Benjumea: el ocaso de la gran familia andaluza

El clan empresarial llegó a acumular una fortuna de 1.500 millones que se esfumó con la quiebra de Abengoa

Los hermanos Felipe (izq.) y Javier Benjumea, en un acto en Sevilla en 2007.

Ochenta años después de crear el gigante Abengoa, la familia Benjumea pelea por mantenerse a flote después de acariciar la gloria. El hidrógeno es su apuesta actual, pero mientras batalla con la banca por recuperar el capital perdido en la multinacional andaluza -que llegó a los 1.500 millones-, su líder, Felipe Benjumea, se defiende de dos imputaciones judiciales que escudriñan su arriesgada gestión durante 24 años como presidente.

El ingeniero sevillano Javier Benjumea Puigcerver fundó en 1941 Abengoa con un capital de...

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Ochenta años después de crear el gigante Abengoa, la familia Benjumea pelea por mantenerse a flote después de acariciar la gloria. El hidrógeno es su apuesta actual, pero mientras batalla con la banca por recuperar el capital perdido en la multinacional andaluza -que llegó a los 1.500 millones-, su líder, Felipe Benjumea, se defiende de dos imputaciones judiciales que escudriñan su arriesgada gestión durante 24 años como presidente.

El ingeniero sevillano Javier Benjumea Puigcerver fundó en 1941 Abengoa con un capital de 180.000 pesetas junto a su socio José María Abaurre. Después de décadas de crecimiento sostenido como compañía de proyectos eléctricos e ingeniería, en 1991 su hijo Felipe Benjumea cogió el testigo para multiplicar la ambición empresarial y convertirse en líder mundial de las energías renovables. Un trono que logró a costa de un apalancamiento excesivo hasta 2015, cuando la firma presentó preconcurso de acreedores asfixiada por una deuda que alcanzó los 25.000 millones.

Seis años después, Abengoa está hoy con las acciones suspendidas de cotización y a la espera de una ayuda estatal de 249 millones que apuntale la única oferta sobre la mesa para evitar el cierre y despido definitivo de 11.379 empleados, 2.503 de ellos en España. ¿Qué hizo caer a esta familia de pasado aristócrata apartada del poder por la banca acreedora?

“Felipe es tremendamente ambicioso y megalómano, quería estar en la liga de campeones y lo consiguió jugándosela todos los días. En muy poco tiempo y sin capital, ganó partidas imposibles y acertó la gran mayoría de las veces. Pero cayó porque el mercado le retiró la confianza y no tenía detrás capital de un socio industrial, tras negarse a diluirse. Estaba preso del dividendo de la familia”, explica un exdirectivo que trabajó a su lado y exige preservar su identidad. Una decena de ejecutivos del grupo están denunciados ante la justicia, de ahí que impere el anonimato sobre la etapa convulsa en la que se quebró el sueño de la infinita expansión internacional.

Esos años de crecimiento, el presidente se negó a ampliar capital para no perder los mandos de la nave y mantener el 51% de los derechos políticos que acaparaba Inversión Corporativa (IC), la firma que poseen los Benjumea junto a otras poderosas familias andaluzas como los Abaurre, los Olajangua y los Aya. Hoy ese 51% ha menguado al 1,78% tras las traumáticas reconversiones de la multinacional, a dieta para demediar su plantilla que llegó a los 26.400 trabajadores y reducir la deuda a 4.783 millones a finales de 2019.

El fundador de Abengoa tuvo 12 hijos, dos de los cuales varones y herederos tras la jubilación del padre. “En una familia conservadora donde casi todas eran mujeres y cuyo padre quería que fueran esposas de, aparece Felipe. Un tipo con ideas, echado para adelante y que no se contenta con una gran empresa, sino que intenta ser el mejor y se comparaba con Entrecanales y Florentino”, relata otro ex alto directivo. Su hermano Javier, encantador y de carácter expansivo, se limitó a dirigir las relaciones institucionales del grupo.

Con Benjumea al timón, los beneficios de las familias accionistas crecieron de manera exponencial: “Esas familias se entregan a Felipe porque el dividendo se multiplica por cinco y se convierte en Dios. Abengoa tenía una estructura de gestión muy antigua y compleja, donde los consejeros no pintaban nada y la empresa dependía de un solo hombre”, añade este ejecutivo.

Para mantener el timón en los últimos años de su mandato, Benjumea accedió a ampliar capital pero creó las acciones de tipo A y B, estas últimas con capacidad de voto limitada, para seguir controlando los consejos de administración de la multinacional. Mientras, el pasivo crecía y crecía. “La deuda de Abengoa se asociaba a un proyecto, y como esperaba venderlo a futuro, era una deuda en curso y por eso no la contabilizaba”, ilustra otro ex alto cargo.

En ese vertiginoso camino para ser líder mundial de renovables, la firma invirtió en energía eólica en los años 90, vendió pronto y en 2002 entró en bioenergía con grandes resultados. “La amortización de las plantas fue rapidísima, el banco te financiaba las plantas para biocombustible y te quedabas con deuda en el grupo de negocio y con caja en la matriz. Y lo metimos en la solar, pero la solar no fue tan rápido y explosivo como se pensó”, relata otro exdirectivo. Algunos financieros discutieron la línea imperativa de crecer a costa de la deuda, pero Felipe los silenciaba o despedía.

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En 2014, el año de mayor valoración bursátil del grupo, la fortuna de los Benjumea ascendió a 1.500 millones y se convirtió en la familia andaluza más rica por detrás de los Alba, según la revista Forbes. Todos los ex altos cargos consultados alaban la ambición y sagacidad de Benjumea, su increíble capacidad de trabajo, creatividad financiera y liderazgo, pero también su mal perder en los negocios. La banca acreedora exigió apartarle de la sala de mandos en 2015 para refinanciar la compañía, y más tarde el ejecutivo reclamó 1.000 millones al Santander y al HSBC como indemnización por esa ampliación de capital, demanda desestimada por un juzgado. En paralelo, demandó a estos dos bancos por competencia desleal en lo Mercantil, caso también desestimado, pero que Benjumea ha recurrido.

En su periplo judicial, el expresidente se sentó en el banquillo de la Audiencia Nacional por supuesta administración desleal al percibir una indemnización de 11,5 millones tras su relevo, pero salió absuelto en 2018. Ahora el principal dolor de cabeza del expresidente son las dos investigaciones judiciales que le mantienen imputado en la Audiencia Nacional y un juzgado de Sevilla, que estudian un posible maquillaje de cuentas en los megaproyectos desarrollados por 600 sociedades del grupo en los cinco continentes. El expresidente, de 64 años y con 42 cargos en 25 sociedades según el portal Informa.es, ha rechazado opinar para este reportaje.

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No todo son malas noticias para los Benjumea: Inversión Corporativa entró en concurso de acreedores en 2018, pero podría salir en breve después de que el Juzgado de lo Mercantil 3 de Sevilla obligara hace tres semanas a la banca a aceptar la tasación inicial de una bolsa de suelo para 2.000 viviendas en la capital andaluza por 104 millones, que zanjaría un acuerdo de dación en pago de la deuda si la sentencia se hace firme. Los bancos (Sabadell, Unicaja, Caixabank, Bankinter y Santander) presentaron una tasación alternativa por 10 millones, pero el juez la rechazó. “Hay que tener mucho valor para declararle la guerra a los bancos porque te cierran el grifo si quieres seguir con proyectos”, ilustra un ejecutivo. Mientras, la familia mantiene activos por 14 millones en dos sociedades con fincas dedicadas al ganado porcino y la agricultura de secano y regadío.

Tras su traumática salida de Abengoa, Benjumea tardó meses en crear la firma que hoy preside: H2B2, basada en proyectos tecnológicos de hidrógeno en España y Estados Unidos. “Felipe es muy perseverante, para lo bueno y para lo malo. La banca le respetaba, pero los negocios tienen estas cosas”, concluye un exconsejero de la multinacional andaluza.

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