Y al tercer año, la Semana Santa
Las ciudades con mayor tradición esperan expectantes estas fiestas como un revulsivo para la economía local que lance la recuperación definitiva del sector turístico y hotelero, en plena incertidumbre por la crisis socioeconómica
Antonio Muñoz lleva todo el mes de marzo sin apenas conciliar el sueño. “Me despierto por las noches pensando en los capirotes y las túnicas que tengo que entregar al día siguiente”, reconoce mientras ayuda a su madre, Marieta Domínguez, a coger el bajo de una capa de nazareno. La tienda de productos cofrades que regentan en la calle Cuna, en pleno corazón de Sevilla, se ha convertido en un probador improvisado donde desde finales de febrero no paran de entrar y salir clientes para encargar o hacer ajustes en sus túnicas. “Son unos días entre caóticos y ajetreados, muchos encargos, arreglos…, ...
Antonio Muñoz lleva todo el mes de marzo sin apenas conciliar el sueño. “Me despierto por las noches pensando en los capirotes y las túnicas que tengo que entregar al día siguiente”, reconoce mientras ayuda a su madre, Marieta Domínguez, a coger el bajo de una capa de nazareno. La tienda de productos cofrades que regentan en la calle Cuna, en pleno corazón de Sevilla, se ha convertido en un probador improvisado donde desde finales de febrero no paran de entrar y salir clientes para encargar o hacer ajustes en sus túnicas. “Son unos días entre caóticos y ajetreados, muchos encargos, arreglos…, porque después de dos años o no valen y se necesita una nueva o hay que retocar”, explica Muñoz.
Aunque ni él ni su madre ni las cinco costureras que cosen con ellos dan abasto, trabajan con alegría. Después de dos años en los que han sobrevivido gracias al comercio online, recuperar la normalidad, aunque tengan los dedos doloridos de pinchar agujas y alfileres, es un alivio. “La gente está muy nerviosa y tiene unas ganas tremendas”, reconoce Muñoz. Una ilusión que se palpa en las calles, donde las conversaciones entrelazan comentarios sobre lo caro que se ha vuelto todo con los últimos preparativos pendientes para la Semana Santa. “Veo que están poniendo ya las y me emociono”, reconoce Alicia, camarera de una cafetería del centro.
La colocación de las sillas en los tramos del centro de Sevilla por los que discurre la carrera oficial —el recorrido obligatorio que hacen las cofradías para entrar y salir de la Catedral— es uno de los rituales paganos de la ciudad que marca la llegada de la Semana Santa. Este año los palcos montados frente al Ayuntamiento cobran un mayor significado porque en marzo de 2020, cuando se anunció el confinamiento, su estructura estaba a punto de completarse. La imagen de los empleados municipales retirando los tubos y las tablas, tras confirmarse que se suspendían las procesiones, operó como una sacudida de la nueva realidad que traía la pandemia.
La Semana Santa es uno de los principales atractivos turísticos y económicos de España, donde se concentra el 15% del total de los ingresos del sector turístico. Para las ciudades con fuerte tradición en torno a estas fechas, como Sevilla, Málaga, Zamora, Valladolid o los pueblos turolenses de la Ruta del Tambor, estas fechas, además de una carga emocional para sus vecinos, son un flotador financiero para sus arcas públicas. Es tanta la expectación que la mayoría de sus plazas hoteleras están completas o rozan el 80% de las reservas.
Todo completo
“Tras un mes de marzo en el que la inestabilidad ha sido la protagonista en el sector hostelero por la huelga del transporte, la subida de los precios y el conflicto de Ucrania, la Semana Santa se presenta como un momento de esperanza y de ilusión”, señala Antonio Luque, presidente de la Asociación de Hosteleros de Sevilla y Provincia, un sector clave en la recuperación económica de la ciudad que prevé llenar todos los locales del centro “a tenor de las reservas”. Esta semana y la de la Feria de Abril son vitales para los empresarios de la hostelería sevillana en las que facturan el 70% del total de sus ingresos anuales, que, este año se ha traducido en un incremento de la contratación: hasta 2.600 nuevos puestos de trabajo, según los cálculos de la asociación.
En Zamora, con uno de los patrimonios artísticos y religiosos más importantes de la Semana Santa española, la crisis energética por la guerra de Ucrania hace recelar a Óscar Somoza, representante de la hostelería zamorana, a la hora de compartir los buenos pronósticos que aventuran en Sevilla. “Los días fuertes los tenemos al 75% y los demás al 63%”, un balance que confía en que se eleve según se acerquen las fechas señaladas, aunque “será difícil llegar a las cifras de otros años y tener una Semana Santa llena todos los días”.
Para Zamora, la Semana Santa es el principal puntal de su economía. En Valladolid también es un momento importante. El responsable de la Sociedad Mixta de Turismo, Juan Manuel Guimarans, menciona la “esperanza contenida” del sector empresarial, urbano y religioso de Valladolid para que sea “el punto de partida de la recuperación social y económica plena”.
Tras dos años de pandemia sanitaria, nos ha sorprendido otra pandemia, la socioeconómica, acelerada por la invasión rusa. Con todo, la llegada de la Semana Santa se presenta como una desconexión necesaria ante tanto desasosiego repentino. “Venimos de dos años en los que la gente se ha tenido que reprimir y aunque estamos en un contexto de crisis y un período complicado para tomar decisiones, a los ciudadanos les compensa el esfuerzo económico y no perdonan estas vacaciones cueste lo que cueste”, explica el psicólogo José Manuel Recouso. “Este es un país de contacto social y nos es más difícil reprimirnos en este sentido”, abunda.
Los datos de ocupación hotelera avalan esas ganas de Semana Santa. En Sevilla, las 23.406 plazas de la ciudad, según los datos del INE, estarán llenas entre el Jeves Santo y el Domingo de Pascua y Manuel Cormax, presidente de la Asociación de Hoteles de la Provincia de Sevilla, confirma que las reservas alcanzan el 80% para el resto de la Semana Santa. En Valladolid capital y su provincia también se espera un 100% de ocupación hotelera en los días festivos y superar ampliamente la media del 70% el resto. Guimarans confía en llegar “al nivel prepandémico” si el tiempo respeta y los atractivos de la ciudad seducen a los turistas.
En Málaga, la segunda capital española donde más ingresos deja la Semana Santa, se confía en que las reservas de última hora puedan mejorar las previsiones de más del 90% de ocupación. En la provincia, se prevé rozar el 70%, entre el ocho y el 18 de abril, de acuerdo con los datos de la Asociación de Empresarios Hoteleros de la Costa del Sol (Aehcos). Su presidente, José Luque, asegura que son unas proyecciones “ciertamente optimistas” a pesar de que la cifra es aún menor a la que se registró durante la Semana Santa de 2019, cuando se superó el 78% de ocupación media. La Semana Santa será también el momento en el que muchos hoteles de la Costa del Sol den el pistoletazo de salida a la temporada turística durante unas fiestas en las que el sector ha depositado su confianza para que ayuden a la recuperación económica.
Quienes se aferran con más fuerza al regreso de los pasos en la calle son los sectores vinculados con el arte sacro y las hermandades, como el local de Marieta y Antonio. La estacionalidad determina que en esta época del año se concentran la mayor parte de sus ingresos. Lo sabe bien Antonio López, responsable de la Cerería El Salvador, un negocio centenario y que fue el primero de Sevilla en cerrar su local y hacer un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) tras la declaración del estado de alarma, porque la suspensión de las procesiones le impidió vender su principal producto: velas y cirios.
Respiro para el pequeño comercio cofrade
Este año ha podido dar salida a las reservas de 2020 que se quedaron en los almacenes y recuperar así el ritmo de trabajo. “Tenemos muchísima demanda y como ha habido incertidumbre hasta el final, hay hermandades a las que no hemos podido servir por falta de tiempo”, explica López, que atiende a 350 hermandades de Andalucía y de fuera de la comunidad. Con todo, aún tendrá que pasar un año más para recuperarse de las pérdidas.
Antonio Blázquez, que lleva 34 saliendo como costalero, reconoce que “después de dos años sin ensayar, parados y apáticos, íbamos a estar desentrenados, pero las cuadrillas están andando debajo de los pasos como si nada”. Traslada de este modo la ilusión con la que los costaleros viven los días previos a la fiesta. “Estamos andando con armonía y alegría”, apunta. Las medidas de seguridad por la pandemia sí han afectado a su gremio. La Junta de Andalucía ha publicado unas recomendaciones en las que les insta a llevar mascarillas dentro de los pasos y a hacerse test de antígenos 24 horas antes de sacar una imagen. Estas medidas, también estipuladas para los ensayos, han llevado a algunas hermandades a suspender o reducir esta actividad para ahorrar dinero y para evitar riesgo de contagios.
Entre las últimas citas para el tallaje de los hombres de trono y el reparto de túnicas a los nazarenos, la Málaga cofrade también espera ansiosa que den las 10.15 de hoy Domingo de Ramos, que es cuando arranca la procesión de la Pollinica y con ella, la Semana Santa. Aunque por el centro de la ciudad ya circularon 10 tronos el pasado otoño —que regresaron de la Catedral a sus templos en un Vía Crucis que se celebró hace unos días—, la preparación de las procesiones ha arrancado este año antes de Cuaresma, adelantándose a las fechas habituales. Sin embargo, aún faltan hombres de trono y nazarenos para completar los cortejos en un puñado de cofradías.
En Sevilla, por el contrario, se han reforzado las cuadrillas de costaleros con suplentes, para el caso de que haya bajas por contagio de covid. Las bandas de música que acompañan a los pasos, otro de los gremios esenciales en la Semana Santa andaluza, no pueden permitirse, sin embargo, el lujo de tener músicos en la reserva.
“Muchas bandas han desaparecido durante la pandemia al no tener ingresos para mantener locales de ensayo, profesorado… y otras, cuando se ha vuelto a la normalidad, no han tenido capacidad de reacción”, explica Manuel Esteban, presidente del Consejo de Bandas de Sevilla, que aglutina a más de 30.000 músicos, la mayoría aficionados. La imposibilidad de estar en locales cerrados les ha obligado a ensayar al aire libre, normalmente, en polígonos a las afueras, para no molestar a los vecinos, y de noche, dado que como muchos tienen que trabajar el horario para reunirse coincide con la cena. “Esto ha condicionado mucho porque han tenido que tocar por la noche, con frío, con lluvia…”, dice Esteban, quien reconoce que es un sacrificio que compensa el volver a acompañar a los pasos con sus marchas.
Los músicos de las bandas sevillanas comenzaron a ensayar después de Reyes. Más tarde, justo antes del Carnaval, empezaron a sincronizar su toque característico los miembros de la cuadrilla de Urrea de Gaén, un municipio turolense de 400 habitantes que forma parte de la Ruta del Tambor y el Bombo del Bajo Aragón. Diana Pamplona, que todos los fines de semana baja de Zaragoza para ensayar, señala que “se notó el parón a la hora de sacar el toque; tardamos más de lo habitual”. Cada uno de los nueve pueblos de la Ruta del Tambor tiene su propio toque característico —en los grandes, como Calanda, cada cuadrilla— que empiezan a hacer sonar sin parar a medianoche del Jueves Santo, en lo que se llama la rompida de la hora o romper la hora.
Luis Buñuel, vecino de Calanda, recogió con profusión a través de su cámara la estruendosa emoción que retumba en los bombos y tambores de esta fiesta típica. Hoy, Domingo de Ramos, a las 12.30 en su municipio y frente a la que fue su casa familiar, se inaugura una estatua a tamaño natural del director de cine tocando el tambor. Francisco Aparicio, técnico del Centro Buñuel Calanda explica que “no es por el fin de la pandemia, ha coincidido, pero sí queremos que el Viernes Santo a las dos de la mañana las cuadrillas se reúnan en torno a la escultura como homenaje”.
Como en Sevilla o Málaga, Valladolid o Zamora, en el Bajo Aragón no solo sus vecinos esperan con ilusión la llegada de la Semana Santa. Ese momento del año es también el de mayor afluencia de visitantes, en una zona acostumbrada a la despoblación. “Durante la Semana Santa de 2019 pasaron por la oficina de turismo de Calanda un total de 2.412 personas. En todo el año lo hicieron 8.212, casi el 30%”, ilustra Aparicio.
El Ayuntamiento de Sevilla cifra en 415 millones el impacto económico de esta Semana Santa, 15 millones más que en 2019. El último dato de la Cátedra de Estudios Cofrades de la Universidad de Málaga calculó que esta celebración dejó 103 millones, una cantidad que este año puede superarse, según su director, Benjamín del Alcázar, siempre que la previsión meteorológica acompañe. El también decano de la Facultad de Comercio y Gestión de la Universidad de Málaga subraya que “hay muchas ganas de Semana Santa y mucho interés por viajar, por lo que es posible que el movimiento turístico sea más significativo”. En Zamora, “después de dos años duros y de túnicas en los baúles”, la ciudad “ya huele a los festejos”, reconoce Isabel García, presidenta de la Junta pro Semana Santa.
A 530 kilómetros, en Sevilla, Muñoz toma medidas a un cliente rezagado. “Menos mal que aún queda tiempo para los nazarenos que salen a partir del Jueves Santo”, suspira. Como él, Diana Pamplona tampoco puede conciliar el sueño y no se quita de la cabeza que la noche de ese Jueves Santo volverá a hacer sonar su bombo, que lleva dos primaveras mudo en su funda. Quizá luego haya que ajustarse el cinturón más de lo que ya lo está o se opte por la solución del autoengaño para acomodarse a la cruda realidad, como dicen los expertos, pero después de dos años donde todo ha sido insólito, retomar las tradiciones es una buena manera de recuperar la ilusión por la normalidad perdida y para quienes viven de ellas, supone el ansiado impulso para la recuperación económica definitiva.