Veinteañeros e inversores: “Hay que tener un colchón, no confío en cobrar una pensión digna”
En un entorno de precariedad y desconfianza hacia el sistema, algunos jóvenes colocan en los mercados parte de sus ahorros para hacerlos crecer
Mientras las estrecheces dominan la economía doméstica de los jóvenes españoles, atrapados entre un mercado de alquiler al alza y una tasa de desempleo que complica la emancipación del hogar familiar, algunos veinteañeros logran rascar ahorro a trabajos puntuales y pagas paternas para iniciarse en el mundo de la inversión. Los consultados, parte de una minoría de su generación, compran sobre todo acciones, aunque se inicia...
Mientras las estrecheces dominan la economía doméstica de los jóvenes españoles, atrapados entre un mercado de alquiler al alza y una tasa de desempleo que complica la emancipación del hogar familiar, algunos veinteañeros logran rascar ahorro a trabajos puntuales y pagas paternas para iniciarse en el mundo de la inversión. Los consultados, parte de una minoría de su generación, compran sobre todo acciones, aunque se iniciaron en el arriesgado mundo de las criptomonedas. El trayecto suele tener un origen común: redes sociales como X y plataformas como YouTube de donde sacan ideas de inversión. Sus objetivos cuando pulsan el botón de comprar son variados: la tranquilidad financiera de complementar el salario futuro con otras rentas pasivas, preparar el terreno para saltar luego al inmobiliario, o incluso, a mucho más largo plazo, la construcción de una alternativa a unas pensiones cuya sostenibilidad consideran incierta.
A su favor juega, sobre todo el tiempo, un gran aliado para que las rentabilidades se acumulen imponiéndose a la volatilidad y los altibajos del corto plazo. En su contra, la escasa capacidad de ahorro propia de la edad, exacerbada por la alta inflación y los precios prohibitivos de la vivienda, así como el riesgo de que las comisiones devoren una proporción alta de lo invertido si no eligen el banco o bróker correcto desde el que efectuar las operaciones.
“Me gusta ahorrar desde pequeño”
El coruñés Juan Claramunda, estudiante de último curso de Magisterio, vive en casa de sus padres. Ya tiene invertidos en acciones entre 6.000 y 10.000 euros siguiendo la estrategia value que popularizaran Benjamin Graham primero y Warren Buffett después. La teoría, sobre el papel, es sencilla: buscar empresas infravaloradas por el mercado, y, por tanto, con alto potencial de revalorización. La práctica no lo es tanto: un mal ciclo económico puede hacer olvidar a los inversores los fundamentales de una compañía durante años, por lo que se requiere de paciencia, y nada garantiza que las acciones de la compañía escogida estén de verdad por debajo de su precio. Todo depende de la calidad del análisis previo a la adquisición.
Por videollamada, Claramunda, de 21 años, hace un breve resumen de su desembarco en el mundo de la inversión. “Desde pequeño me gustaba ahorrar dinero, y ya con 19 años empecé a leer libros, entre ellos Padre rico, padre pobre [un best seller de las finanzas personales, obra de Robert Kiyosaki]. Me di cuenta de que el dinero en el banco pierde poder adquisitivo, así que busqué formas de moverlo. La Bolsa es un lugar fabuloso para eso”.
Se declara un gran seguidor de los análisis de mercados de José Luis Cárpatos. “Desayuno, como y ceno con sus vídeos”, afirma. Y como otros partidarios del tan en boga nudismo financiero que impregna las redes, Claramunda comparte en X qué acciones compra y a qué precio con los casi 10.000 seguidores de su cuenta @InversorNovato_. “Mucha gente se ve reflejada en mí. Les gusta ver qué hace alguien que está empezando como ellos”.
¿De dónde saca el dinero? Una parte viene de lo que le da su familia y el resto de entrenar a un equipo de fútbol. No despilfarra, pero tampoco practica la austeridad extrema. “Más que la libertad financiera, quiero la tranquilidad financiera. No creo que deje de trabajar, igual jubilarme antes”, plantea. Duda del sistema de pensiones. “Hay que tener un colchón para cuando llegue el momento, no confío en cobrar una pensión digna”.
“No tenemos tanto que perder”
La misma edad tiene el cacereño Carlos Jiménez, que este año acabará un grado en dirección y gestión de empresas digitales por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. En 2020, en pleno bum de las criptomonedas, probó a comprar algunas de ellas. Empezó bien, pero acabó mal. Fueron cantidades muy pequeñas, pero algo le hizo clic, y comenzó a invertir junto a Pedro, Tao y Víctor, tres compañeros de su residencia universitaria. “Decidí empezar a educarme en este mundillo, ver vídeos como los de los canales Healthy Pockets o El arte de invertir, leer libros como Un paso por delante de Wall Street, hacer cursos y seguir a gente en Twitter”.
Hijo de un director de banca y de una funcionaria, el alquiler de su piso lo pagan sus padres. Sus pequeñas inversiones, que suman unos 2.000 euros, las ha financiado trabajando en verano en Domino’s y McDonald’s, y con algo de la paga familiar. “Al ser jóvenes, no tenemos tanto que perder como un adulto con mujer e hijos, por lo que solo nos queda equivocarnos y aprender como esponjas. Lo más complicado es tener suficiente dinero para invertir, ya que o trabajas a la vez que estudias, o te será mucho más difícil”.
Actualmente tiene las criptomonedas bitcoin y ethereum, y algunas acciones de dividendo. “Creo que falta mucha educación financiera en España y entre los jóvenes. Si ganan 1.000 euros al mes en algún trabajo no dedican ni un euro a invertir”, dice. “Invierto por tener en un futuro libertad financiera. Trabajar en lo que me guste y tener un ingreso extra de 2.000 o 3.000 euros al mes de forma pasiva por inmuebles o acciones”, añade.
“La actitud influye”
En Archidona, un pueblo malagueño de poco más de 8.000 habitantes cercano a las provincias de Córdoba y Granada, vive en casa de sus padres el joven Samuel Alba, de 22 años. Estudiante de Finanzas y Contabilidad, durante los encierros pandémicos empezó a escuchar podcasts como el de Jordi Wild y Juan Ramón Rallo, y se abrió en Twitter la cuenta @InversorUniversitario. “En redes solo veía a gente que invertía muchísimo capital, y yo me sentía un poco alejado de todo eso, así que quise enfocar mi cuenta en cómo una persona de pocos ingresos y muchos gastos busca la forma de invertir algo”, explica.
Tras una primera experiencia con criptomonedas, se decantó por la Bolsa, concretamente por los fondos indexados: alrededor de un 80% de sus 1.100 euros están en el índice MSCI Global y el resto en Asia. Sus ingresos son variados. Da clases particulares de contabilidad a estudiantes del grado superior y saca unos 150 o 200 euros al mes, de los que invierte la mayoría. También ha trabajado en verano en Mercadona, ha editado vídeos, y ha hecho prácticas de asesoría fiscal para pagarse la carrera y su manutención, ayudado además por becas.
Su caso es un ejemplo de que no siempre hay unos padres pudientes detrás. Nacido en un entorno de clase obrera donde no sobra demasiado, en su familia temen que en los mercados pierda dinero que pueda necesitar, pero él asegura que no arriesga nada que vaya a precisar para lo fundamental: sus estudios, y aboga por la cultura del esfuerzo para tener más fuentes de ingresos. “No creo en la meritocracia al 100%, está claro que quien tiene dinero accede a mejores trabajos al pagarse mejores carreras, pero la actitud influye. Yo doy clases particulares, edito video y saco la carrera. Tres cosas. La mayoría de jóvenes de mi edad solo hace una”.
Su intención, cuando pueda ahorrar más, es cambiar de método de inversión al inmobiliario o los dividendos. Está convencido de que seguirá habiendo pensiones cuando llegue a la edad para cobrarla, pero no de que puedan proporcionar el mismo bienestar que ahora. “El problema es la cantidad que tengamos. Si te dan una de 600 euros y quieres vivir con ella, allá tú. Yo prefiero tener invertido mi dinero y cuando llegue el momento sacarlo poco a poco”.
“Falta entender la inflación”
La última operación de Alejandro Cirilo, madrileño de 20 años que vive en Granada, fue una venta de acciones de la empresa Italian Sea Group, dedicada a la construcción de yates de lujo. Dice haber ganado 2.000 euros. “Un comienzo de año espectacular”, espeta al teléfono. Su historia tiene mucho en común con la de otros de los jóvenes inversores. Empieza en la fiebre por las criptomonedas, evoluciona hacia la Bolsa para reducir riesgos y se vale de trabajos temporales para ahorrar.
La idea de invertir, sin embargo, no pasó por su cabeza hasta que un amigo le habló de la película El lobo de Wall Street. La vio, le gustó, y se propuso imitarla haciendo dinero en los mercados. Tras ganar algo con las criptomonedas, reconoce que sus primeros pasos en la Bolsa fueron un desastre, así que optó por formarse y se sacó el título de asesor financiero EFPA certificándose en el Instituto de Estudios Bursátiles (IEB). Ahora, trabaja en una cadena de ropa, comparte piso con su pareja pagando el alquiler de su bolsillo, y asegura tener invertidos entre 15.000 y 25.000 euros —prefiere no dar la cifra exacta— tras dos años de altas rentabilidades: 41% en 2022 y 35% en 2023. “Entre los jóvenes falta entender lo que es la inflación. En el futuro vas a querer comprarte una casa y no vas a poder hacerlo si no te pones objetivos financieros”, recalca.
En su entorno, como suele ser habitual, la reacción cuando habla de inversión es de sorpresa y cierta incomprensión. “En mi familia creen que mis inversiones son más arriesgadas de lo que en realidad son”, relata. Dice disfrutar de analizar empresas y quiere convertirlo en su trabajo creando un programa formativo para quienes estén interesados en aprender a invertir. ¿Es imprescindible tener un colchón para empezar? “Es importante trabajar para poder tener ingresos e invertir, pero también lo es crear el hábito. Si empiezas con 50 euros, aunque no vayas a generar casi nada, estás creando un hábito que en cuanto empieces a ganar más te va a dar rentabilidad”, defiende.
Sigue toda la información de Economía y Negocios en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal