Tesla contra Escandinavia: Elon Musk se topa con una inesperada ola de solidaridad sindical
La compañía de coches eléctricos afronta un boicot en Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia si no acepta negociar la firma de un convenio colectivo con sus mecánicos suecos
El improbable conflicto entre el mayor fabricante de vehículos eléctricos del mundo y uno de los principales sindicatos de Suecia amenaza con extenderse como una mancha de aceite por todo el norte de Europa. Algo así como un Tesla contra Escandinavia. “Tesla crea coches que son sostenibles para el clima. Ahora es el momento de crear condiciones laborales sostenibles para los empleados. ¡Es hora de un convenio colectivo!”, claman los responsables de IF Metall, la última pe...
El improbable conflicto entre el mayor fabricante de vehículos eléctricos del mundo y uno de los principales sindicatos de Suecia amenaza con extenderse como una mancha de aceite por todo el norte de Europa. Algo así como un Tesla contra Escandinavia. “Tesla crea coches que son sostenibles para el clima. Ahora es el momento de crear condiciones laborales sostenibles para los empleados. ¡Es hora de un convenio colectivo!”, claman los responsables de IF Metall, la última pesadilla del multimillonario Elon Musk. Su compañía no fabrica en el país nórdico, pero 120 mecánicos de siete talleres repartidos por el país reparan los automóviles cuando tienen algún problema. Hace mes y medio empezaron una huelga reclamando un convenio colectivo, pero lo que en un principio podía parecer un conflicto laboral menor dadas las enormes dimensiones de Tesla, con una plantilla global de 127.000 empleados, va ganando dimensión semana a semana.
El primer apoyo a los huelguistas llegó de los trabajadores portuarios el 7 de noviembre. Bloquearon la entrada de automóviles Tesla en los cuatro mayores puertos suecos. Luego en todos. Era solo el principio del boicot. Los empleados de la red eléctrica, Elektrikerna, rechazaron mantener las estaciones de supercargadores Tesla. Los taxistas de Estocolmo amenazaron con suspender los nuevos pedidos de vehículos. Medio centenar de trabajadores de la firma Hydro Extrusions, que suministra a Tesla componentes de aluminio utilizados para reforzar la seguridad, se quedaron en casa o realizaron otras tareas. Los pintores de carrocería dejaron de pintar Teslas. Los empleados de limpieza no limpiaron sus edificios. Incluso el servicio postal sueco se negó a entregar matrículas a Tesla, lo que de facto impedía circular a sus coches nuevos.
La reacción de la empresa de Musk fue doble. Por un lado, el controvertido ejecutivo calificó de “demencial” el veto de los trabajadores del servicio postal en X, la red social de la que es propietario, y en una entrevista con The New York Times incluso mostró su desacuerdo con la idea misma de la existencia de los sindicatos. El segundo frente fue el judicial: acudió a los tribunales para denunciar la ilegalidad del boicot del servicio postal. Los jueces, sin embargo, concluyeron este jueves que PostNord no está obligada a hacer las entregas de matrículas.
El sindicato IF Metall defiende que los convenios colectivos son la base del modelo laboral sueco, y que aproximadamente nueve de cada diez trabajadores están cubiertos por ellos en todo el país, lo cual se ha demostrado una fórmula exitosa para mantener la paz social. Gracias a su existencia, insisten, se garantizan unas determinadas condiciones laborales sector a sector, desde salarios a pensiones, pasando por la duración de la jornada o las vacaciones.
Pero la ola de simpatía sindical desatada, la resonancia mediática del caso, y el desmesurado tamaño del enemigo han convertido la batalla contra Tesla en mucho más que una simple lucha por los derechos de unas decenas de mecánicos. Se ha vuelto un tenso pulso que mide el poder de los sindicatos con el de las multinacionales, cuyo resultado puede sentar precedentes: si los trabajadores doblan el brazo a Tesla, pocas empresas se atreverán en el futuro a embarcarse en desafíos similares.
Dinamarca, Noruega y Finlandia
Los sindicatos han demostrado una capacidad de movilización inesperada, hasta el punto de extender el caso a países vecinos. Este martes el sindicato danés 3F, al que su homólogo sueco pidió ayuda, anunció que se negará a descargar o transportar automóviles fabricados por la compañía automotriz estadounidense para clientes en Suecia. “La solidaridad es la piedra angular del movimiento sindical y se extiende más allá de las fronteras”, justificó su presidente, Jan Villadsen. También en Dinamarca, un fondo de pensiones dijo a Reuters que ha vendido su participación de 63 millones de euros en Tesla debido a la negativa de la compañía a pactar con los sindicatos.
Noruega y Finlandia pueden ser las siguientes piezas de la partida de ajedrez. Los sindicatos del primer país están analizando su propia respuesta en un país clave para Tesla, pues allí, en su cuarto mercado —los tres primeros son Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido—, vende más vehículos que en Suecia. Y el sindicato finlandés de trabajadores del transporte, AKT, decidió el jueves unirse a la huelga de solidaridad contra Tesla y afirmó que iniciaría un bloqueo de los vehículos Tesla con destino a Suecia en todos los puertos finlandeses a partir del 20 de diciembre.
Está por ver hasta qué punto el conflicto se traduce en un golpe reputacional para la compañía, y si los clientes escandinavos de Tesla eligen otras alternativas como represalia o deciden ignorar el caso y se decantan por seguir confiando en la marca, la octava del mundo por valor en Bolsa con más de 700.000 millones de euros. Muy por delante del resto de competidores en su sector. No parece que a Elon Musk, habituado a moverse como pez en el agua en medio del escándalo, vaya a empezar a preocuparle a estas alturas lo que el resto del mundo piense de él o de su empresa, pero como mínimo la feroz resistencia de los sindicatos a dar su brazo a torcer le costará un puñado de millones.
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