Auge y caída de Sam Bankman-Fried, el multimillonario precoz de las criptomonedas
El fundador de la plataforma FTX ha visto evaporarse toda su fortuna en solo unos días
A los 29 años, Sam Bankman-Fried tenía una fortuna estimada de 22.500 millones de dólares. Solo Mark Zuckerberg había llegado más alto tan pronto, y gracias a una máquina de hacer dinero llamada Facebook. Pero a los 30 años, todo ha cambiado. Con la bancarrota de FTX, este californiano hijo de dos profesores de Derecho de la Universidad de Stanford ya no es ni siquiera parte del club de los milmillonarios. Su vertiginosa...
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A los 29 años, Sam Bankman-Fried tenía una fortuna estimada de 22.500 millones de dólares. Solo Mark Zuckerberg había llegado más alto tan pronto, y gracias a una máquina de hacer dinero llamada Facebook. Pero a los 30 años, todo ha cambiado. Con la bancarrota de FTX, este californiano hijo de dos profesores de Derecho de la Universidad de Stanford ya no es ni siquiera parte del club de los milmillonarios. Su vertiginosa transición de la cima al subsuelo tiene mucho del mundo sobre el que cimentó su riqueza, las criptomonedas, donde el tiempo, como el dinero, corre a otra velocidad. Más rápido, más volátil. Más, siempre más.
El perfil de SBF, como se lo conoce tomando las iniciales de su nombre, no parece, sin embargo, el de un hombre cegado por la idea de acumular dólares en interés propio. Escapa del espíritu libertario de muchos fieles al bitcoin, que reniegan de los impuestos —apoyó que los ricos, incluido él mismo, deben pagar más—. No pregona la omnipotencia de las criptomonedas con un fanatismo casi religioso, como hacen otros, sino con pragmatismo, para sacarles rentabilidad. Y es partidario del llamado “altruismo efectivo”, una filosofía que se basa en maximizar el bien que puedes hacer a los demás con tu dinero, hasta el punto de que prometió donar la mayor parte de su fortuna en vida. “Mi objetivo es tener impacto”, afirmó en una entrevista con la revista Forbes el año pasado.
Durante un tiempo, pareció que esa labor de filantropía sería de las que dejan huella. En su mejor momento, su riqueza se situó en 26.500 millones. El problema es que estaba ligada a su participación en FTX y al token FTT, y ambos han colapsado víctimas de una crisis de liquidez, en medio de solicitudes de retiradas masivas de fondos por parte de unos clientes en pánico ante la posibilidad de perderlo todo.
Como su precipitado descenso, el camino de SBF hacia la cumbre tampoco necesitó de demasiadas escalas. El joven fundó la empresa de trading cuantitativo Alameda Research en 2017, y empezó a sumar ceros a su cuenta gracias a un descubrimiento aparentemente simple: “El bitcoin estaba a 10.000 dólares en un exchange estadounidense y a 11.000 dólares en uno japonés, entonces si coges 10 millones, compras a 10.000 y vendes a 11.000, ganas un millón. Fuimos capaces de hacer eso todos los días de la semana”, explicaba en un vídeo.
Con esa operativa afirma haber ganado 20 millones. Dos años después creó FTX en Hong Kong, una plataforma de intermediación para quien quisiera comprar y vender bitcoins y otras criptomonedas que se situó entre las mayores del mundo y llegó a estar valorada en 40.000 millones. En septiembre de 2021 trasladó su sede a Bahamas, donde vive en un ático con 10 amigos, entre los cuales se encuentran algunos de los que dirigen sus negocios. Aunque su nivel de vida está claramente por encima de la media, renegaba de lujos como relojes caros o coches deportivos: conducía un Toyota Corolla valorado en poco más de 20.000 dólares.
Graduado en Física por el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), vegano y comprometido contra el maltrato animal y el cambio climático, creció fascinado por los libros de Harry Potter, era seguidor del equipo de béisbol San Francisco Giants y muy aficionado a videojuegos como Starcraft o League of Legends.
Su vida era hasta hace poco un entretenimiento en el que todo le salía bien. Un colaborador cercano contó con asombro que lo descubrió enganchado a ese último juego mientras intervenía a la vez por una videollamada de Zoom de forma brillante en una reunión con inversores de Sequoia Capital. Pese a esa distracción, los impresionó con las respuestas a sus preguntas y logró convencerlos de que sacaran la chequera, si bien visto en retrospectiva habrían preferido no hacerlo: el jueves, Sequoia Capital anunció que pasaba a valorar en cero dólares su inversión de 210 millones en la plataforma.
Aunque ahora solo sea el amargo rostro visible de una crisis corporativa que puede arruinarlo y provocar cuantiosas pérdidas a sus clientes, SBF fue una vez el segundo hombre más rico del universo cripto tras el jefe de Binance, Changpeng Zhao. Y este verano llegó a ser considerado por la revista Fortune como un nuevo Warren Buffett. El paralelismo nacía de que si el veterano magnate de Berkshire Hathaway salió al rescate de Goldman Sachs poniendo sobre la mesa 5.000 millones en la Gran Recesión, SBF hizo lo propio con un puñado de firmas en apuros hace solo unos meses, durante el llamado criptoinvierno que todavía no ha terminado.
Otros incluso reculaban más atrás para trazar semejanzas, y veían en él a una versión moderna del legendario financiero John Pierpont Morgan y su papel fundamental para salvar el sistema del colapso durante el denominado pánico financiero de 1907, cuando Wall Street se hundió en medio de una riada de quiebras de bancos y otros negocios.
Curiosamente, el caballero blanco que había tirado de los recursos de FTX para rescatar a firmas cripto en problemas como Voyager Digital o BlockFi, se vio encajonado en el lado débil de la mesa de negociación. Pidiendo ayuda para que FTX sobreviviera, incluso por redes sociales, y reconociendo abiertamente su responsabilidad. “La cagué”, dijo gráficamente en una serie de mensajes donde explicaba lo sucedido y se disculpaba con los clientes que vieron sus ahorros quedar atrapados. “Lo siento de verdad”. Pero pese a la autoflagelación pública, la ola levantada por la crisis siguió ganando altura hasta ahogar a la compañía y probablemente dejar sin parte de sus ahorros a los cientos de miles de pequeños inversores que confiaron en su plataforma.
Donaciones políticas millonarias
Solo unos días atrás, antes de la tormenta, los mensajes de Twitter desprendían un aroma muy distinto. SBF hablaba de sus donaciones a políticos republicanos y demócratas de cara a las elecciones legislativas celebradas el martes. En total, repartió 40 millones de dólares entre los candidatos que consideraba constructivos, comprometidos en la prevención de nuevas pandemias y favorables a promover normas amables con las criptomonedas.
Sus donaciones políticas ya fueron noticia en la campaña presidencial que llevó a la Casa Blanca a Joe Biden, al que respaldó con más de cinco millones de dólares, la segunda cantidad más alta, solo por detrás de los 56 millones de Michael Bloomberg. Su idea era elevar la apuesta aún más en 2024: en mayo llegó a coquetear en un podcast con la idea de entregar la cifra récord de hasta 1.000 millones de dólares al demócrata que peleara esa elección, especialmente si enfrente estaba Donald Trump como candidato republicano.
Eso ya nunca sucederá. Abandonado por Binance, que amagó con comprar FTX y tras ver los libros de cuentas se echó atrás, e investigado por el regulador estadounidense (la SEC) por un posible manejo irregular de los fondos de sus clientes ―que habría utilizado en operaciones de riesgo no autorizadas―, el joven que un día dedicó 135 millones a bautizar con el nombre de su compañía a la cancha de los Miami Heat de la NBA, y encarnó el ideal del talento precoz aplicado a las criptomonedas ve derrumbarse todo lo que había construido a su alrededor. Ya engrosa una lista en la que nunca habría querido figurar, la que menciona al coreano Do Kwon, fundador de la fallida Luna, y a los protagonistas de otros fiascos similares. Unos espejos mucho menos favorecedores que los de Warren Buffett y J. P. Morgan.