Las familias gastaron un 28% menos durante los tres meses de confinamiento duro
Las familias recortaron sus desembolsos el año pasado en 3.247 euros de media y siguen lejos de recuperar los niveles de consumo de 2008
Meses de encierro en las casas. Calles fantasmagóricas con comercios clausurados y limitaciones a las actividades no esenciales. Nunca antes se había impuesto una paralización así para luchar contra un virus. En una guerra se intentaba redoblar la actividad para soportar el esfuerzo bélico. Y antiguamente en las pandemias se cerraban ciudades y la producción caía por las muertes. Pero esta vez la Gran Reclusión y las posteriores r...
Meses de encierro en las casas. Calles fantasmagóricas con comercios clausurados y limitaciones a las actividades no esenciales. Nunca antes se había impuesto una paralización así para luchar contra un virus. En una guerra se intentaba redoblar la actividad para soportar el esfuerzo bélico. Y antiguamente en las pandemias se cerraban ciudades y la producción caía por las muertes. Pero esta vez la Gran Reclusión y las posteriores restricciones generalizadas a la movilidad han provocado un hundimiento autoimpuesto del consumo de las familias sin precedentes históricos. Y ahora se ha sabido cuánto: el gasto medio de los hogares cayó en 2020 en 3.247 euros, un 10,7% menos que el año anterior según el Instituto Nacional de Estadística (INE). En promedio, las familias desembolsaron 26.996 euros, la menor cifra registrada en la serie de la Encuesta de Presupuestos Familiares, que arranca en 2006.
Durante el confinamiento domiciliario decretado entre marzo y junio, el consumo de los hogares cayó lógicamente todavía más: un 28,2% respecto al mismo periodo del año anterior si se toman solo los gastos estrictamente monetarios, y no los cálculos normales que hace el INE en los que además contabiliza como un alquiler gastado el valor de la casa en propiedad para homogeneizar las capacidades de compra de los hogares.
En los meses de la clausura, las familias cambiaron forzosamente su patrón de compra. La alimentación pasó de representar un quinto de los gastos monetarios a un tercio. En cambio, restaurantes y hoteles solo supusieron un 2% del total, frente al 12% de los años previos a la pandemia. El transporte retrocedió al 11%, muy por debajo del 16% habitual antes de la covid. Y vestido y calzado redujo su peso al 1,6% cuando habitualmente abarca un 6%.
Sin poder salir y sin necesidad de ir a trabajar, los hogares redujeron un 80% sus gastos en conceptos como vestido y calzado y restaurantes y hoteles. Al terminar e inaugurarse la nueva normalidad, el consumo de estas partidas experimentó un fuerte rebote que, sin embargo, no fue suficiente para recobrar los niveles perdidos con la pandemia.
En el conjunto del año, los desembolsos en restaurantes y hoteles se hundieron un 40%: las familias gastaron 1.752 euros frente a los 2.944 de 2019. En ocio y cultura se registró una caída del 31,9% hasta los 1.126 euros. En transporte, el descenso fue del 29,5%, hasta los 2.741 euros. Y en vestido y calzado, del 28,8%, hasta los 1.009 euros.
Por el contrario, los hogares solo elevaron su gasto en el año en los grupos de alimentación y vivienda, que subieron un 6,8% y un 1,9%, respectivamente. De hecho, a pesar de la caída de actividad que supuso la pandemia, el alquiler medio que abonan las familias continuó con su senda ascendente: 5.683 euros frente a los 5.507 de 2019 y los 4.775 de 2016.
Vuelve a alejarse el nivel de gasto anterior a la crisis de 2008
Una vez restada la inflación, en 2019 las familias todavía no habían recobrado las cotas de gasto real de antes de la Gran Recesión. Quedaba todavía por recuperar un tercio de lo que se perdió entre 2008 y 2014. Y ahora la pandemia ha provocado que se dé un paso atrás y se retrase el momento en el que esos niveles puedan volver. Doce años después de la crisis financiera los españoles en promedio siguen lejos de restablecer su nivel de gasto. El descontento y los populismos tienen un fundamento económico.
Pero estos gastos podrían haber caído más de no haber sido por la intervención pública. Tampoco antes en la historia se había dado un Estado del Bienestar dispuesto a endeudarse en masa con el respaldo de los bancos centrales para proteger las rentas de los hogares, que pese a la brutal caída de la actividad en 2020 solo retrocedieron un 3,27%, según datos de PIB del INE. La protección social que brindaron los ERTE y las prestaciones explican que el desplome del gasto de los hogares no fuese mayor. Y si se combina esta caída forzada por las restricciones al consumo con la protección de las rentas, el resultado es que los depósitos ahorrados de las familias se dispararon en unos 60.000 millones de euros respecto al acumulado del año anterior, de los que 40.000 se deben a las limitaciones de la pandemia y por tanto serían un ahorro forzoso, según cálculos del Banco de España. El gasto también habría sido más reducido de no haber sido por el aumento de las compras por internet. Pero con las dificultades para recabar esta información en la pandemia el INE no ha podido medir cuánto ha subido el comercio electrónico.
Qué pasará con ese ahorro embalsado es una de las incógnitas que marcarán el devenir de la economía en los próximos meses. La Encuesta de Presupuestos Familiares ofrece alguna pista. Las familias reaccionaron ante la crisis sanitaria de manera muy distinta según su nivel de gasto: los hogares que más dejaron de consumir fueron aquellos que gastan más. El 40% con mayores desembolsos recortó su consumo en cifras superiores al 10%. Por el contrario, el 20% de los hogares con un menor gasto solo disminuyó su presupuesto un 5,8%. Es decir, el ahorro se concentró en las familias de mayor renta y por lo tanto con una menor propensión a tirar de su ahorro.
Se trata de un fenómeno lógico en tanto que las rentas bajas tienen una mayor proporción de su consumo cautivo en áreas básicas: el 20% que menos gasta dedicó dos tercios de su presupuesto a vivienda y alimentación. En cambio, el 20% de mayor gasto destinó a esa partida menos de la mitad. La desigualdad en este ámbito es patente. Mientras que el quintil con más gasto puso casi el 28% de su presupuesto para transporte, ocio y cultura y restaurantes y hoteles, el de menos gasto solo utilizó un 10% de sus pagos para esas rúbricas.