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Racismo migratorio, suicidio europeo

La seducción del modelo social y el Estado del bienestar europeos se acercan a la UVI

El endurecimiento del pacto migratorio conseguido en la Unión Europea, bajo presidencia española en 2023, nos arriesga al suicidio. Por razones políticas y económicas, retroalimentadas.

De entrada, refuerza una percepción de Euro...

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El endurecimiento del pacto migratorio conseguido en la Unión Europea, bajo presidencia española en 2023, nos arriesga al suicidio. Por razones políticas y económicas, retroalimentadas.

De entrada, refuerza una percepción de Europa como potencia encastillada, egoísta, neocolonial.

Eso esteriliza ingentes esfuerzos de apoyo a los países en vías de desarrollo. Ya puede ser la UE campeona en ayuda humanitaria; en ayuda oficial al desarrollo; o a los países ACP (África, Caribe, Pacífico). La echan del Africa subsahariana, y la sustituyen por ¡Rusia y sus falanges Wagner! La ladean los BRICS, cuando de Suráfrica a Brasil, deberían ser cómplices permanentes del modelo europeo de sociedad: les seduce más la propaganda sino-rusa contra Europa como terminal del Imperio, no del mundo libre.

Mientras, China logra aumentar su superávit comercial con el resto del mundo hasta 1,075 billones de dólares (a noviembre), frente a los 992.155 millones (de todo el 2024), pese a los aranceles trumpistas. Y aunque la UE ¡resiste! en el comercio bilateral con EE UU, capota con el conjunto mundial: su superávit global se reduce de 113.000 millones de dólares a septiembre de 2024 hasta 104.300 millones a igual mes de 2025.

Ese declive es paradójico y doloroso. Cuestiona el triunfo de la Unión como primera potencia comercial del mundo. Y la más abierta (suma de exportaciones e importaciones sobre el PIB). Lo que fundamenta su “poder blando”, de brillante radiografía por Anu Bradford, en su The Brussels effect, how the EU rules the world (Oxford, 2020).

La cruzada contra la inmigración “irregular” exhibe un peligro: entre esta y la “legal” ocurren deslizamientos. Los ultras manipulan esta última como bella coartada de aquella, “diabólica”, aunque sea casi irrelevante en cifras, no más de un 10%.

Y lo vamos viendo, se empieza atacando la “irregular”, para desmochar la “legal”. Lo que atenta contra la creación de empleo y el crecimiento del PIB, salvados en la UE —de la pandemia a hoy— por los datos de su potencia más dinámica, España. Como destacan el FMI, la Comisión, el BCE, y… las agencias de rating.

Así lo indica el incremento del racismo migratorio en los 27, desde la Carta de los Quince (15/10/2024) hasta el endurecimiento del paquete migratorio operado el pasado día 8.

Hace un año reconocían la primacía de la Carta de Derechos (parte del Tratado de la Unión) y los convenios internacionales (como el Estatuto de los Refugiados, artículo 33), que prohíben a los Gobiernos “por expulsión o devolución, poner en modo alguno a un refugiado en las fronteras de territorios donde su vida o su libertad peligre” (“Por qué Meloni no se saldrá con la suya”, EL PAÍS, 20/10/2.024). Ahora se les blanquea.

La libertad de circulación de residentes, el mercado interior (y laboral no fragmentado), la seducción del modelo social y el Estado del bienestar europeos, su impronta democrática y su afección a las normas europeas e internacionales de refugio y asilo, se acercan a la UVI. Por culpa de las deportaciones, los campos de concentración (incluso “indefinida”) en terceros países subordinados, la consideración de semidictaduras como países terceros “seguros”, o el ablandamiento de las políticas de solidaridad interna entre los 27 para asumir nuevos flujos. ¿Valores, principios, derechos? Es lo que éramos. No adónde vamos.

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