Una sopa de letras aún por hacer

Lo que hoy resulta difícil de prever no es la viabilidad tecnológica, sino el impacto económico de cada iniciativa

Panel de cotizaciones en la Bolsa de Madrid.JUAN CARLOS HIDALGO (EFE)

NFT, ETF, IA, RV, WEB3… 2022 se presenta con un conjunto de acrónimos para distintos usos y estrategias digitales que, cargados de promesas, han ayudado al mercado bursátil a alcanzar récords históricos y han instaurado un fuerte optimismo en el discurso de muchos políticos. Pero la materialización de cada promesa no solo depende de aspectos tecnológicos. Y lo que hoy resulta difícil de prever no es la viabilidad tecnológica, sino el impacto económico de cada iniciativa, en continuo cambio y condicio...

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NFT, ETF, IA, RV, WEB3… 2022 se presenta con un conjunto de acrónimos para distintos usos y estrategias digitales que, cargados de promesas, han ayudado al mercado bursátil a alcanzar récords históricos y han instaurado un fuerte optimismo en el discurso de muchos políticos. Pero la materialización de cada promesa no solo depende de aspectos tecnológicos. Y lo que hoy resulta difícil de prever no es la viabilidad tecnológica, sino el impacto económico de cada iniciativa, en continuo cambio y condicionado por cómo se emprenda, fomente, gobierne y regule cada uno de los proyectos perseguidos.

Entre expertos de múltiples disciplinas existe un creciente reconocimiento de esta incertidumbre, con la única certeza de qué tres preguntas clave han de guiar el análisis y desarrollo de cada iniciativa. ¿Qué valor aportará? ¿En qué costes incurrirá? Y, ¿cómo se distribuirán sus beneficios y pérdidas? Para ilustrar la complejidad en los costes, tomemos como ejemplo los ETF (fondos cotizados en Bolsa), un instrumento bursátil con el que minoristas pueden invertir y desinvertir en índices y fondos de inversión con un clic en una aplicación. Una fuerte ganancia de eficiencia, pero que puede esconder potenciales costes sociales con la entrada de inversores poco instruidos movidos más por modas que por una clara comprensión del riesgo en el que incurren. Un temor refrendado por los complejos productos incluidos en ciertos fondos, como derivados exóticos u ofertas de la WEB3 (o web descentralizada), que incluye desde criptomonedas a obras artísticas en formato NFT (Tokens No Fungibles).

A estos potenciales costes sociales se suman posibles costes a la estabilidad financiera, producto del creciente protagonismo de inversores que actúan en manada y de una gestión activa de los fondos que se apoya cada vez más en una inteligencia artificial ciega a riesgos sistémicos. Otros costes —a la democracia, autonomía, salud mental, medio ambiente— también forman parte de esta importante discusión. Un tema adicional difícil de resolver será el distributivo. Como ejemplo, la realidad virtual, puerta de entrada a los “metaversos” de Mark Zuckerberg. Más que ciencia ficción son “súper plataformas” que aspiran a manejar el acceso a toda acción de sus usuarios (compras, lecturas, entretenimiento e información), unido a las interacciones sociales, financieras y profesionales. Algo que ya consiguió WeChat en China. Pero, ¿cómo prevenir la concentración de riqueza y poder en pocos países, firmas o individuos?

2022 ha de ser un año de progreso gradual para que se abandonen certezas y se dé paso a un sinnúmero de preguntas cada vez más precisas y pertinentes. Identificarlas y abordarlas correctamente determinará si esta sopa de letras vuelve a fortalecer nuestra debilitada productividad o nos produce una nueva intoxicación.

Alejandro Neut, de BBVA Research

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