Opinión

La otra cara de la Luna

Entre los duros pronósticos para 2020, y los mejores para 2021, algunas luces se divisan al final del túnel

Terraza de un bar en Madrid, el 10 de octubre.Olmo Calvo

Al revés de lo que describe el dicho, la otra cara de la Luna irradia luz. La habitual es oscura, el drama, cuando no la tragedia.

Esta es la que dibujan las grandes cifras macro españolas: la caída del PIB este año, en torno al 12%; el aumento del déficit, en parecido guarismo; la escalada de la deuda, hasta rozar el 123%; el aumento del desempleo, hacia el 17%... aunque siempre 10 puntos menos que cuando la Gran Recesión.

En brochazo gordo, es lo más obvio. Tomen simplemente los dos sectores más castigados por la recesión pandémica. ...

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Al revés de lo que describe el dicho, la otra cara de la Luna irradia luz. La habitual es oscura, el drama, cuando no la tragedia.

Esta es la que dibujan las grandes cifras macro españolas: la caída del PIB este año, en torno al 12%; el aumento del déficit, en parecido guarismo; la escalada de la deuda, hasta rozar el 123%; el aumento del desempleo, hacia el 17%... aunque siempre 10 puntos menos que cuando la Gran Recesión.

En brochazo gordo, es lo más obvio. Tomen simplemente los dos sectores más castigados por la recesión pandémica. Casi necrosados: el turismo (y sus consiguientes ramificaciones hosteleras y de restauración) y el pequeño comercio, tan concomitante en cuanto a los bares, donde sumamos casi tantos establecimientos como el conjunto de la vieja Europa.

Uno representa aproximadamente el 12% de la economía española; el otro, el 13%. Si a esa cuarta parte del PIB le sumamos sus actividades inducidas y empleos indirectos generados, nos ponemos en un tercio del total.

Así que el daño descrito, los titulares negativos y el pesimista estado de ánimo no solo se explican por esas cifras. Son lógicos. E incluso convenientes para mantener la doble alerta: propia, y al poder.

Pero atención, constituyen solo la cara oscura de la Luna. La más visible, la más notoria por su carga negativa, la que configura una percepción triste: desde el periodismo consagramos como novedosa la mala noticia; casi nunca la buena, a no ser que sea muy extraordinaria.

Y además, lo que aflora a la piel de los ciudadanos es su paisaje cotidiano más evidente, sus espacios de encuentro: la cafetería (hoy cerrada en tantos lugares), la tienda de la esquina, el transporte, hasta el aeropuerto. Turismo, pequeño comercio.

Todo eso es verdad, pero no toda la realidad. Los servicios privados ligados a la industria; la mayoría de los servicios públicos, incluida la heroica sanidad y la enseñanza; la manufactura y la administración; la agricultura y la distribución; la exportación y la investigación: funcionan. Al ralentí y con enormes obstáculos. Con problemas ingentes, pero sin tragedia.

Entre los duros pronósticos para 2020, y los mejores para 2021, algunas luces se divisan al final del túnel. Y en actividades punta, como las tecnológicas.

Hay ejemplos a sacos. Que Telefónica plantee penetrar el mercado de la infraestructura alemana de fibra óptica, en consorcio con el gigante Allianz. Que la campeona española de torres móviles Cellnex sea imitada por sus competidores en la carrera por la hegemonía continental. Que las pequeñas TIC catalanas crezcan en número y potencia y hayan creado 9.800 empleos netos en el nefasto primer semestre del año (Baròmetre del sector tecnològic a Catalunya 2020). Todo eso son más que datos sueltos, son indicios de tendencias.

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