Rotación y permanencia del riesgo
La inestabilidad en Latinoamérica es un excelente banco de pruebas de las decisiones de gestión en las empresas
Latinoamérica continúa sumida en un escenario de inestabilidad política con tres claros vértices: Chile, Brasil y Colombia. La percepción de riesgo ha ido rotando en este bienio y así, si a finales de 2019, las protestas sociales ocupaban las calles de Chile hasta forzar la apertura de un proceso de reforma constitucional (que aún sigue en marcha), la buena gestión de la pandemia y el rápid...
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Latinoamérica continúa sumida en un escenario de inestabilidad política con tres claros vértices: Chile, Brasil y Colombia. La percepción de riesgo ha ido rotando en este bienio y así, si a finales de 2019, las protestas sociales ocupaban las calles de Chile hasta forzar la apertura de un proceso de reforma constitucional (que aún sigue en marcha), la buena gestión de la pandemia y el rápido acceso a las vacunas han reducido de forma significativa el malestar social, que se ha trasladado a Colombia.
Esta economía se debate entre dos opciones: la presentación de una reforma que minimice el riesgo fiscal (aumentando la tensión social) o el mantenimiento del sistema actual (exponiendo al país a una rebaja de su rating y a la pérdida de su condición de grado de inversión). Brasil, por su parte, ha logrado mantener estables sus ratios de endeudamiento, lo que, combinado con el buen desempeño del PIB, ha permitido estabilizar la percepción de riesgo que durante 2020 ha presionado a las variables financieras de esta economía.
El contexto descrito ha sido un excelente banco de pruebas de las decisiones de gestión de riesgo de las empresas. Las estrategias planteadas se han enfrentado al difícil balance entre (i) neutralizar los efectos de la inestabilidad y (ii) no penalizar la rentabilidad con políticas de cobertura muy agresivas.
Un vistazo a los procesos de decisión de las multinacionales más afectadas por esta circunstancia demuestra que no hay una aproximación universal al problema. Al igual que sucede con la gestión de la tesorería, muy condicionada por el entorno de tipos de interés negativos, las empresas adoptan cada vez más técnicas de gestión de riesgos alineadas con las observadas en la gestión de patrimonios, aumentando el dinamismo de las estrategias y también su complejidad.
Muchas empresas optan por enfoques de protección de los dividendos que reciben de las inversiones (o riesgo de flujos de caja), en lugar de proteger el patrimonio invertido en ellas. El segundo enfoque supone adoptar una posición de riesgo neutra, para evitar que se produzca una variación no deseada en el patrimonio neto de la empresa (lo que se conoce como riesgo de traslación) que sea susceptible de desencadenar problemas de solvencia.
Sea cual sea el enfoque elegido, y con el escenario descrito en Latinoamérica como telón de fondo, la empresa debe ser consciente de que el riesgo oscila, pero nunca desaparece totalmente. Por todo ello, la capacidad de respuesta de la empresa debe ser ágil y basada siempre en una política corporativa que favorezca una toma de decisiones consecuente con el riesgo y el coste de protegerlo. De lo contrario, la protección puede llegar tarde y no servir al fin último de preservación del valor del accionista.
Pablo Guijarro y Nereida González son profesores de Afi-Escuela de Finanzas.