La dana deja daños millonarios en el campo, pero menos que la sequía y el granizo de 2023

Agroseguro estima que el impacto no alcanzará los 1.240 millones de euros que se pagaron el año pasado por meteorología adversa

Una vista muestra los arrozales destruidos de la Albufera en una zona afectada por fuertes lluvias que provocaron inundaciones cerca de Valencia, España, el 31 de octubre de 2024.Nacho Doce (REUTERS)

La violencia con la que ha golpeado la dana ha dejado un paisaje de agua y lodo en el que las líneas entre cultivo y barranco se han difuminado. La peor tormenta del siglo atravesó el sureste de la península con una intensidad devastadora, dejando daños graves en el campo valenciano, que se extienden también a Albacete, Murcia y Andalucía. Cosechas arruinadas, árboles anegados, caminos destruidos y sistemas de riego inoperativos son algunas de las consecuencias que enumeran las asociaciones agrícolas. Cuatro comarcas (Plana de Utiel-Requena, Hoya de Buñol, La Ribera Alta y La Ribera Baixa) han sido los epicentros del desastre, donde el agua aún cubre hectáreas enteras de cítricos, caqui, aguacate y hortalizas. Los daños en la agricultura son graves y siguen en proceso de evaluación, pero los analistas confían en que las pérdidas, aunque significativas, no superarán los 1.241 millones de euros que se alcanzaron en 2023. Así lo estima la Agrupación Española de Entidades Aseguradoras de los Seguros Agrarios Combinados (Agroseguro), que recuerda que el año pasado la siniestralidad registrada por el seguro agrario alcanzó un máximo histórico, con indemnizaciones inéditas, a causa de la sequía extrema y las granizadas.

Los agricultores valencianos, acostumbrados a lidiar con lluvias intensas, nunca imaginaron un escenario como este. Manuel Alcaide, técnico de Coag en la comunidad, sintetiza en pocas palabras la catástrofe: “Los daños por el momento son incalculables. La destrucción es tan extrema que los campos apenas se distinguen bajo el agua y cuando se retire, me temo que no sabremos ni siquiera por dónde estaba cada campo”. En las comarcas de La Ribera, donde la cosecha de caqui apenas había iniciado, se estima que el 85% de la producción ha quedado en el árbol, podrida e inservible. Los cítricos tempranos también han sido destruidos en gran parte, y las variedades tardías podrían correr la misma suerte debido a la acumulación de agua, que favorece la proliferación de hongos y la podredumbre de los frutos.

Los sistemas de riego, tan indispensables para el campo de la región, han quedado dañados o están inoperativos. Esto, sumado a la pérdida de caminos rurales y almacenes para la venta directa de productos, mantiene a los agricultores en un estado de incertidumbre. Con el agua todavía cubriendo gran parte de las fincas, acceder a los terrenos y evaluar la situación es una tarea compleja y lenta, agravada por los continuos cortes de comunicación en algunas áreas rurales. Ricardo Bayo, secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) en la Comunidad Valenciana, explica que muchos productores ni siquiera han podido llegar a sus campos, por lo que habrá que esperar varias semanas para conocer el alcance total de los daños.

Ignacio Machetti, presidente ejecutivo de Agroseguro, reconoce la dificultad de la situación y asume que este evento superará con creces a las danas de los últimos años. Aunque el impacto será alto, está convencido de que los daños serán menores a los registrados hace un año, “sin duda el peor en la historia del campo español”. El récord no se superará porque hasta ahora no se había registrado ningún siniestro climático. “La sequía ha persistido en ciertas áreas como Cataluña o Aragón, pero no ha afectado a todo el territorio”, añade. En cualquier caso, los 1.240 millones de euros del año pasado contemplan todo el territorio, por lo que las asociaciones ponen el foco en la crisis a la que se enfrentarán en los próximos meses los agricultores y ganaderos de la Comunidad Valenciana y, en menor medida, de las otras autonomías donde ha golpeado la dana.

A medida que el agua retrocede, los agricultores deberán enfrentarse a una cruda realidad: aunque las ayudas puedan llegar, es posible que lo hagan demasiado tarde para compensar las pérdidas acumuladas. Para muchos, la catástrofe no representa solo la destrucción de una cosecha, sino una amenaza existencial para su forma de vida y para la cultura agraria de la región. Así lo señala Alcaide, que recuerda que en un entorno caracterizado por el minifundio, el impacto se multiplica para aquellos pequeños agricultores que ya tenían poco margen de ganancia antes del temporal. Los analistas coinciden en que en el epicentro del desastre, un 50% de los recolectores de naranja y un 90% de los de caqui están asegurados, pero el resto se enfrentan a un panorama desolador, sin ayudas garantizadas por parte del Gobierno. Tanto en UPA como en Coag subrayan una preocupación latente al respecto y creen que es urgente que los que no tienen seguro reciban algún tipo de apoyo. De lo contrario, muchos se verán forzados a abandonar sus tierras.

Bayo detalla que este jueves tuvieron una reunión con la consejería en la que las organizaciones agrarias coincidieron en la urgencia de atender primero las necesidades más apremiantes, como garantizar que las explotaciones ganaderas puedan alimentar a sus animales. También es fundamental facilitar el acceso a las fincas mediante la reparación y limpieza de carreteras y caminos. Junto a ello, pidieron ayudas para la gente del campo que no está asegurada a fin de cubrir, aunque sea de forma parcial, las pérdidas. “Pedimos que se despliegue una batería de ayudas que ofrezca una segunda oportunidad a quienes están a punto de perder su campaña y parte de sus explotaciones, para que puedan continuar en el negocio agrícola y no renuncien definitivamente a su labor. En este sentido, la conselleria no descarta ninguna opción, aunque se reconoce que los recursos son limitados. Se prevé una coordinación con el Gobierno de España, por lo que esperamos que estas ayudas se concreten pronto”, relata.

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