El olivo en seto revoluciona el mapa oleícola mundial
El cultivo, que requiere poca mano de obra, se expande con rapidez por el valle del Guadalquivir y por el sur de Portugal
Écija ya no es solo la sartén de Andalucía. La eclosión del cultivo del olivar en seto en los últimos años ha convertido a este municipio sevillano en líder mundial en aceite de oliva, llegando a molturar más de 180 millones de kilos de aceituna en una campaña. Con producciones medias de 1.400 litros de aceite por hectárea, este tipo de cultivo está revolucionando el mapa oleícola con crecimientos espectaculares, tanto en el valle del Guadalquivir como en el Alentejo portugués. Esta región lusa ha multiplicado por seis su sup...
Écija ya no es solo la sartén de Andalucía. La eclosión del cultivo del olivar en seto en los últimos años ha convertido a este municipio sevillano en líder mundial en aceite de oliva, llegando a molturar más de 180 millones de kilos de aceituna en una campaña. Con producciones medias de 1.400 litros de aceite por hectárea, este tipo de cultivo está revolucionando el mapa oleícola con crecimientos espectaculares, tanto en el valle del Guadalquivir como en el Alentejo portugués. Esta región lusa ha multiplicado por seis su superficie de olivar en seto en la última década, y se la conoce ya como el Silicon Valley de la olivicultura.
Mientras que la superficie de olivar tradicional crece a un ritmo del 1% anual (actualmente hay 11,5 millones de hectáreas plantadas en 64 países de todo el mundo), el cultivo en seto lo hace mucho más rápido. Existen alrededor de 400.000 hectáreas, de las cuales más del 50% se encuentran en España. No obstante, el analista y consultor estratégico Juan Vilar vaticina que en 2030 más del 20% de las plantaciones de olivar se hará en cultivos de producción en seto.
Más productividad y menos mano de obra
Con una molturación media anual de 110 millones de kilos de aceituna, la almazara Molina del Genil, en Écija (Sevilla), es ya la que más aceite de oliva produce en todo el mundo: unos 25 millones de kilos la última campaña. Casi el 40% de la cosecha proviene del olivar en seto, que hoy ya es el único cultivo empleado. “Ya nadie se plantea no producir en seto, por la mayor productividad y, sobre todo, por la menor mano de obra que se necesita”, explica Eduardo Rosa, responsable de operaciones de esta aceitera propiedad de la familia Martínez Sagrera (tiene el 75% del capital) junto a los empresarios Miguel Gómez y Ramón Martínez. Todos ellos son dueños también de la almazara Lagar do Sobrado, que moltura 70 millones de kilos de aceituna en Ferreira, en el Alentejo portugués.
Aunque Sevilla se ha consolidado como el territorio con mayor porcentaje de olivar moderno, en copa y seto, ocupando el 55% de la superficie provincial, fue en Huesca donde surgió este cultivo a mediados de los años noventa, cuando los productores de viña en espaldera quisieron cultivar los olivos aprovechando sus máquinas vendimiadoras cabalgantes. Los buenos resultados de esas primeras cosechas animaron después a otros agricultores en Murcia, Ciudad Real o Tarragona y más tarde se extendió a Francia, donde tuvo que sortear no pocas reticencias de los productores locales por el uso de variedades extranjeras. Casi a la par que en Francia, el olivar en seto se expandió a California y, posteriormente, a países como Túnez, Chile, Marruecos, Italia y, más recientemente, a Australia, Argentina, Arabia Saudita, Turquía, Irán, Libia o Argelia.
El interés de los agricultores por el olivar en seto tiene que ver con su elevada precocidad, pues su entrada en producción llega apenas a los dos años de la plantación, y, especialmente, por la importante reducción de costes de recolección y la menor dependencia de mano de obra, que se sustituye por la mecanización. Explica Eduardo Rosa, de Molino del Genil, que en una finca de 1.000 hectáreas se recolecta con apenas cuatro o cinco trabajadores, frente a los 400 que serían necesarios en una finca de olivar intensivo. Las producciones medias son de 12.000 kilos de aceituna por hectárea, con unos rendimientos grasos netos en torno al 16% y unos 1.900 kilos de aceite por hectárea.
Aunque a veces el cultivo en seto y el superintensivo se usan como sinónimos, no son lo mismo. Las diferencias más notables están, sobre todo, en el reparto de plantas por parcela: mientras el segundo tiene una densidad mayor (oscila entre las 1.200 y las 3.000 plantas por hectárea), el primero puede ir desde los 400 árboles por hectárea en secano hasta unos 1.160 en regadío.
“Nuestros orígenes fueron en el olivar en copa y en el superintenviso, pero en 1999 empezamos con el cultivo en seto al comprobar que abarataba enormemente los costes de recolección, y a la vez permitía que todo el aceite obtenido en una explotación fuese virgen extra [el de la máxima categoría] gracias a la gran velocidad de recogida de las máquinas, que permitía que todo el fruto fuese recolectado del árbol, en el mejor momento de maduración posible y sin que este tocara el suelo”, señala Felipe Oliva, director técnico de Todolivo.
Esta empresa cordobesa es líder en ejecución y manejo de plantaciones de este tipo de olivar, con más de 37.000 hectáreas plantadas en España y en el extranjero. Todolivo defiende que la sostenibilidad del seto es mayor porque usa menos recursos naturales e insumos, consume menos agua y electricidad en las fincas de riego y requiere de menos productos fitosanitarios. La firma cordobesa lleva a cabo un programa de mejora genética, a través del cual se trabaja con una veintena de nuevas plantaciones multivarietales con las que se logra un mayor aprovechamiento agronómico de las fincas.
Portugal multiplica por 10 su producción en 20 años
El crecimiento de producción oleícola en Portugal ha sido asombroso en las últimas décadas. A principios de este siglo, el país luso apenas representaba el 1% de la producción mundial, pero en 20 años se ha pasado de 24.000 toneladas a más de 230.000 el último año. Portugal tiene una superficie de 361.483 hectáreas de olivar, de las que dos terceras partes corresponden a olivar en seto (80.000 hectáreas), intensivo y superintensivo.
La región del Alentejo produce ya el 75% del aceite de oliva portugués. Y ello gracias en buena medida al espectacular crecimiento del cultivo en seto. Se ha pasado de contar con 10.000 hectáreas en 2015 a las más de 60.000 de la actualidad. En todo el país hay algo menos de 500 almazaras, pero una decena de ellas llegan algunas campañas a molturar más de 100 millones de kilos de aceituna, una cifra que en España tan solo superan dos fábricas, Molino del Genil, en Écija (Sevilla) y El Pilar, en Villacarrillo (Jaén). “En el año 2000 la productividad media del olivar en Portugal era de una tonelada por hectárea, pero hoy gracias al olivar moderno podemos llegar a una media de 20 toneladas por hectárea”, destaca Gonçalo Almeida, director de la Asociación de Olivicultores del sur de Portugal, Olivum.
Una de las empresas líderes en olivar en seto es Nutrifarms, la división agrícola del grupo Sovena, que tiene en Portugal unas 7.000 hectáreas plantadas junto al pantano de Alqueva (el de mayor capacidad de Europa), llegando a producir más de 12.000 toneladas de aceite en sus fincas. “Todo es plantado y gestionado bajo una agricultura de precisión, con riego inteligente, lo que permite una agricultura más eficiente ante los recursos disponibles y una toma de decisión técnicamente mejor apoyada”, explica Vasco Cortés Martín, director general de la compañía.
En torno a la mitad de las fábricas de aceite que han nacido en Portugal lo han hecho gracias a capital foráneo, español mayoritariamente. Esta deslocalización del centro neurálgico oleícola la explica así el profesor Vilar, que es director del máster de Administración y Dirección de Empresas Oleícolas de la Universidad de Jaén: “Se trata de una apuesta que trata de remunerar en mayor medida la tenencia de explotaciones, con un modo de trabajo más eficiente, más sostenible, más innovador, y desenvuelto en un entorno más próspero para ello”.
Vilar, sin embargo, no cree que esta nueva configuración del mapa oleícola tenga que plantearse como una disputa entre el olivar en seto y superintensivo, y el tradicional. “Todos los tipos de oliviculturas son complementarias, cada uno de ellos ostenta una ventaja: la del olivar moderno radica en la competitividad y la del resto lo hace en la diferenciación, la singularización y los matices de los aceites de oliva producidos por dicha tipología. No dejan de ser modos distintos para llevar los mejores aceites de oliva al mercado, al lineal”, expone.
Álvaro Labella, de la almazara Olibest, en el concelho de Serpa, pronostica una expansión aún mayor del olivar en seto. “No existe en el mundo un ejemplo de reconversión tan grande del olivar en seto como en el Alentejo portugués, en parte por la disponibilidad de agua y la necesidad de sustituir cultivos menos rentables”.