El olivar ya no seduce ni a los inmigrantes temporeros
Los albergues registran su menor ocupación histórica mientras las cooperativas ajustan las plantillas y se unen para la molturación
En plena campaña de recogida de la aceituna, los albergues para temporeros de la provincia de Jaén apenas tienen una ocupación media del 25%. Se trata del peor registro desde que se implantó, hace ya más de dos décadas, esta red de alojamientos, pionera a nivel...
En plena campaña de recogida de la aceituna, los albergues para temporeros de la provincia de Jaén apenas tienen una ocupación media del 25%. Se trata del peor registro desde que se implantó, hace ya más de dos décadas, esta red de alojamientos, pionera a nivel nacional, que da cobijo de forma transitoria a los jornaleros que llegan en busca de trabajo al olivar. Por segunda campaña consecutiva, la sequía ha provocado un recorte brutal de la cosecha oleícola y en muchas comarcas productoras apenas se llegará a un tercio de la producción media.
Los usuarios mayoritarios de los albergues son migrantes temporeros que llegan cada año a una comunidad donde este año, según la Consejería de Agricultura, se prevén 5,7 millones de jornales en las tareas de recolección de la aceituna, que se desarrolla en 300 pueblos andaluces con olivar. Pero esta temporada, a falta de los datos oficiales, la llegada de migrantes quedará muy lejos de los 4.000 que llegaban de media en una campaña normalizada, o de los 8.000 que marcaron el pico más alto en los años de mayor producción.
Este año han sido una docena los albergues abiertos en la provincia, con una capacidad global de unas 500 plazas, pero la ocupación es tan baja que incluso uno de ellos, el de Alcaudete, ya ha cerrado sus puertas. En ellos, los temporeros pueden estar hasta un máximo de cinco días mientras encuentran trabajo en alguno de los tajos olivareros. Ya el año pasado, cuando también cayó el empleo por la sequía, la ocupación media de los albergues no pasó del 34%.
La caída del empleo en el olivar ha provocado que el Gobierno de España, según publicó este miércoles el BOE, haya reducido a 10 el número de peonadas para que los trabajadores eventuales del campo puedan acceder al subsidio o a la renta agraria. De este modo, el Gobierno prorroga la medida aprobada el año pasado donde se disminuía el requisito de las peonadas (son 35 las que se exigen habitualmente) como consecuencia de la baja cosecha por la sequía. Eso sí, algunos sindicatos habían demandado peonadas cero en esta campaña por entender que hay zonas productoras donde no será posible alcanzar los 10 jornales en el campo.
Otra consecuencia de esta reducción del empleo agrario son las medidas de ajuste que están aplicando muchas almazaras. Manuel Sánchez, de la cooperativa Perpetuo Socorro, en Alcaudete, indica que esta campaña apenas recogerán el 10% de una producción media, que se sitúa en los ocho millones de kilos de aceite. Eso les ha empujado a contratar menos personal eventual, y en otros grupos oleícolas más potentes se han aplicado incluso ERTE (despidos temporales) ante la falta de trabajo.
En otros casos se ha optado por los acuerdos entre cooperativas para la molturación de la aceituna con el fin de abaratar los costes de producción. Son los casos, por ejemplo, de las entidades jiennenses Nuestra Señora del Rosario y San Blas de Rus y la Unión de Úbeda, o los alcanzados en Ciudad Real por las agrupaciones Cristo de Orense de Brazatortas y Nuestra Señora del Socorro de Argamasilla de Calatrava, todos del grupo Dcoop.
La menor llegada de temporeros también la han notado las organizaciones sociales. En el Centro de Día Santa Clara de Cáritas, en la capital jiennense, los picos más altos de atención diaria rondaron el medio centenar de personas, mientras que en el comedor de San Roque apenas se superó el centenar de comidas ofrecidas. El pico mayor se dio a finales de noviembre, pero tras el puente de la Constitución se produjo un descenso significativo.
Como consecuencia de la menor presión migratoria, esta campaña apenas se ha visto a temporeros durmiendo en las calles o espacios públicos, una escena que muchas veces se repetía en los años de cosecha normalizada.
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