida de ellas requiere una respuesta coordinada. La comunidad científica debería jugar un papel crucial para afrontar los retos globales que emergen de las citadas crisis con nuevas ideas e innovaciones. Sin embargo, los avances en la ciencia no siempre se difunden adecuadamente y se convierten en mejoras para la sociedad en su conjunto. Un claro impedimento es la falta de acceso abierto (OA, por sus siglas en inglés). ¿Qué es exactamente y cómo se utiliza? El OA implica que un artículo está disponible inmediatamente online cuando se publica y es, por tanto, accesible para cualquier persona en todo el mundo, en lugar de solo para suscriptores y previo pago. En su versión más amplia (libre acceso), el artículo se ofrece en abierto bajo una licencia que permite que cualquiera pueda reutilizar, compartir o desarrollar el trabajo. Hay distintos tipos de licencias, de las cuales algunas son más restrictivas y solo dan derecho a leer la publicación.

A pesar del reconocido valor intrínseco de dicha práctica que da visibilidad global y mejor uso del dinero de los contribuyentes, esta dista de ser habitual. En mi campo, las revistas punteras en el área no son de libre acceso. Podría parecer una contradicción, dada la importancia de los avances en economía para resolver los problemas globales que nos acechan. Afortunadamente, revistas científicas generalistas, como las punteras Nature y Science, han avanzado más en este sentido. Por ejemplo, artículos con novedades científicas, comentarios y reseñas están disponibles en abierto. Además, a partir de 2021, Nature ofrece distintas opciones de OA para investigación primaria y ha lanzado proyectos piloto de OA guiado, con revistas como Nature Communications y Scientific Reports. También Science ha mejorado sus políticas, añadiendo Science Advances a su cartera. Lo mismo sucede en otras revistas de calidad en campos como la salud y la medicina.

¿Cuáles han sido los avances y qué retos quedan pendientes? Aunque cada vez son más los que se suben al carro, los avances han sido importantes pero insuficientes. En primer lugar, varios centros de investigación e instituciones requieren que todas las publicaciones académicas resultantes de los proyectos que financian sean OA. Entre ellas están la Comisión Europea, la Fundación de Bill y Melinda Gates y la Fundación de Ciencia de Estados Unidos. En España, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas tiene acuerdos con los editores de revistas que permiten el pago de los costes de publicación de OA a sus investigadores. Además, la promoción del OA a publicaciones científicas se recoge en el artículo 37 de la Ley 14/2011 de la Ciencia. En segundo lugar, los repositorios de las universidades u otras plataformas como ArXiv permiten a los autores almacenar una versión preliminar del artículo, que depende de la política de la revista o del editor y documenta la fecha del avance científico. En tercer lugar, redes de investigación como ResearchGate o Academia.edu permiten también dicho almacenaje, aunque, al no comprobar la política de copyright de las revistas, no validan la legalidad de su contenido. Finalmente, hay revistas que tienen políticas inclusivas para los investigadores en países en desarrollo permitiendo el acceso gratis y tarifas reducidas para publicar en abierto.

Sin embargo, quedan importantes retos pendientes. En primer lugar, algunas disciplinas avanzan más lentamente que otras. Según un artículo publicado en PeerJ en 2018, alrededor del 50% de las publicaciones en biomedicina, matemáticas y medicina clínica tienen el acceso en abierto, pero este no es el caso en otros campos. Empezando por la cola están la química, la ingeniería, la tecnología y las ciencias sociales —incluyendo la economía—, donde las cifras están por debajo del 25%. En segundo lugar, está el temor de que crezcan las llamadas revistas “depredadoras”, como las denominó el bibliotecario Jeffrey Beal, por lo que los editores deben asegurar la calidad registrando sus revistas en un directorio oficial. Finalmente, queda el reto de establecer un conjunto normalizado de reglas que engloben a todas las disciplinas científicas para así poder dar la respuesta coordinada, de la que hablaba al principio. Compartir el conocimiento es uno de los derechos humanos, hagámoslo realidad.

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