El difícil camino para alejarse del ‘America First’
La rebaja arancelaria es un gesto amistoso con la UE, pero nada apunta a un cambio radical en la política de Trump
El America First (América es lo primero) que Donald Trump promovía en su campaña en 2016 se ha consolidado como la forma de hacer comercio con Estados Unidos. La protección a los productos estadounidenses frente a los de otros países o regiones se ha convertido en la regla de oro para la potencia económica. Siempre a la defensiva, Trump ha buscado inclinar la balanza a su favor a través de duros aranceles o sanciones, incluso para los históricos aliados de su país. Lejos ha quedado la apertura, la evolución del libre ...
El America First (América es lo primero) que Donald Trump promovía en su campaña en 2016 se ha consolidado como la forma de hacer comercio con Estados Unidos. La protección a los productos estadounidenses frente a los de otros países o regiones se ha convertido en la regla de oro para la potencia económica. Siempre a la defensiva, Trump ha buscado inclinar la balanza a su favor a través de duros aranceles o sanciones, incluso para los históricos aliados de su país. Lejos ha quedado la apertura, la evolución del libre comercio y los planteamientos multilaterales para ampliar el comercio.
La reducción de algunos aranceles a la Unión Europea es apenas un gesto de apertura, pero nada apunta a que sea un cambio radical de dirección. Antes de las elecciones presidenciales del próximo 3 de noviembre, la política proteccionista de Estados Unidos no da señales de dar un giro copernicano. Trump mantiene dentro de sus lemas de campaña la idea que lo primero es el comercio del Made in America.
Incluso si el candidato demócrata, Joe Biden, gana las elecciones de noviembre, su programa de Gobierno prevé un enfoque nacionalista de producción y consumo. Ambos candidatos se han aferrado a la idea de que el camino de la economía está dirigido a asegurar el futuro de los trabajadores y negocios estadounidenses, antes que volver al escenario de los grandes acuerdos comerciales.
Pero cuando busca a su gran rival, Estados Unidos no mira al otro lado del Atlántico. El frente abierto de guerra comercial lo tiene con China. Allí Trump ha impuesto aranceles y ha acusado sin piedad a las compañías chinas de incurrir en prácticas desleales. El lado más duro del proteccionismo se ve allí con bloqueos, multas, altísimos aranceles y prohibiciones. En el resto del mundo se ha hecho con algunos aliados, pero siempre con la intención de poner los intereses de América por delante. Trump presume como un trofeo de su política comercial, por ejemplo, el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá, que entró en vigor el 1 de julio.
La negociación de ese acuerdo estuvo marcada por la tensión y la constante amenaza de una imposición de aranceles a los otros dos países. Con Robert Lighthizer como representante comercial, el presidente republicano optó por una política comercial en la que tanto México como Canadá tuvieron que adaptarse a las exigencias de la Casa Blanca. El acuerdo, en última instancia, buscó incentivar a las compañías estadounidenses a quedarse en el país, al mismo tiempo que planteó un cerco comercial en Norteamérica para impulsar a la región como un bloque competitivo frente a otras economías.