Las dudas sobre el Deutsche Bank arrastran a la banca europea a un viernes negro en Bolsa
Las acciones de la mayor entidad alemana caen un 8,5%, lo que devuelve a un primer plano la inquietud por la salud del sistema financiero
La banca europea no recupera la calma. Cerrada la crisis de Credit Suisse con su absorción forzosa por UBS, el foco salta a la zona euro y se pone ahora sobre el Deutsche Bank, otra entidad que lleva años dando muestras de vulnerabilidad. Los seguros contra impagos (CDS) del mayor banco alemán se han disparado este viernes, e inmediatamente las pérdidas en Bolsa se han extendido como la pólvora por todo el sector sin excepción. Con la operación de...
La banca europea no recupera la calma. Cerrada la crisis de Credit Suisse con su absorción forzosa por UBS, el foco salta a la zona euro y se pone ahora sobre el Deutsche Bank, otra entidad que lleva años dando muestras de vulnerabilidad. Los seguros contra impagos (CDS) del mayor banco alemán se han disparado este viernes, e inmediatamente las pérdidas en Bolsa se han extendido como la pólvora por todo el sector sin excepción. Con la operación de rescate de Credit Suisse todavía muy presente, y la crisis de la banca regional estadounidense que se ha llevado a dos entidades por delante todavía sin cerrar, la sensibilidad de los inversores está a flor de piel. Eso se reflejaba este viernes en la evolución del índice Stoxx Europe 600, que agrupa a los principales bancos europeos, un 3,78% abajo al cierre de la sesión. Deutsche Bank (-8,5%), Société Générale (-6%), y Commerzbank (-5%), estuvieron entre los más penalizados. Si se miran los españoles, Bankinter se deja un 5%, BBVA, Sabadell y Unicaja un 4%, y CaixaBank y Santander un 3%.
Las autoridades monetarias y gubernamentales llevan días insistiendo en la fortaleza del sistema financiero europeo, pero el recado no cala. El temor a que las turbulencias no hayan desaparecido y se inicie un nuevo seísmo con epicentro en Fráncfort gana terreno como nueva preocupación. Se cita entre sus problemas la exposición al mercado inmobiliario estadounidense. Pero el origen viene de lejos. A nadie se le escapa que el Deutsche Bank —como le ocurría a Credit Suisse— se ha visto mermado por más de un lustro de escándalos. La entidad fue multada en 2015 con 2.500 millones de dólares (2.326 millones de euros) por participar en la manipulación del índice líbor (la tasa de referencia del mercado interbancario londinense) junto a otros bancos; en 2018, fue investigada por Bruselas por formar parte de un cartel en el mercado secundario de bonos soberanos y en 2019 por un cartel en el mercado de divisas. La Comisión Europea tiene abierta una investigación para saber también si manipuló el mercado secundario de deuda pública en la negociación de valores en euros entre 2005 y 2016. Pese a los múltiples frentes, el banco pareció recuperar el pulso en 2022, cuando ganó más de 5.000 millones de euros, su mejor resultado desde antes de la crisis financiera.
Los problemas de confianza vuelven a la banca justo cuando los líderes europeos están celebrando una cumbre que pretendía enviar un mensaje de tranquilidad a los mercados financieros. A la entrada, el presidente del Eurogrupo, el irlandés Paschal Donohoe, ha insistido a los líderes de la UE en que avancen en la Unión Bancaria, y pidió a la Comisión Europea que presente las propuestas legislativas para ajustar los procedimientos de resolución de crisis bancarias. Donohoe también ha reclamado que se ratifique la reforma pendiente del fondo de rescate del euro, bloqueada por Italia. El canciller alemán, Olaf Scholz, presente en esa reunión, no ha esquivado la cuestión: “Deutsche Bank se ha modernizado. Es un banco rentable. No hay razones para estar preocupados”, trató de tranquilizar, informa Manuel V. Gómez.
Mientras tanto, la capitalización del banco alemán —que llegó a recular más de un 14% en lo peor de la sesión— sigue cayendo. Ahora ronda los 18.000 millones de euros, y desde la implosión del Silicon Valley Bank ha perdido en Bolsa más de un 25% de su valor. Una vez rescatado Credit Suisse, el Deutsche Bank era el gran candidato a estar en el candelero si regresaba la incertidumbre al mercado. Y así ha ocurrido. Hay algunas similitudes entre ambos: son símbolos financieros de sus respectivos países, aunque venidos a menos, han estado en el punto de mira de los reguladores por sus malas prácticas, recurrieron a inversores del golfo Pérsico para recapitalizarse, y sus acciones llevan años desangrándose tras haber tocado techo en 2007, antes de la Gran Recesión.
También diferencias. El tamaño de Deutsche Bank es mayor que el de Credit Suisse, y por tanto mayor su potencial impacto sobre el sistema financiero: a cierre de 2022 contaba con 1,3 billones de euros en activos, más del doble que los 570.000 millones del banco suizo en esas fechas. Esas cifras lo colocan como el octavo mayor banco europeo —Credit Suisse era el decimoséptimo—. Si se comparan las plantillas, Deutsche Bank está por encima: 85.000 empleados frente a los 50.000 del banco con sede en Zúrich, que a diferencia de los beneficios obtenidos por su rival alemán, sufrió cuantiosas pérdidas en 2022.
La velocidad a la que se han derrumbado los bancos en las últimas semanas acentúa la sensación de inseguridad. El viernes 10 cayó el californiano Silicon Valley Bank. El domingo 19 Credit Suisse fue rescatado. Ahora, con Deutsche Bank en la mirilla, la pregunta es: ¿cae por su propia debilidad o por un ataque despiadado de los mercados, donde los inversores pueden hacer dinero apostando en corto? Para Antonio Carrascosa, ex director general del FROB, es más lo segundo. “Que suban mucho los CDS denota que hay movimientos especulativos en torno a Deutsche Bank. ¿Y por qué ellos? Tienen una imagen de cierta debilidad y un modelo de negocio menos claro, pero en Credit Suisse había problemas de salidas de depósitos y clientes, lo que indicaba un problema en el funcionamiento del banco. En el caso de Deutsche Bank no se llega a esto. Está mejor que hace dos o tres años. Los mercados buscan con qué víctima hacer dinero y han encontrado a Deutsche Bank, pero no es parecido en absoluto al caso de Credit Suisse”, opina.
Para el economista de Arcano Leopoldo Torralba, hay cierta irracionalidad que afecta a los bancos cuya reputación se ha visto más tocada en los últimos tiempos. “Los inversores quieren evitar estar expuestos a bancos que en el pasado demostraron una peor gestión. Una vez cerrado el caso de Credit Suisse, Deutsche Bank era el siguiente en la lista de gestión pasada mejorable, con varias reestructuraciones y rentabilidad reducida. Ante la incertidumbre de cómo afectará la situación actual a las cuentas de resultados y balances bancarios, los inversores se curan en salud y evitan los menos fiables cualitativamente, porque cuantitativamente las ratios de solvencia y liquidez generales son razonables. La incertidumbre siempre genera volatilidad, pero no vemos un riesgo sistémico bancario general, y sí que las entidades con un prestigio inferior en gestión o modelos de negocio más complejos y sesgados a la volátil banca de inversión, pueden pasarlo peor en Bolsa y en los mercados de deuda”.
“No es el próximo Credit Suisse”
La cuestión ha generado una cascada de análisis. “No tenemos preocupaciones sobre la viabilidad de Deutsche Bank. Para ser muy claros, Deutsche no es el próximo Credit Suisse”, dice tajante un informe de Autonomous Research. “Si bien la confianza es frágil y el mercado recordará los problemas anteriores a la reestructuración de 2019, el perfil financiero de Deutsche ha mejorado sustancialmente”, apunta JPMorgan. El banco estadounidense destaca que todas las divisiones comerciales de Deutsche Bank son rentables, y la mayoría de litigios están cerrados, a diferencia de lo que le sucede a Credit Suisse, cuya factura legal todavía seguirá aumentando. Y recuerda que la ratio de capital de máxima calidad (CET 1) está en el 13,4%, cumpliendo con el compromiso de mantenerlo por encima del 12,5%.
Frenar esa secuencia que se retroalimenta de caídas en Bolsa, noticias negativas, viralización en redes sociales, y nueva pérdida de confianza de inversores es ahora el reto del banco, que busca evitar que la rueda siga girando en una espiral destructiva. La dinámica recuerda a la de las primas de riesgo durante la crisis de deuda soberana de 2011-2012, cuando una vez se forzaba un rescate, los inversores saltaban a otra presa y el país cuestionado salía a defenderse negando parecerse a los ya rescatados.
Todos los indicadores recogían este viernes el miedo a que se abra un nuevo capítulo de la crisis bancaria: el euro perdía terreno frente al dólar al crecer la posibilidad de que el Banco Central Europeo se vea obligado a ralentizar las subidas de tipos. Los principales índices bursátiles sufrieron importantes números rojos: el Ibex 35 español superó el 2% de caídas, mientras que el Eurostoxx 50 y los parqués de París y Berlín cerraron con descensos de más del 1,5%. El barril de petróleo brent, de referencia en Europa, perdió más de un 1% hasta los 75 dólares ante la posibilidad de que la economía se resienta por los problemas de la banca y el crédito fluya con menos fuerza, lo cual aumenta el riesgo de una recesión.
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