¿Pronóstico reservado? ¡La nave va!
España cerró 2023 con déficit del 3,66% y la deuda bajó al 107,7% gracias un crecimiento que quintuplicó la media de la eurozona y propició una recaudación impositiva récord
¿Cuál es la fotografía-resumen de nuestras finanzas públicas? Un flash: mejoran a datos vista. Con el cómputo del déficit y la deuda de 2023 ha sucedido algo parecido a lo acontecido con el crecimiento del PIB (vean esta columna, de 3 y 10 de febrero). Que las previsiones oficiales se han revelado ajustadas a la realidad. Y que la mayoría de las demás proyecciones eran de pronóstico muy… reservado. Recordémoslo. Para otorgar más credibilidad a quien acierta y menos a quien yerra. Y para tomar decisiones en 2024.
Así, según el registro oficial, a corroborar por Eurostat,...
¿Cuál es la fotografía-resumen de nuestras finanzas públicas? Un flash: mejoran a datos vista. Con el cómputo del déficit y la deuda de 2023 ha sucedido algo parecido a lo acontecido con el crecimiento del PIB (vean esta columna, de 3 y 10 de febrero). Que las previsiones oficiales se han revelado ajustadas a la realidad. Y que la mayoría de las demás proyecciones eran de pronóstico muy… reservado. Recordémoslo. Para otorgar más credibilidad a quien acierta y menos a quien yerra. Y para tomar decisiones en 2024.
Así, según el registro oficial, a corroborar por Eurostat, el déficit público se situó en el 3,66%, dos décimas largas menos de lo prometido en abril por el Gobierno en su plan enviado a Bruselas (3,9%). Una reducción de un punto desde 2022 sobre lo previsto. Y una notable diferencia respecto al panel de los 19 servicios de estudios compilado por Funcas: el 4,3%, en su edición de enero de 2023, que luego se adaptaba a medida que la realidad les corregía.
Como campeones del desacierto sobresalieron Repsol, que proyectó un déficit del 4,4%; Caixabank (4,2%) y el BBVA y la Airef (4,1%). Su error perjudica al clima económico, desincentiva la inversión y estimula a la caverna. Pero seamos generosos: todos cometemos alguno. En este caso era de manual, por el fiasco previo al subestimar el crecimiento del PIB: el panel de Funcas lo calculó al 1,9%, y resultó del 2,5%.
Lo destacable es que la senda es positiva. Compárese con la de Francia: un déficit del 5,5%, seis décimas más que lo previsto oficialmente y siete más que en 2022.
Algo similar sucedió con la deuda. Bajó al 107,7% sobre el PIB, desde el 120% en 2020; 118,4% en 2021; y 113,2% en 2022: tres ejercicios continuados rebajándola. Alguna décima mejor que el cálculo del Gobierno (108,1%) y varias que el de la Airef (entre 108% y 110,1%, según sus versiones sucesivas).
Todo ello se debió a un crecimiento que en 2023 quintuplicó a la media de la eurozona y propició una recaudación impositiva récord: 271.935 millones (un alza del 6,4%). Para otear el ejercicio de 2024, estemos atentos al inminente cierre del primer trimestre recién concluido: el Banco de España proyecta un crecimiento del 0,4% (frente al 0,6%% del último cuarto de 2023); algunas entidades privadas consultadas (Expansión, 3 de abril), lo elevan a un punto, gracias al tirón industrial y de los servicios, también los no turísticos. En todo caso, mucho más que lo previsto en Alemania para el año (0,1%).
Consecuencias: la Bolsa por las nubes (el Ibex superando los 11.000 puntos); la prima de riesgo al 83 (por 137, Italia); el empleo, rozando los 21 millones de afiliados… Claro que estas cifras acarrean cojeras o “elementos de debilidad”, como los bautiza el siempre cortés Banco de España: sobre todo la baja productividad, o la preocupante caída de la inversión, el estancamiento europeo y las incertidumbres de las guerras. Pero la nave va.
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