Mascotas SA: una industria ‘milmillonaria’ que no para de crecer

La pandemia ha disparado la compra de animales domésticos, generando un potente negocio pero también problemas de sobrepoblación y medioambientales

Un perro en la Bolsa de Nueva York el 14 de junio de 2019, día en que comenzó a cotizar la empresa Chewy.Michael Nagle (Bloomberg)

Los gatos suelen interesarse por una planta de flores blancas llamada Nepeta cataria, también conocida como hierba gatera o menta de los gatos. La olisquean, se frotan en sus hojas y la muerden para experimentar un creciente estado de placer. A veces parece que hasta intenten cazar ratones imaginarios. El mercado de productos para mascotas está en ese mismo momento de éxtasis, con la diferencia de que no vive ninguna alucinación. En Europa occidental, el gasto en comida y accesorios ascenderá este año a 36.500 mil...

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Los gatos suelen interesarse por una planta de flores blancas llamada Nepeta cataria, también conocida como hierba gatera o menta de los gatos. La olisquean, se frotan en sus hojas y la muerden para experimentar un creciente estado de placer. A veces parece que hasta intenten cazar ratones imaginarios. El mercado de productos para mascotas está en ese mismo momento de éxtasis, con la diferencia de que no vive ninguna alucinación. En Europa occidental, el gasto en comida y accesorios ascenderá este año a 36.500 millones de euros, según cálculos de Euromonitor Internacional, un proveedor de investigaciones de mercado. En sus estudios, el crecimiento acumulado en el último trienio del negocio de los amigos peludos alcanza el 13%. Venía avanzando con fuerza antes de la pandemia, pero tras los confinamientos se ha abierto un nuevo ciclo que ha sumado millones de cachorros a una población ya considerable.

Fediaf, la voz de la industria de alimentación animal en Europa, calcula (con datos de 2021) que hay 90 millones de hogares con una o más mascotas. Son cinco millones más que en 2019 y dan como resultado la existencia, en hogares o fuera de ellos, de 113 millones de gatos, 92 millones de perros, 48 millones de pájaros y otros 56 millones de animales entre conejos, peces y tortugas. La Sociedad Estadounidense para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales publicó en mayo del año pasado los datos de una encuesta que reflejaba que una de cada cinco familias había adoptado un gato o un perro desde el comienzo de la pandemia, aproximadamente 23 millones de estadounidenses. Las estimaciones para España realizadas por Anfaac, la asociación de fabricantes de piensos y Veterindustria, hablan de un censo (también en 2021) de 29 millones de mascotas entre perros (9,3 millones), gatos (5,8) y demás adorables amigos. Son 2,6 millones más de perros y 2,1 millones de gatos más que en 2019.

Las empresas nutren tal despegue con miles de ofertas, desde un inabarcable catálogo de alimentos secos y húmedos a gamas cada vez más extensas de camas, arneses, transportines, juguetes, comederos, rascadores o ropa. En España hay unas 5.000 tiendas de barrio; se venden artículos en la mayoría de los 6.516 centros veterinarios existentes y los grandes almacenes siempre tienen su sección especializada, igual que las tiendas asiáticas. Las grandes cadenas tipo supermercados son cada vez más populares (Tiendanimal y Kiwoko, del mismo grupo empresarial, o Petuluku) y se suman a las ramas desarrolladas por grupos de jardinería (Verdecora, Jardiland) y a la creciente oferta online (Riovet, Zooplus, Animalcity, Miscota y muchas otras). Hasta Ikea tiene una gama de muebles desarrollada por diseñadores y veterinarios (Lurvig).

El mundo de los servicios no se queda atrás. Olga de Diego, presidenta de la Federación de Peluqueros Caninos (Fepecae) cifra en miles los negocios activos, “aunque realmente hay muchos ocultos por el gran intrusismo, con gente que se pone a peinar a cuatro perros del barrio en su casa”. Además, hay un nutrido grupo de empresas emergentes con servicios hasta hace poco inimaginables, desde lugares para el autolavado de los canes a aplicaciones que supuestamente “traducen” al lenguaje humano los maullidos de los gatos. Eso, sin contar con la enorme dimensión del negocio veterinario y la cada vez más importante rama de la formación y las residencias caninas.

Un gato en la sala de tomografía del Hospital veterinario Veterios en Madrid.JUAN BARBOSA

Vacunas y chocolates

El mayor productor mundial de medicamentos y vacunas para mascotas y ganado, Zoetis, tiene una capitalización cercana a los 70.000 millones de dólares y sus acciones cotizan a 148 dólares: se han revalorizado un 76% desde enero de 2019. Mars, el grupo familiar estadounidense de las famosas chocolatinas y la comida animal (Pedigree, Whiskas, Royal Canin) desveló este verano que con todas sus marcas factura más que Coca-Cola (45.000 millones de dólares). Nestlé, dueño de Purina, es otro de los gigantes del petcare: publicó unas ventas el año pasado de 15.600 millones solo en la rama de mascotas. Aunque no todas las compañías cumplen las expectativas. La norteamericana Chewy, dedicada al comercio electrónico de alimentos y otros productos, salió a cotizar en el verano de 2019 a 39 dólares por título y ahora está prácticamente donde comenzó, pese a haber alcanzado picos de casi 120 dólares en 2021.

En Asia-Pacífico, la población de gatos (y los vídeos) ha aumentado mucho y se espera que continúe así, igual que la mayor tendencia de las personas a cuidar colonias de gatos callejeros. Muchos países están abandonando la costumbre de alimentar a los mamíferos con sobras del almuerzo y se pasan a las croquetas de pienso seco. La empresa Xuzhou Suchong Pet Products, por ejemplo, se está volviendo popular en el rango de precios más asequibles y las compras online de pienso y otros productos en muchas ciudades chinas. En Taiwán, donde tener mascota se ha convertido en un signo de riqueza, la empresa Just Kitchen creó un servicio de entrega a domicilio de comida para animales recién hecha en una cocina fantasma.

Humanización

El universo del mercado gira en torno a dos palabras que repite la quincena de profesionales consultados para este reportaje: el citado fenómeno de la pandemia y “la humanización”. De lo primero se ha escrito abundantemente: el aislamiento social y el trabajo desde el hogar llevaron a muchas personas a optar por un animal de compañía. Más tiempo en casa permitió un vínculo intenso entre humanos y mascotas, reforzando el segundo de los fenómenos: la transmisión de valores y necesidades de los dueños a las mascotas.

Adolfo Santa-Olalla, presidente de la Asociación Española de la Industria de animales de compañía (Aedpac), observa que las tendencias sociales están llevando a que gente joven, sin un salario adecuado para tener hijos, estén optando por un perro o un gato: “Eso es una realidad”, afirma. En 2021 se cruzó una barrera: ya hay más hogares con perros registrados que familias con niños menores de 14 años. Santa-Olalla añade que, con la mayor longevidad, muchos viudos o viudas tienden a adoptar mascotas para sentirse acompañados.

Los datos parecen confirmarlo. En su libro Just Like Family: How Companion Animals Joined the Household (Tal y como la familia: cómo los animales de compañía se unieron al hogar) (New York University Press: 2021), la socióloga Andrea Laurent-Simpson asegura que la estructura familiar estadounidense está cambiando para incluir especies no humanas. La Asociación Médica Veterinaria de ese país calcula que el 85% de los dueños de perros y el 76% de los dueños de gatos piensan en sus mascotas como familia.

Y esto tiene enormes implicaciones económicas, ya que los mamíferos se han hecho un hueco importante en los presupuestos familiares. Esto, según los expertos, ha convertido una parte de la demanda en inelástica a los cambios en los precios, porque los dueños prefieren privarse de otros artículos antes que hurtar a sus pequeños amigos de tal o cual tratamiento veterinario o dietético, lo que a su vez lleva a unas vidas más largas (y caras) de los animales. De hecho, a medida que envejecen y su metabolismo se ralentiza, las empresas crean más y más alimentos que incorporan suplementos nutricionales con vitaminas, manganeso o ácido hialurónico.

Paco Minguela, que vive en Nigrán (Pontevedra) adora a Margarita (10 años), Bruno (4 años) y Hugo (2 años), sus setter irlandeses rojos. No le importó pagar dos operaciones cuando a Bruno, con ocho meses, le dio por comer piedras. “Creo que desde entonces tiene algún problema con las digestiones, además de su intolerancia al gluten, que descubrimos cuando se comió el borde de una pizza y se puso fatal. Por eso optamos por la dieta Barf (con ingredientes de origen animal sin cocinar)”. Todo ello se traduce en montones de gastos: “Cerca de 100 euros por perro al mes en el último año entre veterinarios, dietas, vacunas, desparasitación…”, calcula. Pero está dispuesto a emplear ese dinero (además de mucho tiempo en paseos y cepillados) porque, asegura, los perros siempre han sido parte de su vida.

Como él, muchas otras familias hacen números cada mes. Los datos de Nielsen para el mercado español en este primer semestre del año apoyan el hecho de que el gasto en comida en España ha crecido un 16%, por encima de la inflación. Es una tendencia global: a medida en que los dueños se obsesionan por comprar alimentos de calidad, se acentúa la polarización de precios: el mercado se llena de productos premium que prometen mejores digestiones o mejores cuidados, pero que son considerablemente más caros, sobre todo para los gatos y los perros pequeños, que necesitan menos cantidades.

Jaime Díaz, veterinario y responsable de marketing en Unavets, una cadena de 83 clínicas en España y Portugal, constata el desarrollo de los cuidados que en otros lugares, como el Reino Unido, Alemania o Suecia, lleva años consolidado. Y eso, dice, ha despertado el interés del gran capital. “En España se ha dado el fenómeno de la concentración. Han entrado varios grupos inversores, sobre todo extranjeros, y han adquirido clínicas y hospitales”. Con los laboratorios farmacéuticos ha pasado lo mismo, con nuevos actores con más poder: Bayer, por ejemplo, vendió en 2019 su negocio de salud animal a Elanco (antes de la farmacéutica Lilly) que ya está entre las mayores empresas de Europa en salud animal. Los distribuidores de medicamentos también están en proceso de fusión y crecimiento. La multinacional americana Covertrus, por ejemplo, adquirió en 2020 la mayoría de Distrivet, la mayor distribuidora del ramo en la península.

El cálculo es sencillo: si las camadas crecen, los gastos de los propietarios aumentan durante los 10 o 15 años siguientes en que viven esos animales. Por eso se han invertido las tendencias. “Antes, los veterinarios españoles se iban a trabajar a mataderos fuera del país o hacían oposiciones. Se cobraba muy poco. Hace años se aprobó el convenio colectivo de clínicas con unos salarios mínimos y ahora a veces es difícil encontrar profesionales en el mercado”, señala Díaz, aunque reconoce que los sueldos todavía no están al nivel de sus pares europeos. En su empresa ya cuentan con varios hospitales y acaban de construir uno nuevo en Madrid de 1.700 metros cuadrados que dará servicio de urgencias en las 24 horas con equipos de diagnóstico de última generación.

José Miguel Doval, presidente de la Real Sociedad Canina, describe que “la conciencia sobre lo que supone tener un perro ha aumentado”, y apunta que durante la pandemia se observó un fenómeno generalizado de crecimiento de demanda y precios de los animales de raza parecido al bum que se vivió en los años noventa. “Ahora estamos en unos 70.000 nacimientos al año de perros de raza con pedigrí. Son menos del 10% de todos los que nacen, porque debemos andar en España por el millón de cachorros anuales en total”. A finales del siglo pasado se llegaron a registrar hasta 100.000 perros de raza al año, pero muchos se exportaban.

Los precios han ido en consonancia a la demanda: 1.000 euros de media cuesta un can de raza hoy en día, aunque varía considerablemente dependiendo de factores como el número de cachorros por camada o las dificultades de la cría.

Pepe Bolaño, criador de golden retrievers de Madrid, solía recibir dos o tres llamadas a la semana de personas interesadas por cachorros: “Pasamos a cinco o seis al día, y así durante todo el 2020″. No hay leyes que digan cuántas camadas puede tener una perra, de modo que las normas sobre la explotación de las hembras, ahora mismo, las ponen los criadores. “Quizá lo nuestro sea un caso extremo, porque criamos poco, seleccionamos y formamos a las familias durante el primer año y tenemos un club de acompañamiento. Pero puedo decir que el 80% de la cría que conozco es familiar, tiene a los perros en buenas condiciones. El mercado tiende a eso. El cliente se acerca a ti y ahora no pregunta primero por el precio, sino por las condiciones en las que están los animales”. Bolaño reconoce que hay un submundo de explotación y maltrato, de perros que se venden con cartillas falsas, que se crían en naves de forma intensiva sin ver la luz del día. Y de clientes que prefieren comprar un cachorro, por unos pocos cientos de euros, a una persona cualquiera que se lo entrega en un cruce de carretera y a quien no volverán a ver más. Por eso cree que la ley de protección, derechos y bienestar de los animales en tramitación “sin ser perfecta, es necesaria” combinada con una mayor concienciación sobre la tenencia y cuidados.

Las leyes son, precisamente, impulsoras del mercado de mascotas por esa humanización de la que hablan las empresas de marketing. España, muy atrasada hasta ahora, se va a poner al día este año con los cambios ya aprobados en enero para que los animales sean considerados seres sintientes y con la norma en tramitación, que incluye medidas como la prohibición de sacrificar sin causa justificada. Quizá también sea un freno a la sangría de abandonos y al hecho de que seis de cada 10 perros y gatos domésticos no estén identificados.

Lola González, directora de la feria Iberzoo+Propet que se celebra cada año en Madrid, recuerda que tras el abandono estaban, hasta ahora, las motivaciones económicas como el problema número uno. Durante 2021, según la Fundación Affinity, las 1.591 protectoras españolas recogieron 285.000 perros y gatos, casi los mismos que un año antes y un 7% menos que en 2019. Un dato muy llamativo es que los problemas económicos argumentados para desprenderse del animal han caído por primera vez hasta la sexta posición, por debajo de las camadas no deseadas, el fin de la temporada de caza y los problemas de comportamiento animal. Algo que vendría a demostrar que, si bien es cierto que las circunstancias de las familias pueden empeorar hasta verse imposibilitadas a atender a sus animales, también lo es que demasiadas personas traen a casa un animal sin pensar en las consecuencias.

La duda de los precios

Queda por ver si esa resiliencia que ha demostrado el sector continúa ahora que los precios están disparados. Tristan Höver y Javier Muñoz, analistas de Euromonitor, explican por videoconferencia desde Düsseldorf que en Alemania, un mercado muy maduro, incluso en los momentos de crisis, los propietarios se resisten a comprar productos más asequibles para sus mascotas. Y prefieren privarse de otros bienes de consumo, de modo que los periodos de ralentización del PIB no coincidían hasta ahora con los de retracción del gasto en animales domésticos.

Pero sabemos que estos tiempos no son comparables a nada de lo que haya pasado antes. En el mercado del alquiler nacional, apenas un 10% de las viviendas disponibles en los portales inmobiliarios admite mascotas, y normalmente se trata de arrendamientos más caros. El alza del precio de la luz también podría limitar la afición a los acuarios o los reptiles, cuyo mantenimiento se ayuda de lámparas o depuradoras de agua. Un número creciente de comunidades autónomas exigen ya un seguro de responsabilidad civil, y en algunas ciudades la convivencia entre dueños de animales y los que no los tienen se tensa. Para el presidente de la sociedad canina, una mayor presión fiscal debería conllevar más derechos para los propietarios. “Es necesario integrar a los animales en la sociedad y no al revés, metiendo en guetos a las personas que los tienen”. Sea como fuere, la explosión de los animales de compañía puede estar lejos de terminar, aunque haya correcciones en el consumo. La industria podría seguir saboreando ese estado de éxtasis.

Supermercados llenos de marcas

Hace más de 20 años, los etólogos Raymond y Lorna Coppinger, en su libro Perros (KNS Ediciones) hicieron un análisis sobre el peso de los canes norteamericanos. Calculando distintos niveles de actividad, tamaños y etapas de los 52 millones de perros que había en aquel momento concluyeron que comían el equivalente a alimentar a 26 millones de personas. “Le doy la vuelta al paquete de pienso de mi perro de 10 kilos y encuentro que recomiendan que lo alimente con 100 kilos de comida al año. A un dólar el kilo, el coste ascendería a 1 billón en todo el país. No me extraña que el negocio de la comida para perros sea una gran idea”, ironizaba Raymond. 
Seguramente piensan lo mismo los grandes fabricantes actuales y, últimamente, los fondos de capital riesgo.
En España, según Cesfag, hay 775 fábricas de piensos animales (incluidos los alimentos para ganado). Agrolimen, el holding catalán propiedad de la familia Carulla, dueños de GB Foods (antes Gallina Blanca), figura en varias clasificaciones a la cabeza entre los productores del continente. Entre sus marcas están Affinity, Brekkies, Ultima, Advance o Libra, y también controla empresas de alimentos en el Reino Unido (Natures Menu) y Nature’s Variety en Estados Unidos, una marca presente en los lineales españoles. 
Como mayores productores, según los datos del Registro Mercantil, le siguen en territorio nacional el grupo Mars (que además de sus enseñas más famosas tiene César, Sheba, Catisfactions, Crave o Nutro), Nestlé (que junto a Purina cuenta con la popular Friskies o Cat Chow) y United Petfood, que produce desde El Burgo de Ebro bajo las marcas Compy (para Mercadona), Solimo y Lifelong (para Amazon). 
Otra multinacional importante es Elmubas con sede en Guipúzcoa y, hasta 2019, propiedad de la familia Bastida. El fondo de capital riesgo Portobello se hizo ese año dueño del grupo, que opera con marcas como MDD, Willowy, Dream, Trophy, Jakan o Le Chef. 

Natalia Orlinska, propietaria del Bunny Cafe' , el primer café vegano de Polonia con espacio para conejos. Artur Widak (NurPhoto via Getty Images)

La gran contradicción verde

La conciencia ambiental choca con el auge de las compras que no mejoran la vida de los animales

La Universidad de Edimburgo calcula que alrededor de 49 millones de hectáreas de tierra agrícola, aproximadamente el doble del tamaño del Reino Unido, se utilizan anualmente para hacer comida seca para gatos y perros, lo que representa el 95% de las ventas de alimentos para mascotas. Los consumidores empiezan a tener sentimientos encontrados frente a los residuos. Mientras que las etiquetas “libres de” ganan popularidad, también lo hacen las compras compulsivas de productos que no tienen un impacto real en la vida de los animales, pero sí (y mucho) en el medio ambiente. De hecho, a medida que los fabricantes compiten entre ellos con una creciente variedad de productos, también lo hacen ofreciendo diseños de sus envases cada vez más extravagantes para conseguir captar la atención de quien pasa por el lineal.

Comida vegana

Algunas tendencias generan intensos debates, como la comida vegetariana para perros, a menudo criticada por los veterinarios. Y el mercado responde una y otra vez con miles de propuestas para no perderse a esos nuevos consumidores.

Purina acaba de lanzar una convocatoria de Unleashed, un programa de innovación que recibe candidaturas de todo el mundo en el que busca productos o servicios que usen nutrición sostenible. Entre los emprendedores respaldados hasta la fecha hay dos empresas españolas: Moa Foodtech y Kibus. La primera combina la biotecnología y la inteligencia artificial para transformar subproductos de la industria agroalimentaria. “El 70% de los gases de efecto invernadero que genera la alimentación procede de los ingredientes”, cuenta Bosco Emparanza, su fundador. “La industria de las mascotas tiene muchísima proteína animal. Lo que hacemos en Moa es coger residuos y subproductos de la industria agraria y revalorizarlos a través de la fermentación”. Angulas Aguinaga, Viscofan, Incarlopsa o Central Lechera Asturiana trabajan con ellos en alimentación humana. Pero su producto, todavía en pruebas, no es equiparable a la proteína vegetal, aunque provenga de la agricultura: “Tiene aminoácidos y ácidos omega 3, 6 y 9. Es digerible por los animales”.

Es solo un ejemplo de lo que puede estar por llegar. En medio del creciente flexitarianismo de los dueños, en Latinoamérica y Asia se lanzan piensos y golosinas a base de insectos. E incluso hay empresas que utilizan el cáñamo en sus preparaciones siguiendo la moda de la legalización en varios países.

Está por ver si esa manida sostenibilidad provoca un cambio real. Hay miles de ejemplos sobre lo contradictorio de las tendencias. Las golosinas son, con mucho, los productos que más crecen en ventas, lo que provoca la multiplicación de los envases. Las heces también comienzan a ser un problema. La empresa de estudios de mercado Fact.MR cifra en 1,12 millones las toneladas de bolsas de perro que se desechan anualmente en el mundo, que generan el 0,6% de los residuos, pero al mismo tiempo se espera que el mercado aumente año tras año hasta, por lo menos, 2032. La arena de los gatos suele ser de arcilla o aglomerante, mezclada con bentonita, o de perlas de sílice. Todas ellas tienen mayor o menor huella ambiental sin que por ahora hayan sido sustituidas por productos con menos impacto. Y luego está la eutrofización (enriquecimiento excesivo del agua con nutrientes) que generan la orina y las heces de los animales de compañía.

La venta de empapadores para que los animales orinen en casa también ha crecido, y ya están disponibles en el gran comercio. Quizá esos dueños que tanto se preocupan por las compras deberían pensar más en sacar a pasear a sus queridos compañeros.

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