Así ha cambiado el mapa bancario español 10 años después del rescate: cuando los peces gordos se comieron a otros peces gordos
La factura para las cuentas públicas del país es la mayor entre sus pares europeos, aunque se cree que la operación evitó un mal mayor
El 9 de junio de hace 10 años España dio su brazo a torcer. En la antesala del verano de 2012, el gobierno de Mariano Rajoy accedió finalmente a los cantos de sirena europeos. El agujero del sistema financiero era incontenible y las fusiones que se auspiciaron desde el inicio de la Gran Recesión no pararon la sangría. El Ejecutivo necesitaba aportar una inyección pública que no podía asumir y solicitó el rescate a los socios comunitarios a través de ...
El 9 de junio de hace 10 años España dio su brazo a torcer. En la antesala del verano de 2012, el gobierno de Mariano Rajoy accedió finalmente a los cantos de sirena europeos. El agujero del sistema financiero era incontenible y las fusiones que se auspiciaron desde el inicio de la Gran Recesión no pararon la sangría. El Ejecutivo necesitaba aportar una inyección pública que no podía asumir y solicitó el rescate a los socios comunitarios a través de una línea de liquidez por valor de hasta 100.000 millones. Y con ella se comprometió con una lista de contrapartidas en forma de recortes y reformas: se congelaron las pensiones, se recortó la prestación de paro, se ajustó la plantilla de sanidad y educación y se aprobaron subidas de impuestos. Todo para permitir un cambio drástico del mapa bancario español que lo hiciera más sostenible. ¿Resultado? Los peces gordos se comieron a otros que no eran precisamente pequeños. Por ejemplo, CaixaBank engulló a Bankia —un gigante con pies de barro— o el Santander al Popular.
El número de entidades —si se suman bancos y cajas— ha pasado de 55 a solo una decena en poco más de una década. Unos movimientos que comenzaron con la crisis de 2008 y que fueron a la postre el germen del rescate financiero tras una serie de soluciones fallidas. Reflejo del proceso de concentración son los tres grandes del sector (Santander, BBVA y CaixaBank), que reúnen bajo su paraguas a 29 entidades que operaban de forma individual antes de la Gran Recesión. Un vuelco en el mapa financiero español y un cambio drástico para los clientes que vieron en muchos casos cómo el banco con el que trabajaban ha cambiado de nombre en varias ocasiones. En este supermercado financiero no solo compraron los grandes, participaron entidades de todos los tamaños. Como ejemplo, la operación más reciente: la fusión de Unicaja y Liberbank, de la que todavía colean algunos conflictos a cuenta del reparto de poder en el banco andaluz.
El rescate financiero se ha valorado como un éxito con el paso de los años. No porque los números rojos del Estado hayan crecido poco (España acumula un déficit público de 73.138 millones de euros atribuibles a las intervenciones públicas en favor del sector financiero, según los datos de Eurostat), sino porque se evitó un mal mayor que ponía en riesgo incluso la viabilidad económica del país. Tras la petición, el Gobierno recibió un préstamo de 41.333 millones del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE): una primera entrega de 39.470 millones de euros en diciembre 2012, partida que se utilizó en su mayor parte para recapitalizar BFA-Bankia, Catalunya-Caixa, NCG Banco y Banco de Valencia, así como para una inyección de 2.500 millones en el Sareb, el llamado banco malo, creado para aparcar los activos más tóxicos de la banca rescatada. En febrero del año siguiente el MEDE liberó otros 1.860 millones de euros para la recapitalización de Banco Maren Nostrum, Banco Ceiss, Caja 3 y Liberbank.
En este tiempo, la gran pérdida se ha producido en el tejido de cajas de ahorros, lo que ha menguado su labor social. Presentes por todo el territorio, vertebraban y daban acceso a financiación a ciudadanos y pequeñas empresas en cualquier rincón del país. Sin embargo, una pésima gobernanza plagada de errores y la falta de músculo financiero se llevó por delante a la mayoría de ellas. El primer aviso fue Caja Castilla-La Mancha en marzo de 2009. Luego Cajasur y la Caja de Ahorros del Mediterráneo. El tercer aviso, como en el argot taurino, sería definitivo. Las fusiones no sirvieron como cortafuegos, a pesar de que se produjeron tantas que complica seguir el rastro desde entonces: Bankia fue alumbrada tras la fusión de ocho cajas de ahorros (como se ve en el primer gráfico). Posteriormente se uniría Caja Murcia y absorbió Caja Granada y Sa Nostra, que habían creado Mare Nostrum (BMN). Y todas estas acabaron engullidas a su vez por CaixaBank, que antes asimiló por su cuenta otras siete entidades. El BBVA absorbió otras seis cajas. Y el Santander se quedó con el Popular y el Pastor.
Aunque lo pueda parecer, no todos los movimientos se han dado en favor de los grandes grupos. Los bancos medianos y pequeños también ampliaron su círculo de acción a base de engullir a la competencia, lo que les permitió crecer en territorios donde no estaban presentes. Por ejemplo, Kutxabank incluye ahora a Caja Vital, BBK y Cajasur. O Ibercaja, que sumó a otras tres cajas. Estos son solo algunos de los movimientos en un sector que ha reducido su tamaño a marchas forzadas en tiempo récord gracias a un rescate que acabó pagando el contribuyente.