El ‘invierno’ llega a las tecnológicas: despidos, recortes de gastos y caídas en Bolsa
Meta, Twitter o Amazon anuncian reducciones masivas de plantilla o la congelación de contrataciones en un curso en el que sus cuentas y sus acciones se resienten tras años de un auge imparable
“Me equivoqué, las cosas no han salido como esperaba”. Así entonaba Mark Zuckerberg el mea culpa hace unos días al anunciar el primer plan de despidos masivos (11.000 trabajadores, un 13% de la plantilla) en los 18 años de historia de Facebook, rebautizada como Meta hace un año. El error que reconocía el gran pope de las redes sociales fue dar por hecho que el boom de las tecnológicas, que alcanzó su cl...
“Me equivoqué, las cosas no han salido como esperaba”. Así entonaba Mark Zuckerberg el mea culpa hace unos días al anunciar el primer plan de despidos masivos (11.000 trabajadores, un 13% de la plantilla) en los 18 años de historia de Facebook, rebautizada como Meta hace un año. El error que reconocía el gran pope de las redes sociales fue dar por hecho que el boom de las tecnológicas, que alcanzó su clímax durante la pandemia tras años de extraordinaria bonanza, había llegado para quedarse y aumentar significativamente sus inversiones. Pecar de optimismo ha sido la tónica en el sector: Meta no es la única que ha sacado la tijera. El nuevo consejero delegado de Twitter, Elon Musk, acaba de despedir al 50% de su plantilla, mientras Amazon, Google y Apple han congelado las contrataciones y han echado el freno a algunos proyectos. La caída de los ingresos publicitarios, la desaceleración económica, la vuelta de las compras en las tiendas físicas y el desplome bursátil de los valores tecnológicos en los últimos meses han sacudido a un imperio cuya fortaleza parecía irresistible.
Cada una de estas empresas tiene sus propios problemas y retos específicos, pero muchas causas son comunes. Los golpes vienen desde varios puntos. En primer lugar, la elevada inflación y el freno económico ha reducido el poder adquisitivo de los consumidores (y su gasto) y ha disparado los costes energéticos, lo que perjudica a firmas de comercio electrónico como Amazon. También ha erosionado los ingresos publicitarios, la base del negocio de gigantes como Google o Meta.
Además, el Gran Confinamiento benefició al mundo online, con empresas como Zoom sacando partido de la expansión del teletrabajo y otras como Netflix ganando suscriptores como nunca antes. La vuelta a la normalidad ha eliminado esta ventaja; muchos han vuelto a salir a la calle para realizar sus compras y Netflix y otras plataformas de streaming apuestan por poner anuncios para ofrecer suscripciones más baratas.
El pinchazo en Bolsa es el tercer elemento clave. Goldman Sachs afirma que estamos en un momento de “venganza de la vieja economía”, parecido a lo sucedido tras la crisis de las puntocom en la década de los 2000. Y es que, tras años de liquidez extrema que ha encumbrado a los sectores de rápido crecimiento como el tecnológico, la subida de los tipos de interés desde mayo pasado ha vuelto a hacer atractivos los valores bursátiles de toda la vida, como el de las empresas de energía y la banca (la tradicional, porque las criptomonedas también están de capa caída). El director de estrategia de Nextep, Víctor Alvargonzález, afirma: “Si las tecnológicas fueron las grandes beneficiarias del dinero abundante y barato —y de que se declarara un confinamiento que beneficia a todo lo que sea online—, el cambio hacia un escenario totalmente opuesto las convierte en las mayores perjudicadas”.
Las caídas en Bolsa fueron la primera señal. Después han llegado los despidos y la presentación de resultados por debajo de las expectativas. Tras años de fiebre de contrataciones en Silicon Valley, la norma ahora es apretarse el cinturón. Desde principios de año, más de 50.000 trabajadores de empresas tecnológicas han sido despedidos. Además de Twitter y Meta, han prescindido de parte de su plantilla la red social Snap (20% de los empleados en nómina despedidos en agosto, tras pérdidas multimillonarias), la empresa de bicicletas estáticas Peloton (4.000 empleados en octubre) y Netflix (unos 500). Otro ejemplo es la empresa de comercio electrónico Shopify, cuyos ingresos llegaron a dispararse un 57% en 2020, y ahora se resiente de la caída de las ventas online con la vuelta a la normalidad. El verano pasado despidió al 10% de su plantilla, unos 10.000 empleados. El propio consejero delegado de la empresa reconoció, como Zuckerberg, que apostó por un crecimiento constante y se equivocó.
Apple, Alphabet (Google) y Amazon también están tratando de contener sus costes de personal con medidas que implican, como mínimo, rebajar o congelar el ritmo de contrataciones. “Nos enfrentamos a un entorno macroeconómico inusual, y queremos mantener el equilibro entre las contrataciones y las inversiones y la situación económica”, dijo Beth Galetti, vicepresidenta responsable de recursos humanos de Amazon, en un mensaje a empleados hace unos días tras anunciar que se paralizaban las contrataciones en el área corporativa. Microsoft e Intel también están llevando a cabo recortes de plantilla de cientos de trabajadores. Amazon, que empezó la pandemia en marzo de 2020 con 840.000 trabajadores en todo el mundo, y llegó a tener 1,6 millones a principios de 2022, ahora tiene 1,5 millones. Meta, cuya plantilla ascendía en septiembre pasado a 87.000 empleados, tenía hace tres años 44.000.
Los despidos en las grandes tecnológicas pueden tener, además, un efecto contagio en el resto del sector. “Si los grandes estornudan, los demás nos ponemos en guardia. Avivan la incertidumbre y el miedo, y eso nos hace parar al resto”, resume Jesús Tapia, director general de ISDI Accelerator, la aceleradora de empresas emergentes (startups) de la escuela de negocios enfocada en el mercado digital. “El momento de hacer cambios profundos en las empresas es cuando las cosas van muy bien; es cuando hay que cuestionarse si lo que te ha llevado hasta aquí te va a seguir funcionando luego. Pero cuando hay incertidumbre y volatilidad, hay que entender cuál es tu negocio central, concentrarse en innovar solo en eso, no hacer pruebas”, opina. Ahora no es momento de lanzarse a la aventura.
La cascada de resultados de los últimos días coinciden en una previsión: casi todas las empresas esperan que el negocio decaiga en la última parte del año. El presente ya está complicado: el beneficio neto de Amazon retrocedió un 9% en el tercer trimestre y tendencias similares han sufrido las cuentas de otros gigantes tecnológicos como Microsoft, Google y, sobre todo, Meta, cuyo beneficio se ha reducido a la mitad, lastrado por su apuesta por el metaverso, que hasta ahora ha resultado ruinosa.
La semana negra de presentación de resultados, la primera de noviembre, se tradujo en la evaporación de 500.000 millones de dólares de la capitalización conjunta de las llamadas FAANG (Facebook, Apple, Amazon, Netflix y Google). Desde enero, las acciones de Amazon han caído casi 50%, las de Meta alrededor del 70%, las de Apple un 20%, las de Google un 45% y casi un 30% las de Microsoft. Netflix cae un 54% en el año. Twitter ha salido de Bolsa tras ser adquirida por Elon Musk.
Las subidas de tipos de interés perjudican especialmente a este sector, que en los últimos años se ha visto beneficiado por una liquidez extraordinaria y ha estado dominado por la especulación. El encarecimiento del precio del dinero produce en estas acciones una revisión a la baja de las valoraciones, ya que el nuevo escenario obliga a aplicar una mayor tasa de descuento a los beneficios futuros de las tecnológicas. “Si descontamos esos valores a un tipo de interés más elevado, la valoración actual resultante es más baja y, por el contrario, si tenemos un tipo de interés más bajo, la valoración actual es más elevada”, explica Celso Otero, gestor de fondos de Renta 4 experto en tecnología. Antes, los inversores aceptaban dejar el dinero aparcado en esas empresas, pero ahora hay alternativas de inversión razonables, como las empresas de energía o la banca tradicional.
Otero añade que la menor liquidez actual se traduce en menos compras y centradas en activos de menor riesgo. “Hay también que recordar que veníamos de una época de Covid, que provocó un incremento de la tasa de ahorro en los hogares y eso se canalizaba en parte a productos financieros, siendo la tecnología uno de los mejores activos. Actualmente hemos pasado a una época de elevada inflación, que ha provocado una merma en esa tasa y que provoca una reducción de las posiciones de algunos inversores”, explica. De cara al futuro, el experto considera que “pocos sectores tienen una expectativa de crecimiento similar al sector tecnológico” y que seguirán siendo valores importantes.
Para Xavier Ferràs, profesor del Departamento de Operaciones, Innovación y Data Sciences en Esade, sería un error centrarse en el corto plazo cuando se analizan las turbulencias financieras que atraviesan las tecnológicas. Lo que está pasando ahora lo hemos visto más veces. “Estamos en una fase de hype, de sobreexpectativas, que se inició con la pandemia, un momento en el que nos volcamos en la digitalización de todos los negocios, y que se está ajustando ahora”, explica.
Nos encontramos en lo que Ferràs denomina “la pendiente de la desilusión”, un fenómeno común en los sectores innovadores. “Cuando alguna de las empresas o tecnologías que participaron en el hype (que se puede traducir por sobreexitación) empiezan a dar muestras de agotamiento, o de que no eran lo que parecían, y alguna de ellas presenta alguna mala noticia, entonces parece que todo se hunde”. No es una situación definitiva: “Si miramos modelos históricos, al final estas pendientes se corrigen”, indica el profesor.
¿Cómo han llegado las tecnológicas a este punto? Según Ferràs, la globalización en la que se desenvuelve el sector ha sufrido en los últimos años una mutación general. “Ha habido tres grandes detonantes. El primero fue la crisis de Huawei: EE UU se da cuenta de que, por primera vez, China domina una tecnología estratégica, el 5G, y puede penetrar en las sociedades occidentales por ser muy buena y barata”. Lo que sucede a partir de 2018, opina, se viste como una crisis arancelaria o comercial, pero fue una crisis tecnológica. “El segundo hito fue cuando, en la pandemia de 2020, el mundo occidental recupera la sensibilidad por la industria y por la digitalización. De repente nos damos cuenta de que solo generamos servicios y de que necesitamos reconcentrar la producción tecnológica. Y el tercero vino este año con la guerra de Ucrania: el mundo se divide definitivamente en bloques, entramos en una nueva Guerra Fría tecnológica”, explica.
El resultado de estas dinámicas, proyecta Ferràs, es que la tecnología va a ser cada vez más importante. “Las grandes corporaciones y los Estados están volcando recursos en I+D como nunca antes. Corea del Sur, por ejemplo, acaba de anunciar inversiones por valor de 450.000 millones de dólares para crear los mejores chips del mundo. Se avecina una era dorada de la innovación”.
La competición entre EE UU y China no tiene por qué ser mala, al menos desde el punto de vista del consumo. A fin de cuentas, las grandes tecnologías que usamos hoy en día (internet, GPS, superconductores) son hijas de la Guerra Fría. “Veremos un conjunto de disrupciones que vendrán en los próximos años y que marcarán una época”, sostiene. Está por ver si el metaverso, una de las grandes apuestas del sector, logra colarse entre ellas.