¿Qué puedes hacer tú contra la guerra?

Apoyar el bloqueo, susurrando a quién se compra y a quién no, modifica las cosas. Y facilita que los gobiernos decreten el (áspero) boicoteo al aprovisionamiento de energía rusa.

Gasolinera de Galp, que ha dejado de comprar petróleo ruso, cerca de Lisboa.RAFAEL MARCHANTE (Reuters)

¿Qué puedes hacer tú contra la guerra de Putin? La pregunta no es ingenua. En nuestras democracias deciden los gobiernos, claro. Pero los ciudadanos influyen, orientan, condicionan, y mucho.

Sin sus movilizaciones, no habría pensiones ni vacaciones. Ni los paraísos fiscales estarían en entredicho gracias al nuevo impuesto mínimo a las multinacionales. Ni el austeritarismo presupuestario neoliberal, en completa agonía. Ni la energía verde gozaría del predicamento alcanzado.

El sábado clamaba esta columna: ”Urge un plan de choque europeo” (26-2). De rearme contra las consecuencias ...

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¿Qué puedes hacer tú contra la guerra de Putin? La pregunta no es ingenua. En nuestras democracias deciden los gobiernos, claro. Pero los ciudadanos influyen, orientan, condicionan, y mucho.

Sin sus movilizaciones, no habría pensiones ni vacaciones. Ni los paraísos fiscales estarían en entredicho gracias al nuevo impuesto mínimo a las multinacionales. Ni el austeritarismo presupuestario neoliberal, en completa agonía. Ni la energía verde gozaría del predicamento alcanzado.

El sábado clamaba esta columna: ”Urge un plan de choque europeo” (26-2). De rearme contra las consecuencias económicas de la agresión a Ucrania: shock energético; amenaza de recesión; disparo de la inflación. La respuesta europea ha sido vibrante con las sanciones diplomático-económicas, y la solidaridad con los refugiados.

¿Y en lo económico/interno? Poca cosecha. La Comisión anunció que propondría mantener la suspensión del dañino Pacto de Estabilidad: ¿dónde sestea Valdis Dombrovskis? Y que daría una respuesta que fuera más que cero en lo energético: ¡aún no dimite la comisaria del ramo, la prescindible, por yerma en ideas, Kadri Simson!

A su tamaño, España ha hecho los deberes. El miércoles día 2, el presidente Pedro Sánchez anunció al Congreso un esbozo del Plan Nacional de Respuesta a la Guerra... y en una sesión por fin educada. Lástima que el debate se concentrase más en la obviedad del envío de armas que en lo más complejo: cómo contrarrestar los efectos recesivos del conflicto. Nadie aportó nada. Dijeron que porque no tenían tiempo de reaccionar (¡!). Solo el vasco Aitor Esteban, quien al menos se acordó de las pymes.

Pero el esquema está bien tirado. Es como una aceleración y refuerzo del Plan de Recuperación, a financiar seguramente con los 70.000 millones en préstamos, que es la mitad virgen del Next Generation.

Con énfasis en el imprescindible pacto de rentas. O sea, contención acordada y equitativa de salarios, beneficios y dividendos. Conviene que esta vez también los grandes dueños y ejecutivos de oro demuestren que tienen algo más que euros en la cabeza; que hagan como el admirable Warren Buffet y bastantes ricos americanos; que autocontrolen sus emolumentos antiejemplares, por escandalosos.

Atrévanse a decirles a los del salario mínimo (y al bueno de Antonio Garamendi) que si se rebajan algo sus 6, 8 o 10 millones de retribución no llegan a fin de mes. Y las carcajadas llegarán a Nueva Zelanda.

Los ciudadanos, en su calidad de agentes económicos y consumidores con poder de mercado, pueden también apretar a las empresas. Para que hagan como la petrolera portuguesa Galp (y ninguna española), la textil Mango (y ninguna gallega) o la agencia de reservas Amadeus (¿cuántas en el turismo?), que se han ido de Rusia.

Apoyar el bloqueo, susurrando a quién se compra y a quién no, modifica las cosas. Y facilita que los gobiernos decreten el (áspero) boicoteo al aprovisionamiento de energía rusa. El talón de Aquiles de Putin, que ni siquiera China puede sanar.

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