Armenia impulsa su sector tecnológico para atraer inversiones al Cáucaso
El país quiere convertirse en un puente entre Asia a Europa para las firmas que pretenden acercar su negocio a Occidente y también apuesta por turismo y agricultura
Decenas de mujeres miran concentradas sus máquinas de coser en una de las plantas de la empresa Alex Textile, una conocida marca de ropa de Armenia, con cinco fábricas y más de un millar de empleados en todo el país. Están trabajando en una planta situada encima de un supermercado en Ereván, la capital. El jefe de producción, Zhoka Mousisyan, muestra dos prendas con la etiqueta de la firma española Zara. “Son encargos que requieren cierta habilidad en la confección”, explica en una sala de reuniones adjunta al taller. A medio c...
Decenas de mujeres miran concentradas sus máquinas de coser en una de las plantas de la empresa Alex Textile, una conocida marca de ropa de Armenia, con cinco fábricas y más de un millar de empleados en todo el país. Están trabajando en una planta situada encima de un supermercado en Ereván, la capital. El jefe de producción, Zhoka Mousisyan, muestra dos prendas con la etiqueta de la firma española Zara. “Son encargos que requieren cierta habilidad en la confección”, explica en una sala de reuniones adjunta al taller. A medio cambio entre Europa y Asia, Armenia quiere ser uno de los destinos de las empresas que planean acercar la subcontratación de la producción a Europa desde Asia, una tendencia al alza tras la crisis en las cadenas de suministro y los altos precios del transporte. “Nuestra ubicación es muy ventajosa, entre los dos continentes, y los costes laborales son reducidos”, destaca Mousisyan.
La economía armenia (con un PIB de casi 13.000 millones de dólares) sufrió durante el peor año de la pandemia, con una caída del PIB del 7,5%, pero luego se recuperó en 2021 con un crecimiento del 5,7%, según explica Vahan Kerobyan, de 45 años, ministro de Economía en el Gobierno que llegó al poder en 2018 tras unas protestas multitudinarias contra las élites. “En el primer trimestre de 2022 hemos crecido un 9,4% y esperamos mantener ese ritmo por varias razones. Una de ellas es que llegan inversiones desde Europa y también de algunas empresas que se están reubicando desde países como Rusia, Bielorrusia y Ucrania a Armenia, donde la situación económica, y la moneda, es más estable”, añade. “También hay inversores con intereses en China que están reinvirtiendo más cerca de Europa, algunas en Armenia”, explica en una entrevista durante un viaje organizado por el Gobierno armenio al que fue invitado EL PAÍS, en el marco de la reunión anual del Comité Europeo de la Organización Mundial del Turismo en Ereván, a comienzos de junio.
El objetivo oficial es mantener una tasa media de crecimiento anual del 7% durante los próximos cinco años. Los principales sectores son construcción, agricultura, minería e industria, y el tecnológico es el sector que más rápido crece. Armenia quiere revitalizar su pasado como uno de los centros tecnológicos y de innovación durante el periodo soviético. “Éramos uno de los Silicon Valley de la URSS, el Silicon Valley del Cáucaso”, recuerda Aram Salatyan, uno de los responsables de Enterprise Incubator Foundation, en un complejo situado a las afueras de Ereván que acoge a empresas tecnológicas locales y extranjeras (colaboran con casi todos los países de la UE, aunque no con España), para compartir conocimiento y maquinaria, y también formar a jóvenes ingenieros.
La apuesta por el sector tecnológico ha dado sus frutos: en 2018 representaba un 1,6% del PIB y en 2021 ese peso creció hasta el 19%. “Tradicionalmente, las exportaciones mineras y agrícolas han sido las más fuertes, pero creemos que nuestro camino es promover el negocio tecnológico”, explica en su despacho en la capital Aram Vardanyan, director de inversiones de Enterprise Armenia, la agencia oficial de inversiones. Decenas de empresas occidentales están llevando parte de su negocio a este país. “La diáspora armenia juega un papel clave en la formación de un ecosistema tecnológico vibrante y que crece rápidamente. En la actualidad, Armenia se está transformando en un hub tecnológico de la región, principalmente por la presencia de gigantes tecnológicos mundiales y unicornios locales, iniciativas educativas innovadoras y una transferencia activa de tecnología”, explica. El elemento salarial es uno de los principales atractivos del sector: con sueldos entre 2.000 y 3.000 dólares, frente a los sueldos medios que oscilan entre 400 y 500 dólares, y unos 250 dólares en el sector textil.
En la Ciudad de la Ingeniería, que alberga a Enterprise Incubator Foundation y a una veintena de empresas tecnológicas locales y extranjeras, se desarrollan proyectos relacionados con el automóvil, la electrónica, mecánica, biomedicina, industria espacial, entre otras. Están creciendo tan rápidamente desde que empezaron en 2018 que están ampliando el campus. En uno de los edificios hay un museo sobre la aportación de Armenia a la tecnología de la Unión Soviética, desde uno de los primeros relojes de mesa, ordenadores, microchips o una foto de Yuri Oganesian, nacido en 1933, autor del elemento 118º de la tabla periódica de Mendeléyev, el oganesón. El país tiene una larga tradición en investigación científica e ingeniería, con muchos licenciados en estos campos.
Ya desde jóvenes hay facilidades para estudiar temas relacionados con la tecnología y la innovación. En el centro Tumo, en un edificio moderno junto a un parque de Ereván, miles de alumnos realizan extraescolares gratuitas con formación en programación. Hay varias sucursales en el país, y fuera, como Berlín, París y Los Ángeles. La fundación tiene entre 15.000 y 20.000 alumnos. El objetivo es llegar a 80.000 en 2025. Es iniciativa de un matrimonio, Marie Lou y Pegor Papazian, que crearon el centro con la ayuda financiera de Sam Simonian, un ingeniero y emprendedor del sector que reside en Dallas (EE UU). “Nuestro objetivo es tener una generación de jóvenes armenios que no tenga miedo a la tecnología y aprendan por sí solos lo que les interesa”, explica Peor Papazian. “Aquí pueden encontrar lo que les gusta, sin notas, ni presiones”, añade Marie Lou Papazian, a quien le gustaría poder abrir un centro en Barcelona, donde la pareja vivió varios años.
Fronteras complicadas
El desarrollo del sector tecnológico ayuda a crecer a un país que tiene una geografía complicada. Con dos de sus cuatro vecinos, Turquía y Azerbaiyán, mantiene una relación muy complicada, con la frontera cerrada desde de los noventa por el lado turco y con una guerra aún vigente en Nagorno-Karabaj en la frontera con Bakú. Al sur, Irán, asediada por las sanciones internacionales desde hace años, y al norte Georgia, un país con el que se lleva bien, pero pequeño. Su principal socio comercial, la economía de Rusia (destino del 17% de sus ventas al extranjero) también está siendo asfixiada por las sanciones tras la invasión de Ucrania. Armenia, además, no tiene salida al mar.
Pese a todo, llevar un producto de Armenia al corazón de la UE son de media unos siete días, y desde Asia, un mes, destaca el responsable de inversiones. “Algunas marcas de moda internacionales se han dado cuenta de que aquí se pueden encargar prendas que necesitan más cuidado en la confección. Pero sobre todo el sector cumple con altos estándares de responsabilidad corporativa”, añade Vardanyan. El textil supone el 2,7% del total del sector manufacturero.
El turismo (sobre todo de la comunidad armenia que vive fuera) y la agricultura (los alimentos procesados, como la fruta deshidratada, suponen un 20% del PIB) son también dos sectores fundamentales. El ministro de Economía explica que la inflación es del 8,5%, similar a Europa, gracias en parte a que pagan un precio fijo por el gas a Rusia.
Sobre la corrupción, asegura: “En 2018 iniciamos grandes reformas en casi todas las áreas para combatir la corrupción sistemática. Ahora hemos mejorado nuestra posición en el índice de Transparencia Internacional en unos 45 lugares”. Está en el puesto 58º en un ranking de 180 países.