Impresoras 3D asturianas
Triditive desarrolla, fabrica y comercializa equipos que proucen piezas de metal y polímeros para la industria
Adquirir pocas unidades de una pieza tiene a menudo un elevado coste para las empresas industriales, que deben hacerse con la maquinaria específica para producirlas o adquirirlas, sin que ninguna de las dos opciones resulte ideal. La impresión 3D, al conformar los objetos capa a capa, sin partir de moldes, permite una versatilidad en la fabricación que soluciona este problema. Su despegue está siendo lento, pero en los últimos años se ha acelerado: con China y Corea del Sur en cab...
Adquirir pocas unidades de una pieza tiene a menudo un elevado coste para las empresas industriales, que deben hacerse con la maquinaria específica para producirlas o adquirirlas, sin que ninguna de las dos opciones resulte ideal. La impresión 3D, al conformar los objetos capa a capa, sin partir de moldes, permite una versatilidad en la fabricación que soluciona este problema. Su despegue está siendo lento, pero en los últimos años se ha acelerado: con China y Corea del Sur en cabeza, entre 2016 y 2019 las empresas del sector industrial que emplearon este método de producción pasaron del 24% al 65%, según la consultora EY. Sin embargo, como explica la ingeniera Mariel Díaz, “aún queda mucho camino para que defina las fábricas del futuro”. Un objetivo al que esta colombiana de 30 años que llegó a Asturias con una beca universitaria en 2010 contribuye desde Triditive, compañía de la que es consejera delegada y que fundó en 2016 con el empresario José Camero —director comercial— y el programador Sergio Martínez —director tecnológico—.
La empresa diseña, fabrica y comercializa equipos que graban polímero y metal. Su apuesta se asienta en lograr que compañías de grandes sectores industriales, como el alimentario, opten por sus máquinas. “La impresión 3D sigue muy restringida a ámbitos con poca fabricación, como el aeroespacial o el de salud, y eso se explica por un problema de escala: no se nos asocia aún la misma rapidez que a los sistemas de producción tradicionales”, cuenta Díaz, y añade que en Triditive contribuyen a esa transición “mejorando la productividad a través de la automatización de procesos”. En 2020 pasaron de cinco a 15 empleados y facturaron 200.000 euros gracias a clientes como el Ejército y Nestlé, aunque aún no tienen ganancias. Sus impresoras tienen un precio próximo a los 40.000 euros y parte de sus compradores contrata antes servicios de la compañía. “Realizamos tareas bajo demanda para canalizar el interés por nuestra tecnología y derivarlo a eventuales adquisiciones”, añade la emprendedora.
Aunque echaron a andar en una pequeña nave en Gijón, a comienzos de 2020 se instalaron en un espacio de 2.000 metros cuadrados en el municipio de Siero, junto a la antigua zona minera asturiana. Una decisión “reflexionada”, cuenta la ingeniera: “En este lugar sobreviven gran cantidad de pymes que abastecían a la minería y que son proveedores de primer nivel. Era la simbiosis que buscábamos: popularizar la impresión 3D para que las empresas fabriquen localmente sin recurrir nosotros a cadenas globales”. Triditive se ha financiado con 2,5 millones de euros obtenidos de inversores extranjeros y españoles, entre ellos de Hunosa, la hullera pública española, que en mayo les cedió medio millón en un préstamo participativo. Sin embargo, encontrar respaldo económico ha sido uno de los capítulos más difíciles. “Obtuvimos inversión extranjera antes que nacional. En start-ups tecnológicas validar tu modelo y ganar dinero son cosas distintas y en España me he encontrado con mucho desconocimiento al respecto”, argumenta Díaz.