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‘Criptos’, películas y coches eléctricos: los conflictos de intereses rodean a Trump y Musk

Los beneficios económicos obtenidos por el presidente y su familia y por el hombre más rico del mundo en las primeras semanas del nuevo Gobierno encienden las alarmas en Estados Unidos

Donald Trump, entre Tulsi Gabbard y Elon Musk, el 16 de noviembre en un espectáculo de la liga UFC en Nueva York.Foto: Chris Unger (Zuffa LLC) | Vídeo: EPV

Andrew Harnik, fotorreportero de la agencia Getty, tomó el martes una imagen de apariencia insignificante, pero que ―tal vez involuntariamente (aunque los fotógrafos de prensa casi nunca miran sin querer)― resume mejor que ninguna otra el intenso debate surgido en Estados Unidos sobre los posibles conflictos de interés con sectores como los de las criptomonedas, la producción audiovisual o las redes sociales que pesan s...

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Andrew Harnik, fotorreportero de la agencia Getty, tomó el martes una imagen de apariencia insignificante, pero que ―tal vez involuntariamente (aunque los fotógrafos de prensa casi nunca miran sin querer)― resume mejor que ninguna otra el intenso debate surgido en Estados Unidos sobre los posibles conflictos de interés con sectores como los de las criptomonedas, la producción audiovisual o las redes sociales que pesan sobre la nueva Casa Blanca de Donald Trump, su familia y sus aliados.

En la foto, se ve la mano del presidente sosteniendo una chuleta con los precios (”tan bajos como 299 dólares al mes o 35.000″ en un solo pago) y las ventajas ―”todos son de conducción autónoma, solo hay que activarla (es gratis)”― de los vehículos eléctricos de la marca Tesla, empresa propiedad de su estrecho colaborador Elon Musk, encargado de la voladura desde dentro de la misma Administración con la que el hombre más rico del mundo hace jugosos negocios con sus empresas, especialmente, con la astronáutica Space X.

Ambos comparecieron en la Casa Blanca ante una hilera de cinco coches en un evento asombrosamente parecido a un anuncio de Tesla, en el que Trump se comportó como un vendedor de concesionario y se compró un vehículo eléctrico. Los funcionarios de la Casa Blanca respondieron después a los reporteros que no veían un conflicto de intereses, pese a que no existe precedente de algo así. Según explica Kathleen Clark, profesora de derecho de la Universidad de Washington en San Luis, los funcionarios del Gobierno tienen prohibido promocionar el producto de un amigo, salvo si son el presidente y el vicepresidente. En el caso de Trump, ya en su primer mandato demostró que en estos asuntos tampoco se siente sujeto a las reglas del decoro que sí asumieron sus antecesores en el cargo.

Donald Trump sostiene un papel con las especificaciones de los vehículos Tesla, este martes en la Casa Blanca.Andrew Harnik (Getty Images)

Con esa puesta en escena, el presidente quería ayudar a Musk, cuyo imperio se basa en buena parte en los contratos públicos. Pese a haber construido el imperio de Tesla en parte con dinero del contribuyente, incluidos 465 millones de dólares de la administración Obama, o los miles de millones de ingresos por la venta de permisos de emisión de CO₂, ahora es el dueño de las tijeras de la Administración y tiene acceso a los datos confidenciales de decenas de agencias federales, aunque él ha asegurado que no los usará en su propio beneficio.

El mercado vio claramente las ventajas: la acción de Tesla se disparó a partir del 18 de noviembre gracias a la cercanía al presidente. La perspectiva de que Trump autorizara la conducción automática a nivel federal (Musk cargó contra las regulaciones estatales en la presentación de su robotaxi) dispararon el optimismo en Bolsa: subió el 124% desde la presentación de resultados del 23 de octubre hasta el máximo del 17 de diciembre. Desde entonces ha perdido la mitad de su valor, en parte por los malos datos económicos que venían de atrás, en parte por el papel de Musk como funcionario “especial” del Gobierno ―que ha impulsado al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) el despido de decenas de miles de trabajadores y la congelación de decenas de millones de dólares en programas federales―, que han encontrado la airada respuesta de consumidores decididos a deshacerse de sus vehículos, así como ataques por todo el país a sus concesionarios y a estaciones de carga.

Monedas ‘meme’

Las relaciones de Musk con la administración son inabarcables: desde el posible uso de la IA (donde tiene otra de sus empresas) en el Gobierno, pasando por las sanciones o investigaciones impuestas a SpaceX, Tesla o el propio empresario por entidades cuya eficiencia supervisa: la SEC, regulador del mercado de valores, la FAA de la aviación, o las oficinas de protección del consumidor y las relaciones laborales. La propia elección del nombre para el departamento más polémico de la nueva Administración habla con elocuencia de la íntima relación de esta con el mundo de las criptomonedas, tal vez el sector con más resbaladizos intereses de los miembros de su gabinete. DOGE es el código por el que se conoce la divisa virtual meme Dogecoin, y este activo se ha convertido en un termómetro del estado de ánimo del fundador de Tesla, que ha insinuado la posibilidad de poder comprar sus vehículos con esta criptomoneda. El triunfo de Trump en las elecciones fue interpretado por el mundo cripto como el comienzo de una época dorada, engrasada con las generosas donaciones de los ejecutivos del sector, que presumen de línea directa con el Despacho Oval.

En vísperas de su toma de posesión, el republicano lanzó su memecoin $TRUMP, un activo digital sin base tecnológica ni propósito económico, lo que no impidió que su precio se disparara al calor de las redes sociales. El token llegó a valer más de 15.000 millones de dólares, aunque ha perdido más de un 85% de su valor desde sus máximos. Una reciente investigación del diario británico Financial Times reveló que este proyecto recaudó al menos 350 millones en las tres semanas posteriores al lanzamiento, por más que en la web del token se incidiera en que “no es distribuido ni vendido por Donald Trump, The Trump Organization ni ninguno de sus respectivos afiliados o directivos”. Fue lanzado en realidad por la filial de la Organización Trump, CIC Digital, y por Fight Fight Fight LLC. El 80% de la nueva memecoin está en manos de estas entidades.

Aquella no fue la primera incursión de Trump en el mundo cripto, en cuyos eventos fue una presencia recurrente en campaña. En septiembre, lanzó la plataforma World Liberty Financial, que vende un token exclusivo de utilidad dudosa. La web aclara que el magnate y su familia no son propietarios de esa empresa, aunque en el proyecto participan sus tres hijos varones, Eric, Donald Jr. y Barron. La familia Trump también estaría en conversaciones con el mayor intercambio de criptomonedas del mundo, Binance, para tomar una participación financiera en su filial estadounidense, según publicó este jueves The Wall Street Journal. En 2024, el fundador del exchange, Changpeng Zhao, fue condenado a cuatro meses de prisión en Estados Unidos por lavado de dinero. La administración Trump, a través de la SEC, supervisor de los mercados de valores, ha paralizado la investigación sobre esta plataforma, iniciada durante el mandato de Joe Biden.

En la administración más cryptofriendly de la historia, las sospechas no se centran solo en Trump. David Sacks, el criptozar de la Casa Blanca, fundó en 2017 la firma de inversión Craft Ventures. En su cartera destaca la gestora de activos Bitwise —en la que figura como principal inversor— que, a su vez, invierte en las principales criptomonedas que el propio Trump ha incluido en su orden ejecutiva para crear una reserva estratégica de activos digitales.

El secretario del Tesoro, Scott Bessent, posee entre 250.000 y 500.000 dólares, en el iShares Bitcoin Trust ETF, el fondo cotizado de BlackRock que replica el precio de bitcoin; Robert Kennedy, secretario de Salud, entre uno y cinco millones en bitcoins. El vicepresidente, J.D. Vance, mantiene entre 250.000 y 500.000 dólares en criptomonedas, según las últimas declaraciones financieras, además de fuertes vínculos con los magnates de Silicon Valley Peter Thiel, Marc Andreessen y Ben Horowitz. Y el responsable de comercio, Howard Lutnick, ex de la firma de Wall Street Cantor Fitzgerald, es un defensor de la stablecoin Tether, a pesar de las controversias sobre el verdadero respaldo de esta divisa (que cotiza pegada al dólar).

La administración no ha aclarado cómo resolverá los múltiples conflictos de interés. No solo eso: la Casa Blanca acogió la semana pasada la primera “criptocumbre”. “Gracias, señor presidente”, repetían los empresarios presentes. Entre ellos, estaban los famosos gemelos Tyler y Cameron Winklevoss (antagonistas de otro nuevo amigo de Trump, Mark Zuckerberg), cofundadores de la plataforma cripto Gemini y principales donantes de la campaña de Trump.

Más allá del criptomundo, desde la vuelta de Trump a la presidencia de EE UU, también han salido a la luz numerosos contratos beneficiosos para su familia, como el de Amazon con la primera dama, Melania Trump, a la que la división audiovisual de la compañía de Jeff Bezos pagará 40 millones de dólares por un documental que contará su particular regreso a la Casa Blanca. Es un acuerdo a todas luces hinchado para los estándares actuales de la industria audiovisual y se cerró en una cena en la mansión familiar de Mar-a-Lago antes de que el nuevo presidente tomara posesión.

En el caso de Truth, la red social que fundó el republicano después de su expulsión de Twitter en los días siguientes al asalto al Capitolio, Trump ha dejado a su familia a cargo de la gestión de un espacio que ha convertido en el principal altavoz de sus decisiones. El presidente anunció que sus acciones de Truth Social irían a un fideicomiso controlado por su hijo Donald Trump Jr. Esa proximidad genera dudas sobre su legitimidad para tomar decisiones que beneficien a los suyos.

El acto de los Tesla del martes no fue, con todo, retransmitido en Truth, sino en X, red social antes conocida como Twitter y de la que es propietario Elon Musk.

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