Óscar Arce, refuerzo español para el BCE
Su puesto técnico es el más relevante para un español en la estructura específica del organismo
Un grande se traslada a Fráncfort. Óscar Arce ocupará desde el 1 de febrero un puesto estratégico en el Banco Central Europeo. El hasta ahora director general de Economía en el Banco de España (antes, Servicio de Estudios), lo será del BCE: dirigirá los estudios, análisis e ideas sobre la eurozona, claves para elaborar las propuestas de política monetaria.
Nutre así al consejero economista-jefe, Philip Lane, una paloma que ocupa —desde Mario Draghi y tras el...
Un grande se traslada a Fráncfort. Óscar Arce ocupará desde el 1 de febrero un puesto estratégico en el Banco Central Europeo. El hasta ahora director general de Economía en el Banco de España (antes, Servicio de Estudios), lo será del BCE: dirigirá los estudios, análisis e ideas sobre la eurozona, claves para elaborar las propuestas de política monetaria.
Nutre así al consejero economista-jefe, Philip Lane, una paloma que ocupa —desde Mario Draghi y tras el también draghista Peter Praet— esa cartera trascendental. En la que chapotearon los halcones Otmar Issing y Jürgen Stark.
Su puesto técnico es el más relevante para un español en la estructura específica del BCE. Y completa la lista de responsables en organismos de su galaxia: entre otros, Ramón Quintana, director general del Mecanismo de Supervisión Bancaria (controla las entidades “más significativas”); Jesús Saurina, director en la Junta de Resolución (reflota o cierra bancos), y el exsecretario de Estado José Manuel Campa como presidente de la Autoridad Bancaria (fija normas y organiza las pruebas de resistencia).
Todos ellos ganaron el puesto a pulso por su cualificación técnica en banca y política monetaria y todos proceden del Banco de España, a diferencia del vicepresidente español, un exbanquero privado que presidió Lehman Brothers en la Península, Luis de Guindos.
También destaca porque consolida la apuesta del gobernador Pablo Hernández de Cos por extender influencia a los foros internacionales decisivos para España (él preside el Comité de Supervisión Bancaria de Basilea). Tan intensa, que Arce ha sido desde su inicio en la calle de Alcalá (2004) el copiloto de Cos (fue su primer nombramiento) en la modernización y activismo intelectual de la casa. Ambos son conocidos como “rigoristas en España y palomas en Europa”.
Es un mestizaje útil para reforzar al BCE. Arce no es solo un estajanovista, un coagulador de equipos, un pedagogo de asignaturas intrincadas y un activo alterno al gobernador en Fráncfort.
También exhibe un potente sentido de futuro. Fue pionero en anticipar algunos aspectos del estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008: sobre “cómo una mayor holgura en las condiciones de acceso al crédito en un contexto de tipos de interés reducidos puede tener un efecto multiplicador” en los precios del sector (Una nota teórica sobre el papel del acceso al crédito..., Banco de España, BdeE, junio de 2006).
Y una sensibilidad social, como en su alegato sobre La crisis de la covid-19 y su impacto sobre las condiciones económicas de las generaciones jóvenes (en la Universidad de Alcalá y APIE). O en su tesis de que la reforma del mercado de productos, al promover inversión y consumo, impulsa más el PIB que la “reducción de los márgenes salariales”, aunque esta “pueda moderar la pérdida de empleos” (Structural Reforms in a Debt Overhang, BdeE, 2014).
Pero es, sobre todo, experto en la relación entre política monetaria y fiscal, tema de su tesis doctoral y de apabullante actualidad: las expansiones fiscales (de los países con superávit) y las reformas estructurales (de los vulnerables): “Tienen efectos expansivos... mayores cuando en paralelo el banco central común se compromete a mantener una senda de tipos de interés inusualmente bajos” (Policy Spillovers and Synergies”, BdeE, 2015, y Sinergias entre política monetaria y políticas nacionales, 2016).
Un trabajo muy sugerente y creativo es su aportación al Next Generation-EU, antes de crearse. Aún hoy mejora otras propuestas en su tamaño (entre un billón y 1,5 billones de euros), arquitectura (un fondo con capital propio) o vigencia (mantenerlo “de forma permanente”). Y sobre todo, “con capacidad para comprar deuda de los Estados miembros” a fin de “impedir” el colapso fiscal de los más débiles: una alternativa sólida a las ideas de condonación (Reflexiones sobre el diseño de un fondo de recuperación europeo, BdeE, 2020). El rigor no se riñe con la innovación.